Desconocemos si son los deseos de los ediles de antes, de ahora y del futuro, del Ayuntamiento de Salamanca, sin distinción de partidos, de programar en los días de Ferias de la Virgen de la Vega, fiestas que tengan un sentido y desarrollo eminentemente popular. Es decir, fiestas de participación total del pueblo, sobre todo los barrios de la ciudad, casi siempre olvidados. Ya que, desde mediados de los 90 del siglo pasado, con la llegada de Julián Lanzarote al Ayuntamiento, se buscó traer a la gente de los barrios al centro, concentrando en la Plaza Mayor y plazuelas adyacentes como Anaya y Los Bandos, todos los actos festivos. Craso error.
Si miramos al pasado, veremos que Salamanca en fiestas populares tiene una limitada experiencia, al contrario que otras ciudades vecinas y las demás lejanas. El salmantino fue casi siempre espectador de lo que el Ayuntamiento programaba, pero en muy contadas ocasiones, quizás allá por los años 80 y la llegada de la democracia con Jesús Málaga como alcalde, fue actor activo en esas fiestas. Y, por ello, las ferias no han sido según nos haya ido en ellas, sino como las programó el Ayuntamiento de turno.
Remontémonos al programa de las Ferias de 1902, en las que no hubo novedad alguna, según crónicas de El Adelanto, para conocer las fiestas de antaño: inauguración de la Feria el día 8 con disparos de voladores, toque de diana y reparto de bonos de pan por un total de 1.500 pesetas por el Ayuntamiento y entre los muchos pobres de la población. Fiesta Virgen de la Vega, conciertos musicales, gigantes y gigantillas, desenjaule de los toros, bailes en el Salón Artístico y otros locales e inauguración de actuaciones en el Liceo.
Veamos también las críticas de entonces, así, el 19 de ese mismo año, afirmaba el cronista de El Adelanto: "No nos cansaremos de repetirlo. El único festejo que trae a forasteros a Salamanca durante la Feria es el de las corridas de toros. El tan largo como insulso programa de fiestas que todos los años organiza la Comisión Municipal, sólo sirve para acreditarnos del mal gusto y asemejarnos a un poblachón de mala muerte". ¿Seguimos igual que antaño, con un programa insulso? Veamos.
Los orígenes de las Ferias de Salamanca
La Feria de septiembre de Salamanca tiene su origen histórico en la primera mitad del siglo XV. Las Ferias y Fiestas de Salamanca se iniciaron por entonces debido a las cosechas que los campesinos recogían en verano y acudían a la ciudad a vender sus productos. Pero también existe una vertiente histórica, religiosa o de leyenda, ya que desde entonces, la Virgen de la Vega se ha convertido en un elemento esencial y a la que se homenajea cada 8 de septiembre. Cuenta la leyenda que la Virgen de la Vega otorgó la rotunda victoria a los salmantinos tras expulsar a los partidarios del emperador Carlos VI de Salamanca, el cual estaba empeñado en conquistar el Trono de España, y que mantuvo sitiadas varias ciudades españolas en la Guerra de Sucesión, entre ellas Salamanca. Los salmantinos estaban en plenas fiestas y totalmente desprevenidos ya que era el día 17 de septiembre de 1706, y se encomendaron a la Virgen de la Vega que ya era patrona de la ciudad de Salamanca desde 1618, para que les librara de los ataques y saqueos de las tropas portuguesas partidarias del archiduque Carlos VI.
He aquí, las palabras que encabezaban el privilegio: "E por los muchos servicios, é leales, é buenos, señalados oficios, que vosotros me habéis hecho, é facedes cada dia, é ficieron vuestros antepasados á los Reyes onde venimos por la grande fidelidad, que yo siem pre en vosotros, é en el Revérendo Padre Fr. Gonzalo de Vivero Obispo de esa Ciudad, é Oidor de la mia Audiencia, é mi Consejo,é de el Dean, é Cabildo de ella, é en el Rector, é Doctores é Universidad etc....". Y de ese preciso momento parte la que, mejor o peor, se ha mantenido con el nombre de Ferias y Fiestas de Salamanca,en honor de la Virgen de la Vega y protagonismo también de San Mateo, el 21 de septiembre.
