¿Qué supuso para Salamanca ser Capital Europea de la Cultura en 2002?Supuso una ocasión que la ciudad había ansiado tener y que supo aprovechar.
¿En qué cambió Salamanca a raíz de ese acontecimiento? En primer lugar, se dio cuenta de que era capaz de conseguir aquello que se proponía cuando había un amplio consenso y una voluntad de conseguir objetivos. De hecho, no pensaba que lo iba a conseguir esa capitalidad, lo consiguió y no estaba nada escrito previamente de que eso fuera a ser así. Pero lo consiguió. Y después hubo una recuperación importante de autoestima, de capacidad de organizar grandes acontecimientos que se han sucedido después.
¿Por qué? Porque Salamanca se dotó de nuevas infraestructuras culturales, se dotó de nuevos ámbitos de gestión cultural y turística, y se dotó también de objetivos de ciudad como Ciudad de Cultura y como Ciudad Universitaria.
¿Qué se encontró usted y qué dejó al cierre del Consorcio?
Encontré el proyecto de Ciudad Europea de la Cultura, dependiente de una definición completa. Ya se habían articulado los programas de inversiones y el propio Consorcio Salamanca 2002. El Consorcio, su primer coordinador, fue Juan Antonio Pérez Millán, querido y recordado amigo, al que sustituimos después Alberto Martín Expósito como coordinador ejecutivo de programación, como yo mismo como coordinador general y el Ayuntamiento, del que Julián Lanzarote era el alcalde, y el concejal Fernando Rodríguez, una figura fundamental para el impulso de las inversiones. Había puesto en marcha ya un programa muy importante de inversión en nuevos edificios culturales. A partir de ahí había que articular el propio Consorcio. Necesitaba una sede, necesitaba un equipo excelente, al que tengo que agradecer permanentemente su trabajo. Y en agosto de 2000 empezamos a trabajar ya como Consorcio. La labor de Alberto Martínez Expósito, como gran gestor cultural, fue fundamental y ya pudimos configurar un equipo, un presupuesto, una programación, un programa también de comunicación y de imagen de la ciudad, y tener todo listo para que fuera presentado a principios de diciembre de 2001 y pudiera todo empezar en 2002, como un gran festival de un año entero.
También fue el año de las grandes infraestructuras de la ciudad.
Salamanca tenía un déficit muy grande en ese momento de edificios culturales. Realmente, el único teatro que se utilizaba en una programación previa y que llevaba varios años funcionando con éxito, se llamaba Cultural Salamanca, que gestionaba la Universidad con la colaboración del Ayuntamiento, la Diputación, la Junta y durante los veranos Caja Duero. Aquel programa se desarrollaba en instalaciones de la Universidad. El Teatro Juan del Encina era el único teatro abierto realmente con programación estable y el Colegio Fonseca, que en aquel momento tenía que utilizarse como espacio también, porque no había otro mejor para desarrollar esas furiosas actuaciones. Durante el verano se decidió recuperar el Teatro Liceo cuando el Ayuntamiento lo adquirió, hubo una reconstrucción respecto de las ruinas que existían, manteniendo el estilo previo que tenían. El teatro se abrió el 1 de marzo.
Como instalación de nueva planta se creó el Centro de las Artes Escénicas y la Música, un gran espacio con muchas posibilidades. Se recuperó la antigua prisión provincial hacia el ámbito de la cultura, con lo que es ahora el DA2, como un Centro de Arte Contemporáneo. Se levantó también como edificio de nueva planta el Multiusos Sánchez Paraíso, que fue la última de las infraestructuras en culminar, y que ha servido hasta de vacunódromo desgraciadamente en esta pandemia que hemos sufrido. Y se abrieron también al público un espacio muy interesante que ha dado muy buenos resultados, como es la Sala de Exposiciones Santo Domingo dentro del complejo del Convento de San Esteban. De hecho, la primera exposición que se inauguró allí fue la dedicada a Rodin, que vino de París y que se distribuyó por otros espacios. También se abrió el Museo de Historia de la Automoción, inaugurado aquel año.
