El periodista salmantino Francisco Gómez Bueno encandiló este martes a los asistentes al Teatro Liceo invocando a “la caridad, la cultura y las raíces” durante su personal pregón de la Semana Santa de Salamanca. Tras dos años de aplazamientos por la pandemia, el informador de La 8 por fin pudo escenificar un cuidado discurso, sin atril, a pecho descubierto, intercalando música, imágenes y sonidos en medio de una docena de historias de vida semanasantera repletas de recuerdos y emociones.
El pregón de Paco Gómez estuvo, pues, dividido en 12 entregas referidas a 12 horas diferentes en el día como las 12 campanadas de un reloj imaginario, el suyo, el que no tuvo de niño hasta que hizo la primera comunión y acostumbraba a dibujarse en el brazo, y que funcionó como agente de sincronía en una escaleta perfectamente estudiada por un experimentado profesional del medio televisivo. Rompiendo algunos cánones de esta tradicional cita, el periodista cumplió con la honra a la Pasión desde una puesta en escena, sin duda, original.
Desde “la procesión del santo pasillo”, que de niño representaba año tras año en su hogar de niñez, pasando por su primera noche como hermano de la Dominicana, o su accidentado ingreso en la Facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de Salamanca y la incipiente relación con quien es hoy su mujer, las historias de Gómez tuvieron también cumplidas referencias a su profesión e incluso menciones a la siempre temida lluvia en los días que se avecinan.
La riqueza de las descripciones que jalonan los recuerdos de este periodista decoraron un discurso que tampoco quiso renunciar a cierto trasfondo social y que ahondó en los recuerdos de quienes ya no están, a causa, entre otras cuestiones, de esta pandemia que no le permitió hasta hoy ejercer como pregonero a pesar de haber sido designado en 2019. Incluido el malogrado José Manuel Blanco, periodista y amigo suyo, para quien tuvo sentidas palabras en la parte troncal de su locución. El pregonero esbozó un retrato familiar más bien costumbrista con brillantes toques de humor y profundos detalles sentimentales que condujeron a la platea por un vaivén emocional que incitaba a la ovación constante.
“No es momento de pararse por nada. Es el momento de poner la proa a la caridad, a la cultura, a las raíces, a lo que fuimos, a lo que somos y queremos ser. Es el momento de volver a la fila, de poblar de luces las calles. De seguir arrimando el hombro en uno de los pocos universos donde no hay fronteras, no importan colores políticos, no hay clases sociales. Solo el esfuerzo colectivo en una de las mejores manifestaciones que hemos sabido mantener como sociedad. A eso le pongo toda la fe. ¿Cómo va a salir mal nuestra apuesta si tenemos todo lo mejor que hemos sido y el mejor futuro que ofrecer?”, se preguntó el periodista.
Al evento, celebrado en un Teatro Liceo lleno hasta la bandera, acudió el recién nombrado obispo de Salamanca, Juan Luis Retana, el presidente de la Junta de Semana Santa, Francisco Hernández, así como el alcalde de la ciudad, Carlos García Carbayo, y el presidente de la Diputación, Javier Iglesias, a quienes el pregonero, en su afán por innovar, saludó el último término y no al principio, como mandan los cánones. Los momentos musicales, comenzando por la marcha ‘Pasión en Salamanca’ y ‘Llorando a mares’ con guitarra española, la proyección de imágenes procesionales y la reproducción de cortes sonoros trufaron una puesta en escena que, desde el diálogo de apertura, escapó de lo común.
En el tramo final, Gómez quiso honrar a los hermanos y cofrades que, tras larga ausencia, estarán de nuevo a pie de paso. “Qué bueno que no se hayan rendido todavía. Qué bueno que les siga latiendo el corazón como un tambor cuando se abren las puertas, cuando huele a incienso. Qué bueno que se ciñan el hábito para salir a la calle a gritar el mañana, la buena noticia, la esperanza. Es la Semana Santa, la misma y la que se rehace de cero cada abril. La que llena las horas, los recuerdos, los rincones. Será por eso por lo que allí donde miro veo Semana Santa y que, a través de ella, como a José Emilio Pacheco, al final me queda una sola certeza: haber vivido”, finalizó entre encendidos y prolongados aplausos.