Un recorrido por el tiempo
De niños siempre nos llamaba la atención el Recinto Ferial, cuyas atracciones se han situado en diferentes lugares. En tiempos estuvieron en la plaza de la Libertad, luego pasaron a la plaza de los Bandos, emplazamiento que fue muy criticado porque los ruidos de la feria, incluidos los rugidos de las bestias africanas que se exhibían, molestaban a los inquilinos del Hotel Comercio, situado donde hoy está el Banco de España. Más tarde se fueron a la plaza del Mercado, y a principios del siglo XX se decide que el mejor lugar es La Alamedilla, por entonces suelo rústico. En La Alamedilla de los años cincuenta se podía subir a la montaña rusa, entrar en la Gruta de las Maravillas o disfrutar de los eternos carruseles de caballitos, dicen que llegados del París bohemio.
Pero también era de obligada visita el mercado de ganados que se celebraba en el Teso de la Feria, donde comprar un cerdo, vender un asno, charlar, compartir, o estar allí haber qué pasaba era algo que los llegados de los pueblos vivían con intensidad. El 11 de septiembre de 1916 el diario provincial El Adelanto, con la pluma de Juan de Salamanca, describía el mercado de ganados de la siguiente manera:
"La visita es interesante. Pasada la calle de San Pablo y llegando al puente Nuevo, la meseta del Teso aparece como una negra montaña, con sus altibajos y sus manchas de diferente color. Pasáis el puente, lanzando una mirada de terror al verdoso Tormes, seguís a saltos por la carretera, que están cubriendo de guija, y entráis en el Arrabal. Un par de gitanos, juncales y pintureros, salen a daros la bienvenida, como si entrarais en sus dominios. Unas vecinas se pelean a voces porque a una le faltan unas gallinas. Pasan unos coches de curiosos que nos han cogido la delantera. Subís una cuesta, a cuyo final se destaca la figura de dos camineros y estáis en el Teso. Unos vendedores de sandías preparan el puesto mientras las señoras se acicalan. Unos pasos más y estáis en pleno ferial. Una amplia meseta. Al frente, Salamanca, con la masa abrumadora de su Catedral y sus caras desconchadas. A la izquierda, el Cementerio, y abajo, los árboles del Tormes, que ponen unas graciosas pinceladas de verde. En el Teso, vendedores de la provincia, montados en voluminosas yeguas, lechuzas, que saltan y corren como cabras o que vienen y se pegan cariñosas a los costados de las madres. Compradores extremeños, con sus largas varas.
No se ve ni una muestra de gitanería. Siguen los tratos, apretando cada vez más los compradores y haciéndose más interesantes los que venden. La lucha está empeñada entre Extremadura, y Salamanca. Los vendedores son todos salmantinos y los compradores todos extremeños […]
Siguiendo el hilo de Francisco José Álvarez García, en el estudio 'Feria y verbena salmantina a comienzos del s.XX. Una ventana a la actividad artístico musical a través de la prensa local', (Upsa), los bailes eran una diversión festiva que hoy se ha perdido totalmente. Las crónicas de antaño reflejan que se programaban bailes populares en todas las plazas de la ciudad charra, mientras que las familias con mejor posición económica y social tenían sus propios locales de divertimento bailongo. Las clases que siempre ha tenido la ciudad del Tormes, es que Salamanca siempre fue clasista con toda su cohorte de terratenientes, aristócratas y comerciantes.
Estos bailes de la 'alta sociedad' o la aristocracia rural charra se celebraban en el Casino, en el Salón Artístico Salmantino, en la Sociedad Unión Mercantil, en el Salón Oriental o en el Círculo de la Perla. Los bailes populares de las plazuelas casi siempre se hacían a ritmo de gaita y tamboril, acordeón y algún instrumento de viento y, por qué no, más alegres y desenfadados que los de la alta sociedad.
