El coronel de la Guardia Civil Manuel Sánchez Corbí (Valladolid, 1963), aunque ahora ejerza sus funciones laborales fuera de la Benemérita, es por encima de todo un partidario incondicional de la Guardia Civil, asegura que "siempre seré guardia civil". Hijo y nieto de guardias civiles, se ha caracterizado por defender al instituto armado y sus competencias ante la Policía Nacional. En una entrevista en exclusiva a El Español de Castilla y León, habla de todo el fenómeno ETA, al ser considerado como uno de los mayores profesionales en la lucha contra la banda armada. Desde el asesinato de Melitón Manzanas hasta la liberación de Ortega Lara, son dos episodios que marcan los treinta años de profesión de uno de los guardias civiles, sino el primero, más condecorados.
El coronel Sánchez Corbí ha estado, en los dos últimos años, en el candelero de la actualidad mediática tras cesar como jefe de la UCO al poco de llegar Grande-Marlaska al Ministerio del Interior. La decisión fue acordada por el secretario de Estado de Seguridad, el 1 de agosto de 2018, por "pérdida de confianza" de la Dirección General de la Benemérita y del Ministerio del Interior. Un asunto que aún está en fase judicial.
En la lucha antiterrorista, este prestigioso coronel llegó a ser jefe de Operaciones contra ETA. Sánchez Corbí tuvo un papel fundamental en la liberación de Ortega Lara. En el año 2013, después de ascender a teniente coronel y cuando ETA dejó de atentar, pasó a formar parte de la Unidad Central Operativa (UCO), una de las marcas más prestigiosas de la Guardia Civil en su lucha contra la corrupción y el crimen organizado. En diciembre de 2015, asumió la jefatura, ya como coronel. En su haber tiene la detención del asesino de Diana Quer, José Enrique Abuín. Como responsable de la UCO, Sanchez Corbí se ha caracterizado por su independencia, investigando la corrupción de quienes eran sus jefes políticos, en casos como Púnica, Taula, Lazo o Acuamed. Ahora, alejado de los focos mediáticos, recibe a El Español de Castilla y León en la paz de un pueblecito salmantino, donde atiende a sus amigos, rodeado de fotografías taurinas firmadas por los propios diestros, instantáneas realizadas por él mismo, como defensor y aficionado taurino y gran fotógrafo.
P.- ¿‘Historia de un desafío’, es el libro desde el que ha podido expulsar todo lo que llevaba guardado dentro?
R.- No, el libro es escribir una página de la historia de España que no estaba escrita o, por lo menos, completa. Y, sobre todo, no estaba escrita desde el punto de vista nuestro, de los guardias civiles. Es meramente descriptivo, no contiene valoraciones personales. Es únicamente contar una historia que no se había contado y que, a la vista del resultado, ha sido una cosa buena, porque no he recibido críticas, ni ha tenido enmiendas, y hasta es historia pura y dura. Una narración de hechos acontecidos en España, sin más.
P.- Después de casi 15 años, ¿quién puede entender lo que pasó en Euskadi y España con ETA?
R.- Es complicado, es complicado. Creo que, al final, ahí se juntaron muchas cosas, como fue el final de un régimen autoritario, una democracia que empezaba y gente que se confunde, y que se piensa que es el momento de aprovechar la situación para conseguir otras cosas.
P.- En su libro, usted no deja de lado a la iglesia vasca de aquellos tiempos y, sobre todo, a José María Setién. ¿En realidad, qué papel jugó este prelado y la iglesia del País Vasco en todo el conflicto?
R.- Incluso, existen libros muy críticos de algún escritor del País Vasco ('Con la biblia y la parabellum', de Pedro Ontoso) sobre el papel de la iglesia allí y, al final, el papel de esa iglesia está escrito por los propios curas vascos incluso, porque tiene sus homilías. Si uno repasa esas homilías, ve que estaba firme, que no trataba a todos sus feligreses por igual. Había buenos y malos y, casualmente, los buenos para él no eran los buenos para el resto de los españoles.
En la iglesia vasca de aquellos tiempos había buenos y malos y, casualmente, los buenos para él (Setién) no eran los buenos para el resto de los españoles
P.- ¿Llegó a conocer o, incluso, a tratar con el obispo Setién?
R.- No, no, no, no.
