Iberdrola ha llevado a cabo la rehabilitación, por primera vez en su historia, de dos de las tres válvulas de baja presión de la central hidroeléctrica salmantina de Villarino de los Aires. Se trata de una instalación reversible, capaz de generar energía turbinando agua en un sentido y bombeándola en sentido contrario en función de la necesidad del sistema eléctrico.
Su presa está construida en el cauce del río Tormes, en el municipio de Almendra mientras que la central está sobre el cauce del río Duero, en la localidad de Villarino de los Aires, en plenas Arribes.
Las labores de ingeniería, trabajos previos y construcción de nuevas piezas comenzaron en el año 2020 y los trabajos de desmontaje, rehabilitación y montaje se han desarrollado en un ajustado programa de 18 semanas, entre los meses de marzo y julio del año 2021, a pesar de la complejidad de los trabajos y de la crisis sanitaria.
Las válvulas, de 5 metros de diámetro y un peso total de 81 toneladas, se encuentran situadas en dos cavernas a 100 metros bajo la superficie. La rehabilitación ha incluido la sustitución y mejora de piezas de accionamiento, así como el tratamiento anticorrosivo de las propias válvulas. Algunas de estas piezas han sido rediseñadas para una mejora de futuros trabajos en las propias válvulas.
Durante estos trabajos, Iberdrola también ha inspeccionado las tuberías forzadas de llegada a los grupos generadores de la central y ha aplicado el tratamiento anticorrosivo a las tuberías donde se alojan las válvulas. Además, se ha aprovechado para realizar trabajos como la sustitución del centro de control de motores de refrigeración de la central. Estas labores han contado con un importante componente local, tanto de proveedores industriales como por la involucración de hasta 350 trabajadores.
Villarino cuenta con seis grupos reversibles con un total de 810 MW de potencia; cuatro de ellos puestos en servicio en el año 1970 y los dos restantes en 1975, registrando una producción anual media cercana a los 1.200 GWh. Las seis turbinas de esta central hidroeléctrica permiten mover hasta doscientos treinta y dos mil litros cada segundo.
Su presa de bóveda, la más alta de España, posee una altura de 202 metros y su embalse cuenta con más de 2500 hm3 de capacidad. Su construcción hace casi medio siglo después representó un hito en la ingeniería civil de entonces y lo sigue siendo ahora.
El diseño de ingeniería de la central se desarrolló en una compleja obra subterránea sin precedentes. El agua del embalse de Almendra viaja hasta la central por una galería excavada en la roca de 15 kilómetros de largo y 7,5 metros de diámetro a 100 metros de profundidad. Al final de su trayecto, la galería se bifurca en tres de cinco metros de diámetro cada una y cada una de éstas, a su vez, en dos de dos metros. Cada una de ellas alimenta a un grupo de turbina-alternador instalado en la central de los seis existentes. La red de tuberías termina desaguando en el embalse de Aldeadávila.
Junto a las otras dos centrales salmantinas de Saucelle y Aldeadávila suman una producción media anual cercana a los 5.000 GWh, lo que supone más del 40% de la producción de energía hidroeléctrica de Castilla y León, y más del 15% de la nacional.
La importancia de los Saltos del Duero
La construcción de los Saltos del Duero se inicia prácticamente con el nacimiento del siglo XX, con la estela de la euforia despertada por los descubrimientos técnicos en el transporte de la electricidad. Fue entonces cuando muchos industriales españoles, acompañados por los mejores ingenieros de la época, se lanzaron a recorrer las vertientes de los ríos ibéricos. Fueron viajes sorprendentes, ya que las zonas más ricas en el aprovechamiento del agua para la generación eléctrica se encontraban en lugares complicados y muy alejados de las poblaciones.
El caudaloso río Duero, a pesar de ser vehículo de transporte durante largas épocas, ocultaba, en su tramo inferior, un tesoro inimaginable en forma de energía. Fue el ingeniero José Orbegozo quien, después de estudiar el río y vislumbrar la totalidad del cañón, se dio cuenta de las enormes posibilidades del tramo internacional y de la magnitud del proyecto, lo que exigía un tratamiento global del mismo, acorde con la importancia del aprovechamiento. Con el objetivo de desarrollar todas las concesiones bajo una única dirección, se creó, en julio de 1918, la Sociedad Hispanoportuguesa de Transportes Eléctricos que, en 1928, pasó a denominarse Saltos del Duero, una de las empresas germen de la actual Iberdrola.
El proyecto consistía en construir saltos poderosos que aprovecharan la fantástica caída del agua y crear grandes embalses en los ríos Esla y Tormes. Estos embalses regularían el caudal y garantizarían la producción de las potentes centrales que se instalasen aguas abajo, bien en el tramo nacional o internacional del Duero, que, en la misma frontera entre España y Portugal y a lo largo de 160 kilómetros de curso, ofrecía un desnivel de 400 metros.
Este planteamiento resultaba del todo innovador y también arriesgado, ya que creaba en el Esla una fuente de energía que quintuplicaba el consumo del conjunto de España y era base reguladora de un sistema integrado por los saltos de Ricobayo, Villalcampo, Castro, Saucelle y Aldeadávila, los dos últimos en el tramo internacional del Duero. Este ambicioso proyecto representaba, en su conjunto, más de 10.000 millones de kilovatios hora (kWh) de producción anual de energía eléctrica.
La puesta en marcha del aprovechamiento de Ricobayo, en el río Esla, fue en 1935 y continuaron los de Villacampo (1949), Castro (1952), Saucelle (1956) y Aldeadávila (1962), todos ellos en el río Duero, totalizando una potencia instalada de 3.560 megavatios (MW).
Con el aprovechamiento de los saltos del Duero se inició la construcción de los grandes embalses reguladores, con centrales a pie de presa, que hasta ese momento no habían sido construidos ni en España ni en Europa.