Al ir transcurriendo la segunda mitad del siglo XX, las verbenas y los bailes pierden la participación por parte de los barrios y, como consecuencia, llegan a su final. Un triste final que perduró casi hasta la década de los 80, con algunos amagos por parte de la Corporación de Jesús Málaga y que, hoy en día, con Carlos García Carbayo, se intenta más o menos recuperar. De por medio queda todo un largo periodo en la que el Ayuntamiento quiso hacer, y lo logró, de las Ferias y Fiestas de Salamanca una programación para ver y no 'tocar', concentrada, dijimos en el centro obviando el factor popular de los barrios.
El teatro también era importante en las ferias de antaño, ya que lograba concentrar en Salamanca muchos habitantes de los pueblos. La pena es que de pie solo queda el Liceo. Los habitantes de aquellos años, hasta finales de los la década de lo 80, tenían posibilidad de presenciar a todas las grandes compañías que recorrían España, porque, además, había más teatros. Al Liceo se sumaban el Bretón, el Moderno, el Coliseum y el Taramona, si no dejo en el tintero algún otro de menor importancia, como el Cinema Salamanca de las clases más pudientes, en la calle Vázquez Coronado. Sin olvidar el Cine Gran Vía, que para las Ferias de septiembre se transformaba en teatro, una de las compañías asiduas la integraban los actores Antonio Casal y Ángel de Andrés, tenían un espectáculo mixto entre comedia y revista pero de mucho éxito entre el público salmantino de la provincia, los que "venían a las fiestas" se decía.
Y, por fin, los toros
Quienes conocen las Ferias de Salamanca, de antaño y de ahora, saben perfectamente que los toros han sido siempre los espectáculos centrales de todo el programa, oficial y privado. La Feria Taurina de Salamanca, a celebrar en La Glorieta, era el reclamo, hasta principios del siglo XXI, que más visitantes lograban atraer a la ciudad. También es sabido que desde finales del siglo XIX y los años 70 del XX, inclusive, los toreros gozaban de una popularidad como hoy pueden tener las primeras figuras del balompié.
Ahí estaba el añorado Gran Hotel, en la plaza Poeta Iglesias, y hoy convertido en un edificio de lujosos apartamentos, donde se concentraban toreros, ganaderos, empresarios, apoderados, banderilleros, picadores, cronistas, figurones y buscavidas. Con la desaparición de este emblemático hotel también se marchó, para no volver, la época dorada del toro en Salamanca y el declive de una feria taurina venida a menos, y que agoniza.
Para anunciar esta importante y prestigiosa feria de toros, a la que se apuntaban todas las primeras figuras y que, además, era seria y no bullanguera, estaba La Mariseca, colocada en la espadaña del Ayuntamiento el día de Santiago (25 de Julio), un mes y medio antes del comienzo de los festejos, y era la encargada de recordar el tiempo taurino que se aproximaba.
“(...) La Mariseca en Salamanca, es ya una institución y estoy seguro de que el año en que, llegado el día de Santiago, no se tocase el reloj de la plaza, no se disparen cohetes, no tocase la música y no fuera elevada la pequeña bandera de la espadaña de la casa consistorial, habría terminado para muchos el encanto que para nuestra ciudad tiene el día de Santiago. (...). Lucen nuestras mujeres sus mejores y lujosas galas; puéblase la plaza de gentes de la ciudad y del campo, toca la música en el templete, y, durante un par de horas, bajo un sol espléndido y de fuego y bajo un cielo azul y hermoso, se respira ese ambiente de alegría y de regocijo, que sólo pueden dar el anuncio de unas corridas de toros magníficas, de las que todos estamos orgullosos, y a las que todos también deseamos éxito enorme (...)”, según reflejaba la crónica 'De la calle', El Adelanto de Salamanca, el 24 de agosto de 1909.