P.- A su entender, y con el amplio conocimiento que tiene de todo aquel proceso, como alto y destacado dirigente de la Guardia Civil, ¿qué pretendía ETA?
R.- ETA pretendía la independencia del País Vasco. Sin más, desde el principio de sus días hasta el final de sus días, la independencia del País Vasco.
P.- ¿No pudo tener algo de relación todo lo que acontecía, con tantos muertos y tanto sufrimiento, con el 23-F?
R.- Sí, con rotundidad, el 23-F es una consecuencia de los crímenes ETA. El 23-F surge, entre otras cosas, porque pasamos los años de plomo con muchos muertos, donde el Estado está absolutamente indefenso, y hay quien piensa equivocadamente que es el momento de cambiar el rumbo de la naciente democracia que empujábamos.
P.- ¿Qué supuso el asesinato de Miguel Ángel Blanco en todo este acontecer de ETA y su final?
R.- El secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco es el punto de inflexión donde todo el mundo ya se da cuenta de lo que es ETA y su entorno, y el que no lo sabía, a partir de ese día, lo supo.
P.- ¿Por qué no se comprendía por toda la sociedad civil el trabajo y esfuerzo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, sobre todo de la Guardia Civil, principal blanco de ETA? Incluso, algunos sectores políticos y sociales, se ponían más del lado del entorno etarra que del Estado.
R.- Porque éramos el único muro que tenían enfrente. Con lo cual éramos un muro a derribar por todo el mundo, por unos directamente, y por otros socavando los cimientos de ese muro.
P.- ¿En su vida profesional y personal, qué supuso la liberación de Ortega Lara, que permaneció secuestrado por la organización terrorista ETA entre 1996 y 1997, en un zulo inmundo?
R.- Fue una operación tan importante, como muchas otras; aquí el hecho notorio fue que alguien que estaba condenado y muerto le devolvimos a la vida, y además se visualizó por todos los españoles en el rostro y cuerpo de José Antonio.
P.- ¿Sirvió para algo sacar adelante la liberación de Ortega Lara en la lucha contra ETA? ¿Tiene relación con él?
R.- Fue importante porque, durante más de 500 días, ETA mantenía un pulso y chantaje al Gobierno, y a todos los españoles, y lo ganaba todos los días, hasta que el feliz desenlace final demostró la fortaleza del estado de derecho y de la razón. Lara era un símbolo para todos y, como todos los símbolos, tienen un papel mucho más importante. En cuanto a mi relación, es muy esporádica, le entrevisté para el libro. Ortega Lara es un hombre que está retirado de la vida mediática, de la vida pública, y es entendible.
En este apartado, es importante contar que, en esa operación, intervinieron varios cientos de guardias civiles, la mayoría del Servicio de Información de Guipúzcoa. Yo estuve en un momento clave, pero hubo otros muchos que también estuvieron en otros momentos claves, los méritos son compartidos.
Ortega Lara era un símbolo para todos y, como todos los símbolos, tienen un papel mucho más importante. Mi relación con él es muy esporádica
P.- En aquellos tiempos, con tantas bombas, tantos tiros en la nuca, tantos muertos y heridos, ¿sirvieron para algo las sucesivas negociaciones políticas, de todos los gobiernos?
R.- La respuesta no es una valoración mía, hay que remontarse a las hemerotecas. Ninguna negociación, y hubo tres importantes, ninguna resolvió nada. Por el contrario, a ETA las negociaciones le supusieron un plus de legitimidad. Y a nosotros, a los españoles y al Gobierno de España, no le aportaron nada. ETA solo entendía la negociación como una cesión total a sus demandas, y eso era un trato imposible.
P.- ¿Se acabó el terrorismo de ETA?
R.- Sí, totalmente. No hay terroristas. Hemos acabado con los terroristas, con los jefes y con los pistoleros. Algo tan rotundo como eso y, además, los últimos terroristas fueron todos detenidos. Queda alguno con asuntos pendientes que se le persigue, pero ya no hay estructura, no hay jefes. Y creo que tampoco tienen ya ni siquiera la ilusoria capacidad de derrotarnos.
P.- Ahora vivimos el terrorismo yihadista.
R.- Sí, pero eso ha existido desde hace muchísimos años. Si no recuerdo mal, ya en los años 80 hubo un atentado contra un restaurante en Madrid frecuentado por militares estadounidenses (Restaurante El Descanso). Y esto es un tema con el que hay que convivir.
