Salamanca olvida al explorador del Gran Cañón del Colorado
Francisco Vázquez de Coronado capitaneó en 1540 la gran expedición que recorrió el oeste americano
22 mayo, 2022 07:00Según la leyenda, Cíbola sería una de las fantásticas Siete Ciudades fundadas por unos obispos que embarcaron al oeste huyendo de la invasión árabe de la península. Siglos más tarde, con el auge del descubrimiento del Nuevo Mundo, varios náufragos supervivientes difunden en México el rumor sobre la existencia de grandes ciudades ubicadas al norte del virreinato.
No debe parecer extraño entonces que, en 1539 fray Marcos de Niza soñara con las siete legendarias sedes apostólicas y se las imaginara en pleno continente americano, por lo que, siguiendo instrucciones del virrey Antonio de Mendoza, emprendió la ruta que le conduciría a las Siete Ciudades. Salió de la villa de San Miguel de Culiacán, lugar extremo poblado por españoles. Le acompañaban su hermano de religión fray Honorato, varios indios y uno de esos supervivientes, un esclavo negro llamado Esteban.
Fray Marcos envió delante de la expedición a este Estebanico, que conocía las lenguas indígenas, para que le enviase noticias de lo que iba viendo. Al llegar a los pueblos de Zuñi, al oeste de Nuevo México, los consideró como siete grandes y ricas ciudades y así se lo transmitió al fraile. Sin embargo, eran humildes poblados pertenecientes a los indios de los grupos pueblo, que habitaban casas de adobes de varios pisos y tenían una cultura superior a la de los otros indios norteamericanos.
En la principal ciudad, Cíbola, los indígenas mataron a Estebanico. Niza no se atrevió a entrar y regresó, bautizando antes a las Siete Ciudades con el nombre de Nuevo Reino de San Francisco. Las maravillosas noticias que dio sobre las ciudades de Cíbola, así como las exageradas riquezas que les atribuía y el poder que afirmaba tenían sus reyes, provocaron gran entusiasmo y la creencia de que existía otro imperio en las regiones del norte, superior o igual al azteca.
Mendoza no dudó en ofrecer tal empresa al salmantino Francisco Vázquez de Coronado, más conocido sencillamente como Coronado, confiando en su experiencia y fidelidad.
Nació en Salamanca
Vazquez de Coronado, nació en Salamanca hacia 1510. Su padre había servido a los Reyes Católicos y al Emperador y su madre había sido dama de Isabel la Católica. En 1535 había llegado Coronado con Mendoza a México, y dos años más tarde ya estaba casado con Beatriz, hija de un rico tesorero ex gobernador de Nueva España.
Sus buenas relaciones lo catapultaron enseguida a puestos de responsabilidad. En 1538, siendo regidor de la capital, fue nombrado para el gobierno de Nueva Galicia. Mendoza le entregó unas instrucciones para que convirtiera y tratara bien a los indígenas, para dominar rebeliones y para desarrollar ciudades, como Guadalajara, tanto poblacional como materialmente. Y lo hizo bien, de ahí que Mendoza confiara en él para esta nueva misión.
Así, en la villa de Compostela, en Nueva Galicia, se preparó con esmero la expedición, organizando víveres, ganados y equipajes. La congregación la componían cerca de trescientos españoles (cuyos soldados no superaban los veinticinco años) y ochocientos indios, misioneros, caballos, cerdos y carneros. Sin olvidar a fray Marcos de Niza.
Las instrucciones de esta generosa y bondadosa expedición eran claras: los indios no irían forzados, sino voluntariamente. No se les llevaba como hombres de carga, sino como pastores, exploradores o zapadores, y cuando no llevasen a sus familias, éstas debían ser bien atendidas hasta que el nativo regresase. Todos los indígenas, tanto aliados como conquistados, debían ser tratados cristianamente, como hombres libres.
Y así partieron gozosos en 1540. Pero ya en Culiacán, empezó a cundir el desaliento, pues Melchor Díaz y Juan de Zaldívar, que se habían adelantado para confirmar las informaciones de Niza, no habían visto las tan soñadas riquezas.
Entonces Coronado decidió avanzar él mismo con un centenar de hombres para, después de dos meses y medio de marcha, contemplar atónito la quimera de fray Marcos. El añorado país era un desierto donde el hambre y la sed hicieron perecer a muchos indios y padecer a bastantes españoles.
Esta desilusión hizo que la expedición se dividiera: Melchor Díaz y los suyos retrocedieron y exploraron la cabeza del golfo de California, atravesando el río Colorado, Pedro de Tovar exploró el noroeste de Cíbola en la provincia de Tusayán, y García López de Cárdenas, enviado por Tovar hacia el oeste, encontró el Gran Cañón del Colorado.
El cuartel de invierno fue instalado en Tiguex, junto al río Grande, en una zona más fértil y poblada que las anteriores. De allí salió Coronado al año siguiente buscando el riquísimo país de Quivira, según lo describía un indio esclavo de los indios pueblo.
Tras mes y medio cabalgando por Oklahoma con treinta jinetes, llegaron a Quivira (Wichita), pero era una aldea mísera y seminómada, donde los indios “pieles rojas” ni tenían oro ni nada que fuera diferente de otros poblados. Así que regresaron todos a Tiguex cruzando miles de kilómetros de lo que hoy son Kansas, Oklahoma y Texas.
Tachado de fracaso
Tras sufrir una caída de caballo y recibir fuertes heridas de otro que pasó sobre su cabeza, Vázquez de Coronado estaba fuertemente decepcionado y sometió a votación de sus soldados el retorno a México o continuar la búsqueda. El voto fue rápido y claro. En primavera de 1542, casi dos años después de salir del virreinato, ponían rumbo al sur nuevamente.
El balance de esta cruzada fue tachado de fracaso, con cuantiosas pérdidas económicas y humanas, y sin encontrar las siete ciudades de plata y turquesas. El virrey Mendoza recibió con frialdad al salmantino, quien renunció en 1545 al gobierno de Nueva Galicia y se retiró a sus ricas propiedades de México, donde continuó con una sombría vida.
Aunque la expedición de Coronado pueda parecer costosa e inútil, se puede considerar un antecedente útil y necesario para la colonización del Nuevo Mundo, ya que abrió el camino de la costa occidental y escribió en los mapas de América los nombres de Tusayán, Cíbola, Tiguex, los Llanos de Cíbola y Quivira.
Es más, el inicio de la tradición histórica estadounidense que va desde California hasta Nebraska se origina precisamente con la exploración del valeroso Coronado. No fue tan en vano pues.