Carlos Taibo Arias (Madrid, 1956) fue profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid entre los años 1990 y 2018, año en el que se jubiló. En la actualidad, cuenta con más de 30 libros publicados en los que vaticina la llegada de un colapso ante los acontecimientos inciertos que está viviendo la sociedad debido a la pandemia, la guerra de Rusia y la situación económica. El escritor madrileño defiende una sociedad asentada en la "autogestión" y el "apoyo mutuo". Todo ello estará sometido a debate hoy martes, a partir de las 19 horas, en el salón de actos de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Salamanca con la presentación de su último libro 'Ecofascismo', en el que aborda como una pequeña minoría busca preservar los escasos recursos del planeta.
Se cuestiona la 'ideologización' en el sistema universitario ¿Lo ha vivido usted desde su experiencia como docente?
Mi experiencia es muy plural y me invita a llegar a conclusiones distintas. Creo que si en las facultades de Ciencias Políticas había un peso muy notable de 'ideología' -aunque el término es muy complejo-, con el paso de los años se ha ido desvaneciendo y me parece que la enseñanza tiene un carácter cada vez más tecnocrático y menos ideológico. Admito que, a buen seguro, habrá excepciones a lo que hace a esta norma general que he enunciado.
Se ha mostrado contrario al Acuerdo Trasatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP). ¿Ha sido el primer paso hacia un colapso del que habla en sus libros?
Es una de las manifestaciones que nos conduce al abismo. En mi libro 'Ecofascismo' me refiero a otras circunstancias probablemente más relevantes como los atentados del 11-S de 2001 con la parafernalia antiterrorista acompañante, la crisis de 2008 de la mano de la entronización del capitalismo financiero, la 'bancocracia' o la propia pandemia a través de la demostración de que era posible alentar un formidable ejercicio de desobediencia voluntaria de poblaciones enteras. Probablemente, este acuerdo reproduce muchos de los elementos del segundo de los factores de la mano de una visible supeditación de los recursos públicos a los intereses de las grandes empresas privadas.
En mundo globalizado como el que vivimos se muestra contrario a este fenómeno. ¿Qué le hace adoptar esta postura?
Pienso que estamos saliendo de la globalización y que la guerra de Ucrania plantea cada vez de forma más clara la existencia de dos bloques enfrentados con dos cadenas de generación de valor distintas. Esta guerra parece haber terminado con lo que algunos 'tratadistas' llaman 'globalización feliz'. Nunca he creído, porque me ha parecido un proyecto descaradamente al servicio de las grandes empresas con los apoyos estatales y represivos pertinentes, de tal manera que con el paso del tiempo, a mi entender, se ha hecho evidente que se traducía en desigualdades sociales cada vez mayores y una separación más abrupta entre los países ricos y pobres. Es cierto que por detrás podría haber unas ventajas como el incremento de nuestro conocimiento que me parece innegable, pero creo que, a duras penas, compensaba lo anterior.
Usted participó activamente en el movimiento del 15-M. Tras ello, ¿se jugó con el hartazgo y la desesperación de la gente?
El 15-M fue un aldabonazo lleno de virtudes y miserias frente a una sociedad que, probablemente y yo lo veo desde esta perspectiva, se iba adentrando en un escenario de colapso. Pienso que fue un movimiento utilizado después desde las instituciones y determinadas fuerzas políticas en beneficio propio y con franco abandono de las reglas del juego que inicialmente marcaban ese movimiento, que creo que eran la democracia directa, la asamblea o un pluralismo extremo. Quiero creer, de todas maneras, que la huella del 15-M todavía está presente en nuestras sociedades y que, inevitablemente, surgirán iniciativas de un cariz parecido que tengan mejor fortuna que a la postre ha correspondido a este movimiento.
En una conferencia que dio defendía la asamblea, la autogestión, la democracia o la acción directa entre otras medidas. ¿La sociedad está preparada para asumir estas propuestas?
Sin duda que no está preparada en la mayoría de sus integrantes. Tengo la sospecha de que un escenario de colapso nos obligará a 'espabilar' y resurgirán proyectos de carácter colectivo que apostarán por redistribuir radicalmente la riqueza y no tanto en virtud de códigos ideológicos como de resultas de una percepción cruda de lo que 'se nos echa encima' y de la certeza de que las respuestas colectivas aportan activos mucho más interesantes que la búsqueda obscena del 'sálvese quien pueda'.