P.- Podemos decir que ahora vive el reposo del guerrero, a su edad y después de toda una vida en el primer foco de la actualidad, tanto en la lucha antiterrorista como al frente de la UCO de la Guardia Civil. Es decir, la élite.
R.- Tengo que decir que sigo muy activo, aunque en un mundo profesional muy distinto. Pero bueno, ya está, tras 35 años, ahora me dedico a otra cosa. Eso son páginas de la vida de cada uno, que se van cerrando y se abren otras nuevas, aunque en mi corazón siempre he sido, soy y seré guardia civil.
Tengo que decir que sigo muy activo, aunque en un mundo profesional muy distinto. Tras 35 años en la Guardia Civil, ahora me dedico a otra cosa
P.- Concretamente la Guardia Civil ha sido muy castigada, al igual que la sociedad, por muchos años de plomo, desprecio y miedo. ¿Debemos perdonar?
R.- El perdón es cosa de cada uno. El perdón ya es un tema individual. Creo que hay que remitirse a la justicia, igual que hay un montón de delitos que no se perdonan, sino que hay que cumplirlos. Pues el terrorismo igual, no es un tema del perdón, que ya es cosa de cada uno, y habrá quien perdone y quien no perdone, y eso es cosa de cada uno. Pero bueno, aquí hablamos de justicia. El violador, por mucho que deje de violar, sigue teniendo que pagar por los crímenes cometidos. El terrorismo es igual, no es un delito como otro cualquiera, es más grave incluso. Entonces, perdonar, allá cada uno con su conciencia. Cumplir la justicia, sin más.
P.- ¿Qué opinión le merece la situación de desastre humano y político de Afganistán?
R.- La conclusión que debemos sacar es que no podemos implantar de golpe modelos democráticos, que nos han costado muchos siglos llegar a comprenderlos y asumirlos. No podemos importarlos de la noche a la mañana en sociedades que están todavía a años luz de nosotros. Hay un camino que las sociedades tienen que recorrer para llegar a ser como Europa, que lo ha hecho desde la Edad Media hasta la democracia actual, y que no se puede acelerar. Hay todo un largo proceso de maduración que no se puede ni obviar, ni acelerar. Pero cuando queremos trasladar un modelo europeo de democracia occidental, a un mundo que todavía no está preparado, es un fracaso absoluto.
P.- ¿Qué es para usted este entorno rural de campo y sierra donde pasa algunas jornadas?
R.- El entorno rural es paz y tranquilidad, pero a la vez es abandono y tristeza, porque aquí, en cada esquina, ves que este mundo se cambia y abandona por las grandes ciudades, y por mucha gente que no conoce este mundo y que vive rodeada de ruido, de coche, de humo. Y esto es paz.
P.- El entorno de una España vaciada.
R.- Dentro de una España vaciada y abandonada. Y a mí casi lo que más me fastidia y duele es que las administraciones de esta España vaciada lo asumen con resignación. Hoy en día, un niño que nace en este pueblo, sabe que no tiene las mismas posibilidades que un niño que nace en Madrid, o en Barcelona, o en Bilbao, que su futuro personal y profesional no puede ser el mismo, y eso en un país como España es injusto.
P.- Usted tenía en la provincia de Salamanca un gran amigo, José Pinto, que tristemente falleció y representaba los valores de esa España rural. Una persona que trasladaba el mundo rural, la ganadería y cómo se vivía en un pueblo por toda España.
R.- Pues sí, José Pinto era, aparte de un amigo, un ejemplo de las paradojas de esta España vaciada, como alguien que no tenía formación académica, que era autodidacta, era un cerebro, un erudito. Y luego peleaba mucho por poner al mundo rural, o por lo menos sacarlo, de los estereotipos y del ostracismo donde estaba. Fue una pena, porque a su pueblo lo dejó huérfano, y creo que a toda la comarca y a toda Salamanca, porque él estaba todo el día promocionando su tierra y, de hecho, quizás eso fue lo que le llevó a la tumba, que llevaba una vida muy estresante y no paraba, y, al final, se lo llevó por delante. José Pinto mostraba las paradojas del mundo rural, cómo se puede vivir aquí y ser más listo que el 90 por ciento de los que somos de capital.
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