El calendario español sigue dos normas esenciales: las que marcan los ciclos de la naturaleza, con sus diversos solsticios y equinoccios, y las de la religión cristiana que coinciden fudamentalmente con aquéllos. El ciclo de invierno comienza con la Navidad y la Epifanía, para prolongarse con santos como San Antón, San Sebastián, San Valerio, San Blas y Santa Águeda y algunas celebraciones en honor a la Virgen, como Las Candelas. Lo más ancestral es que en algunas de esta ritualizaciones, el fuego está presente con todo su carácter purificador. Pero también, mezcladas con las litúrgicas llegan las festividades de quintos y, ya durante el mes de febrero o principios de marzo, llega el Carnaval ligado a la Cuaresma.

Las festividades de San Antón y San Sebastián constituyen el epicentro de las celebraciones de invierno, que guardan en sus orígenes toda una serie de celebraciones, costumbres y ritos interesantes y no menos fascinantes que, alegremente, dan paso a Don Carnal. Aún recuerdo aquellos refranes de mi abuela que pasaron a mi madre de los que San Antón y el tostón eran palabras fijas: Por San Antón, el buen tostón. La vida agrícola y sus santos llegan a los pueblos con el primer mes del año. Muchas de aquellas costumbres se pierden, pero aún quedan ritos ancestrales que dan vida y razón de ser a muchos de nuestros municipios. No todo, por suerte, es fútbol, nocheviejas, asfalto y hormigón.

Ya que estamos en enero, cuando se hiela el agua en el puchero, nos encontramos el 17 con San Antón. Una fiesta muy generalizada en todos los pueblos. Siendo el oeste de la provincia, eminentemente agrícola y ganadero, quien ha encontrado en esta santo un 'abogado' protector de sus cosechas y remedio para los males que puedan acechar a los animales domésticos.

En torno a San Antón se celebraban toda una serie de actos festivos populares que, coincidir con el invierno, cuando el hombre del campo estaba obligado a un paro forzoso por razones meteorológicas, la participación en los ritos era muy alta, máxime cuando el santo era el protector de los animales, sustento de todas las labores agroganaderas y de llenar las despensas.

Ritos y costumbres en la provincia salmantina

Bufa de San Antón

Comenzamos con la 'bufa de San Antón' en Aldeadávila de la Ribera, la víspera del Santo, cuando los muchachos del pueblo recorren las calles del municipio tocando todos los cacharros disponibles. Y, cómo no, participar en el sorteo de 'las patas de cerdo o la lotería de los pies". Dejamos atrás el corazón de Las Arribes y llegamos a Saucelle, donde, tras un cortejo procesional, se quema 'el capazo'. Sin abandonar esta comarca, hacemos un alto en Vitigudino para disfrutar de la cabalgada de cintas en honor de la batalla de San Antón.

Cruzamos el Campo Charro, no sin antes desviarnos a Pitiegua, para adentramos en la Sierra de Francia hasta llegar a La Alberca. Si la India tiene sus vacas sagradas,en La Alberca, reputada por sus suculentos jamones, el privilegio lo tiene un cerdo que pasea libremente sobre los adoquines hasta su sacrificio, programado para el 17 de enero, como manda la tradición, es el 'Marrano de San Antón'. "¡Buenos días, cerdo!", saludan los habitantes de manera amistosa al animal cuando se les cruza por las callejuelas de la ciudad medieval. "Se les pide que lo alimenten, que cuiden de él y los automovilistas le ceden el paso", explican desde el municipio albercano.

Nos trasladamos de la Sierra de Francia hasta las Quilamas para descender a los confines de las sierras para honrar a San Valerio, en Valero, que se celebra el 28 de enero. El microclima templado que acompaña a Valero en invierno hace que sean más llevaderas y en ninguna ocasión (que se sepa) se ha estropeado su gran corrida de toros, con fama en toda la sierra. Después de los toros se va por las bodegas tomando y cantando. Los lugareños ofrecen embutidos y dulces (mantecados y perronillas para los forasteros, que siempre son bien acogidos).

De los mártires de enero, San Sebastián, el primero

Este Santo, primer capitán de la guardia de Diocleciano, es honrado en muchos municipios salmantinos. Comenzamos nuestro recorrido en Ahigal de los Aceiteros, donde se erige como Patrón de los quintos, también Arapiles, La Bastida, Carrascal del Obispo, Cipérez, Ciudad Rodrigo -su Patrón con solemne ceremonia y procesión-, Hinojosa de Duero, Mieza, Peñaparda, Pereña de la Ribera, Puerto Seguro, Rollán, Sobradillo -donde le llaman 'Patrón de los borrachos' y se quema el jumbrío para ajumar a los vecinos-, Sorihuela, Tremedal de Tormes, El Tornadizo, Valdelosa, Vilvestre, Villavieja de Yeltes, Villoruela, y hasta Yecla de Yeltes, honran a San Sebastián.

Un alto imprescindible lo haremos en Villavieja de Yeltes para observar una ancestral ceremonia, que conserva las tradiciones con la Cofradía de San Sebastián, que se remonta a 1812. Una procesión en la que los hombres visten la capa charra y van tocados con el sombrero negro confieren identidad a esta celebración.

Toda un compendio de celebraciones, costumbres y ritos interesantes y no menos fascinantes que, alegremente, dan paso a Don Carnal. Pero eso ya es para otro costal.

 

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