Castilla y León tradicionalmente es tierra agrícola y sufre la gran lacra de la despoblación, un tema que trata recurrentemente en sus libros como 'Iberia vaciada', ¿qué futuro le espera a la Comunidad?
Nos enfrentamos ante una paradoja. Muchos de los elementos que en el pasado interpretamos que eran indicadores del deterioro de la vida o subdesarrollo, en un escenario de colapso pueden convertirse en lo contrario. Aquellas comarcas que hemos descrito como primitivas y atrasadas serán las que mejor lo van a llevar porque son las menos dependientes de energía y tecnología. Creo que es una buena noticia para una región como Castilla y León. Las circunstancias en el medio urbano van a ser distintas y el colapso muy probablemente va a acarrear una huida masiva de poblaciones procedentes de ciudades grandes y no tan grandes en busca de escenarios más llevaderos en el medio rural. Las teóricas ventajas iniciales de este último pueden trocarse rápidamente en lo contrario.
¿Cuál es el modelo ideal de sociedad para Carlos Taibo?
Defiendo una sociedad libertaria asentada en la autogestión y en el apoyo mutuo. Una sociedad que han defendido muchos de los pensadores anarquistas y otras gentes que no eran necesariamente así. Es un modelo ideal de difícil realización en un momento como el presente, pero sospecho que cuanto más nos alejemos, peor le irán las cosas a la mayoría de los habitantes de nuestras sociedades. Creo que muchas de las comunidades humanas desde tiempos inmemoriables de los cinco continentes se han organizado conforme a patrones de autogestión de solidaridad.
Desde hace meses ha crecido el movimiento que defiende la abstención activa y que en su día destacó con la figura de Antonio García Trevijano, ¿puede ser una alternativa viable para hacer frente al sistema actual?
Abstenerse de participar en las elecciones no puede ser una alternativa. Tenemos que plantear un horizonte distinto: la autogestión del aparato productivo que quede en manos de la capacidad de decisión de los trabajadores. Concentrar toda nuestra atención en las miserias de las elecciones es prestarle atención a un elemento legitimador importante del sistema, pero por detrás hay otros muchos que son bastante más relevantes.
En septiembre publicó su último libro 'Ecofascismo', ¿España sufre el fascismo?
Si me está preguntando por Vox dejaré claro que no es una fuerza 'ecofascista'. El 'ecofascismo' es un proyecto complejo intelectualmente y entiendo que Vox es una forma de nacionalismo español casposo. Al margen de lo anterior, el 'ecofascismo' no es un proyecto negacionista. Parte de la certeza de los efectos tales como el cambio climático y el agotamiento de todas las materias primas energéticas de las que disfrutamos. Defiende que esos recursos escasos deben quedar en manos de una escueta minoría de la población planetaria a través de políticas de carácter fundamentalmente represivo. Vox, a día de hoy, es una fuerza negacionista. Como decía con ironía hace no mucho un colega: "Probablemente para Vox los 'ecofascistas' son progres que han engullido, pese a todo, los engaños derivados del camelo climático".
En el libro que presenta habla de una élite que busca beneficiarse de los escasos recursos que existen en el planeta, ¿cómo lo combatimos?
Esta pregunta tiene dos respuestas distintas: si el proyecto 'ecofascista' gana terreno antes del colapso o si lo gana después. En el primer escenario, entiendo que las posibilidades de reaccionar son limitadas con los movimientos contestatarios. En el segundo caso, sospecho que el colapso castigará de manera muy notable a muchas estructuras del poder tradicional que también son muy dependientes de energías y de tecnologías y que, por definición, van a faltar. Sus arrestos van a ser bastante limitados y las posibilidades de generar mundos alternativos y contestatarios se acrecentarán sensiblemente.
¿Qué verá la gente que acuda hoy martes al salón de actos de la Facultad de Geografía e Historia en la Universidad de Salamanca?
Voy a intentar desgranar los argumentos que justifican la tesis, que no deja de ser ciertamente especulativa en la que un modelo 'ecofascista' se está gestando en las sociedades y voy a intentar llamar la atención sobre las discusiones que el modelo genera. Debemos hablar de 'ecofascismo' en singular, un proyecto planetario de las élites en las que se darían cita norteamericanos, dirigentes de países del norte y del sur, socialdemócratas, liberales o debemos pensar en varios 'ecofascismos' singularizados en un grado u otro vinculados con los estados-nación y con las lógicas imperiales eventualmente acompañantes. Voy a intentar el perfil de debates como este.