La Mariseca en los siglos pasados se habría colocado no sólo para anunciar las corridas de la feria, también la víspera de cada festejo taurino que entonces eran más frecuentes. La noticia más antigua que se conserva acerca de La Mariseca se refiere al año 1455: "... y otro toro se dé al que tuviese las medidas y cuidado de poner la mariseca y de pintarla a 13 de agosto de 1455". En el siglo XV la persona encargada de poner la Mariseca recibía en pago uno de los toros que se mataran en el festejo.
Después de toda una celebración de corridas, bailes, visitas al recinto ferial, cabezudos y gigantes, llegamos al 21 de septiembre, como perdido en el calendario, para celebrar San Mateo, conocido antiguamente como la Tornaferia. También se celebra una corrida de toros en La Glorieta, antes de las llamadas 'duras' con hierros que 'asustaban', eran comunes los astados del Cura de Valverde, Barcial, Galache, Gracilianos... y un caballero al toreo de caballo. Era, en palabras de antaño, la conocida 'corrida de la pana', a la que acudían los hombres de los pueblos, que poblaban los tendidos de sol ataviados como todos sabemos, con pantalones de pana, alpargatas y camisa blanca, y si terciaba la boina y que no faltara la bota y el envuelto de jamón y queso. Una jornada que aprovechaban para comprar en los diversos mercados, porque ese día también se celebraba mercado, sobre todo en las cercanías de las cocheras de los coches de línea: San Juan y San Isidro.
¿Y hoy en día?
Un resumen muy ligero de las Ferias y Fiestas de Nuestra Señora de la Vega, patrona de Salamanca, como se las llama ahora, indica que se celebran del 7 al 15 de septiembre en honor de la Virgen, siendo el 8, festividad de la Natividad de la Virgen, el día central con desfile de la Corporación Local, todos bien engalanados, misa pontifical en la Catedral ofrecida por el obispo, y un ágape con discurso del alcalde. Pero el día antes tiene lugar la Ofrenda Floral, nacida allá por 1990, por iniciativa de la Asociación del Traje Charro.
Durante este tiempo festivo, tienen lugar pasacalles de tamborileros y charangas con cabezudos, gigantes y gigantillas, conciertos en la Plaza Mayor con las primeras figuras de la canción, los más importantes, y también en el nuevo anfiteatro de Salas Bajas, llamado Parque Nebrija. Mercadillos medievales o del Siglo de Oro en La Vaguada de la Palma, fuegos artificiales de inicio y fin de ferias, la Feria Taurina de rigor, aunque ahora menos, y muchos otros actos como teatro en el Liceo, comedias musicales en el CAEM, o ese nuevo teatro de calle.
En el Recinto Ferial de La Aldehuela, a las orillas del río Tormes, se sitúan las atracciones y el circo, dos elementos clásicos que nunca pueden faltar, aunque el segundo adaptado a estos nuevos tiempos de 'conciencia animalista'. Un recinto definitivo después de vagar por La Alamedilla, Garrido, la avenida de Portugal o Pizarrales. Otro elemento a destacar, en estas fiestas de hogaño, es la Feria de Día, en la que los establecimientos hosteleros sacan a la calle sus pinchos a precios asequibles, para solaz del disfrute, el ocio y la fiesta.
Y volvemos al principio, ¿será cierto, en nuestros días, aquello que recogió C.R. Ansede, en el libro 'El Carnaval se fue'. De la Salamanca de ayer: usos, costumbres, recuerdos... editado por la Diputación de Salamanca, 1960: "Pero hemos de reconocer que la
animación y la alegría que por todas partes se ve no la disfrutan todos, quiero decir que estas fiestas son principalmente para los forasteros y los desocupados, con respecto a las diversiones, y lucrativamente para los dueños de cualquier negocio o comercio (...)". Juzguen ustedes, amigos lectores, ay!