La catedral de Valladolid si por algo se caracteriza es por la cantidad de curiosidades e historias que rodean a su construcción. La ausencia de una de las torres, la 'huida' de Juan de Herrera o la financiación para lograr levantar la obra arquitectónica, que llama especialmente la atención por su peculiar método. Esta se basó en las cartillas de la doctrina cristiana sobre las que se sustentaron todos los gastos derivados de las obras.
Todo se remonta al 1583, cuando Felipe II, consciente de la magnitud de la gran obra arquitectónica, accedió a permitir al Cabildo de Valladolid a derivar todos los beneficios de la impresión de la Cartilla de la Doctrina Cristiana para la construcción de la todavía inconclusa catedral de Valladolid.
La enseñanza de los niños y niñas de la época corría a cargo de los párrocos y monjes. Estos llevaron una labor didáctica muy ligada a la catequesis y a consecuencia de ello el método no era otro que enseñar a leer, escribir y contar a través de la impartición de la doctrina cristiana.
Fue ahí cuando nacieron las reconocidas cartillas. Eran el medio utilizado para propagar la doctrina cristiana, además de promulgar el aprendizaje de la lectura y la escritura a los más pequeños, por lo que su importancia educativa eran altamente valoradas por la sociedad de la época. La invención de la imprenta en el siglo XVI hizo posible su difusión.
Estas se extendieron de manera destacada en Castilla, ya que el 20 de septiembre de 1583 Felipe II concedió al Cabildo de Valladolid el monopolio exclusivo para la impresión de las mismas y financiar así las obras en ejecución de la catedral.
Esta primera concesión se extendió primeramente tres años, para luego ser posteriormente ampliada por Felipe II y sus sucesores hasta que en el 1779 Carlos III firmó una prórroga que daba al Cabildo de Valladolid 40 años más de derechos, aunque estos habían pedido la perpetuidad del privilegio.
Durante todos estos siglos de monopolio del Cabildo vallisoletano los historiadores calculan que se vendieron cerca de 70 millones de ejemplares que ayudaron a que la catedral de Valladolid se erigiera poco a poco durante las ya conocidas interminables obras.
Siempre fueron impresas bajo el mismo título, que rezaba lo siguiente: 'Cartilla y doctrina cristiana impresa con privilegio real en la Santa Iglesia de Valladolid'. Al final de la misma existía una amenaza para todo aquel que intentase hacer una copia o no leyese la versión oficial: 'contra los que la comparen y vendieren, y contra los que enseñaren a leer en otra que no sea la de la Santa Iglesia de Valladolid'.
Precisamente, fueron estos, los falsificadores, uno de los principales enemigos del Cabildo, ya que tuvieron que luchar contra ellos para que la financiación de la catedral no fracasase. Para ello, implantaron un control extremo, además de sanciones muy graves para todo aquel que tuviera la intención de imitar o replicar las cartillas.
Igualmente, las originales presentaban en la portada una firma a mano para que estas tuvieran el valor de originales, ya que, al generar unos ingresos importantes, los falsificadores no tardaron en proliferar a pesar de las sanciones.
De esta manera, aunque aún inacabada, se explica la historia de como estos pequeños cuadernillos de papel lograron levantar uno de los edificios más históricos de Valladolid y su pasado.