Salamanca siempre ha sido una ciudad de bandos, de antaño y de hogaño. En el S.XV, la ciudad estaba dividida en dos bandos, que cada dos por tres tenían fuertes enfrentamientos. De una parte, el bando de San Benito, compuesto por las familias Acebedo, Pereira, Anaya, Figueroa, Ribas, Fonseca, Sotomayor, Godínez, Maldonado, Hontiveros Manzano, Paz y Nieto. Y, por otra parte, la facción de Santo Tomé, integrada por los Puertocarrero, Monroy, Valdés, Enríquez, Ovalle, Araújo, Varillas, Flores, Montesinos, Valdés, Miranda, Tejeda, Villafuerte y Almaraz.
Estos enfrentamientos familiares tuvieron aterrorizada a toda la población, tanto que la Plaza del Corrillo, junto a la plaza Mayor, que separaba la zona de influencia de ambos bandos, llegó a llamarse la 'Plaza de la Yerba', al no haber vecino alguno que se atreviera a pasar por ella, por miedo a encontrarse alguna de las refriegas que en ella acontecían.
Doña María Rodríguez de Monroy, que ha pasado a la historia como 'La Brava', era natural de Plasencia y tras casarse con Enrique Enríquez de Sevilla, se trasladaría a Salamanca, a una casa que todavía se conserva y que lleva su nombre. No obstante, no tardaría mucho en quedar viuda y con dos hijos a su cargo.
En uno de los habituales enfrentamientos entre ambos bandos, en esta ocasión por una disputa en un juego de pelota, los hijos de Doña María, Luis y Pedro, del bando de san Telmo, serían asesinados por los hermanos Manzano, de la facción de San Benito. Después de esto y, para evitar represalias, los hermanos huyeron a Portugal y Doña María, que en aquellos momentos no se encontraba en la ciudad, regresó a Salamanca para dar sepultura a sus hijos.
Decapitó dos cabezas en Portugal y las trajo a Salamanca
Al no haber varones en la familia, que pudieran vengar la muerte de Luis y Pedro, Doña María salió en busca de los asesinos, haciendo creer a todo el mundo que en realidad iba a pasar una temporada en Segovia, para sobreponerse a la pérdida. Una vez fuera de la ciudad, y habiéndose asegurado de que nadie la seguía, tomó dirección a Portugal donde, dicen que en la ciudad de Viseu, logró encontrar a los hermanos Manzano, a los que decapitó. A su regreso a Salamanca, se trajo las cabezas de ambos, y las depositó sobre las tumbas de sus hijos, en la iglesia de Santo Tomé.
Otras versiones de la historia cuentan que las mandó clavar en la propia fachada de su casa. Fuera como fuese, lo cierto es que, a partir de este momento, pasaría a ser conocida como Doña María La Brava.
Su casa, sita en la plaza de los Bandos, donde hace esquina, fue edificada hacia 1485, claro ejemplo que representa las casas de la nobleza española de la segunda mitad del siglo XV.