El original coso taurino, único en España, construido con carros de madera
Su construcción se remonta a 1853 y, desde entonces, el segundo fin de semana de mayo se levanta para acoger los festejos taurinos de las Fiestas de El Noveno en San Felices de los Gallegos
30 enero, 2023 07:00Noticias relacionadas
Hablar de San Felices de los Gallegos es hacerlo de un Conjunto Histórico Artístico que exhibe verdaderas joyas de la arquitectura civil, religiosa y militar. Esta villa, además, cuenta con celebraciones que se pierden siglos atrás cuando duques y marqueses eran los dueños de las tierras. Avanzan los siglos y, a mediados del siglo XIX, surgen las Fiestas del Noveno, que Junta de Castilla y León declaró Fiesta de Interés Turístico Regional, y, con ellas, los festejos taurinos y su característica, original y única plaza de toros levantada para la ocasión con 47 carros de madera.
Las raíces de estas celebraciones se encuentran en la conmemoración del hecho de que en 1852 esta villa, junto a Puerto Seguro y Ahigal de los Aceiteros, quedaron libres de pagar el antiguo tributo, conocido como El Noveno, consistente en pagar la novena parte de sus productos y ganados, a la casa de Alba, es decir, "los vecinos tenían que entregar de cada nueve cosas que cultivaran o criaran una". Estos municipios, como muchos otros de la provincia de Salamanca, eran de Señorío Real desde la Reconquista. Ello significaba que, a cambio de pagar ciertos tributos, como El Noveno, estaban bajo la protección de la Corona española, teniendo en cuenta que como territorios de frontera eran proclives a las escaramuzas y guerras con el Reino de Portugal.
En 1476, los Reyes Católicos le entregaron este territorio a don García Álvarez de Toledo, I duque de Alba, contraviniendo las cédulas reales que prometían no cambiar la situación existente. La entrega de estas tierras estuvo motivada por la ayuda del duque en las luchas contra la sobrina de Isabel, doña Juana, conocida como 'La Beltraneja'. Este derecho adquirido por la casa de Alba suponía, entre otros aspectos jurídicos, el denominado Derecho del Noveno, ya mencionado. Pero además, añadía otros impedimentos como que los vecinos no podían sacar el trigo de las eras, ni el vino de las bodegas, ni el aceite de los lagares hasta que se pagara el noveno, y lo llevaran a la alhóndiga del duque. También implicaba el estanco del vino, ya que no se podía vender hasta que el duque de Alba vendía el suyo.
Los vecinos iniciaron contra este tributo y demás obligaciones un pleito que duró tres siglos (1563-1852). Así, el 11 de mayo de 1852, se dictó una sentencia que condenaba al duque y los tres pueblos se vieron libres del Noveno. Por ello, se sintió la necesidad de celebrar una fiesta que conmemorara aquella victoria jurídica, y lo hace con encierros a caballo, bajo la intensa mirada de sus caserones de hechura antigua y noble, con una plaza de toros original cerrada con carros donde se celebran encierros por las calles del pueblos y corridas por la tarde, misa y lectura de la Sentencia y 'Te Deum'.
El original coso taurino
Para celebrar las Fiestas de El Noveno, el segundo fin de semana de mayo, porque el primero son las fiestas de El Nazareno, en la plaza Mayor se construye una original plaza de toros para acoger los festejos. La singularidad de la construcción radica en que es único y se levanta con la ayuda de los vecinos.
El coso conserva todo su tipismo tradicional a través de la colocación singular de los carros, un total de 47 unidos entre sí, entrelazados con pértigas y palenques, al igual que acontecía en la mayoría de los pueblos en sus festejos taurinos. Los carros hacen también de talanqueras donde los vecinos y visitantes observan los encierros, las corridas y las capeas.
Tal es la identificación de los vecinos con esta tradición que, muchos de ellos, tan solo conservan el carro para esta festividad, porque las tareas agrícolas se han abandonado o se hacen con maquinaria moderna. Unos carros que se guardan en lo que se conoce como 'cabañales', lugares donde se guardaba el ganado durante la noche y, en estos días de naves y modernos corrales, cobijan a los carros para evitar su deterioro por las inclemencias meteorológicas.
Otra característica singular es el sorteo de la colocación de los carros, entre 47 y 49, depende el año. Una vez llegados a la plaza, y siguiendo el orden establecido por el sorteo, comienzan colocarse uno a uno, iniciando el círculo en la Torre de las Campanas, y, así, llegar hasta el final. Una vez cerrado el ruedo, comienza la instalación de las tarimas, unidas por pértigas, tableros y puntas, para que encima de las mismas puedan situarse los aficionados y disfrutar del espectáculo sin peligro. Eso sí, los más valientes sortearan las embestidas del ganado bravo, bien vacas o novillos, apoyándose en los radios de las ruedas o, en la mayoría de los casos, tirarse al suelo para colarse en los bajos y, de esta forma, evitar males mayores. Aunque, la verdad, alguna vez algún astado asoma sus cuernos más de allá de lo permitido, pero eso es otro cantar festivo.