Además, la Universidad recuperó un espacio emblemático de la ciudad que es la Hospedería de Fonseca. Se inauguró en aquel momento la magnífica sala de en lo que había sido la Facultad de Medicina históricamente, y se incorporaron unos meses después el nuevo auditorio y la sala menor de la Hospedería, que sigue teniendo un uso espléndido. Por su parte, Caja Duero rehizo por completo su teatro de la Plaza de Santa Teresa. Eso por lo que se refiere a infraestructuras culturales más representativas.
Hubo también un programa de inversiones privadas muy importante en la ciudad, que la dotó de una infraestructura hotelera relevante que no tenía Salamanca. La carencia no sólo era cultural, sino también hotelera para ser una ciudad de congresos, para ser ciudad de turismo cultural. Se necesitaba una dotación suficiente de hoteles. Y no los tenía. En aquel momento se abrieron 22. Ha seguido esa racha de los hoteles en alza. Se mejoraron las instalaciones en restauración, en hostelería en general, si la hostelería nocturna era conocida, otras lo eran menos. Tuvieron un gran auge porque aquel año además hubo un Plan de Excelencia Turística que realizaron Ayuntamiento, Gobierno de España y Junta de Castilla y León, que fue muy importante. Y lo más importante, la Capitalidad y el Plan de Excelencia permitieron convertir a Salamanca en un destino de turismo cultural que se ha consolidado, sin duda algún.
¿Si tiene que quedarse con algo de todo lo que aconteció, con qué sería?
Me quedaría con la implicación ciudadana. Esta es una capitalidad en la que esa implicación se ha destacado en encuentros, congresos, jornadas, estudios que se han hecho sobre Salamanca 2002 en España y fuera de España. Es una de las ciudades donde mejor y más intensamente respondió la ciudadanía al acontecimiento. Y eso es fundamental. Un acontecimiento de este tipo, si no tiene respaldo ciudadano, ya puede ser muy importante desde el punto de vista cultural, pero no funciona igual. Los salmantinos se convirtieron en los principales embajadores del acontecimiento, y eso es lo que ha quedado. Se ve de manera sorprendente cómo había un amplísimo consenso entre los distintos grupos políticos, organizaciones y, sobre todo, una gran implicación ciudadana. Yo creo que eso es lo mejor y lo que hay que agradecer.
¿Qué nos queda en la ciudad de todo aquello?
Quedan muchas cosas que ha que ir lanzando y actualizando, porque no se puede vivir solo de recuerdos. Nos quedan las infraestructuras culturales. Yo creo que son, como decía antes, una aportación importante a la ciudad. Nos quedan instrumentos de gestión cultural y turística nuevos. El Consorcio Salamanca 2002 fue sustituido por la Fundación Salamanca, Ciudad de Cultura y Saberes. Una Sociedad de Turismo que sigue funcionando también y de promoción económica. Nos queda una imagen de Ciudad de Cultura que después se ha reforzado. También con el VIII Centenario de la Universidad de Salamanca, Ciudad de Cultura, Ciudad Universitaria. Y nos queda, y creo que esto ha venido a redondearlo también, el VIII Centenario, con una colaboración muy importante entre Ayuntamiento y Universidad para relanzar una ciudad, su economía, su forma de vivir y su imagen, que tienen mucho que ver con la cultura y la educación.
¿No existía esa relación con anterioridad?
Siempre han existido buenas relaciones, pero proyectos conjuntos y una colaboración tan intensa, creo que no. Todo empieza con la capitalidad y da un salto muy importante, yo diría más, porque tuve la suerte de gestionar el VIII Centenario, da un salto importantísimo. A diario se ven la cantidad de proyectos en los que el alcalde y el rector están impulsando para la ciudad y la provincia.