Como bien sabemos, por las huellas que quedan, en pocos sitios de Castilla dejaron de hozar los árabes. La antigua Bletisa de los romanos, hoy Ledesma, no escapó a las redes de esta cultura, llegando a convertirse en un importante asentamiento del norte de Al-Ándalus. Es precisamente por haber sido posesión musulmana por lo que surge el primer mito que agranda el acervo cultural de la ciudad: la leyenda de los Mártires.
Según esta fábula, algún rey Al-Hakam de Toledo, llamado después Alcama, tenía un primo que era gobernador de Ledesma y cuyo nombre era Galofre. Éste a su vez tenía un hijo, Alí, al que quería proporcionarle todo lo mejor, o al menos no negárselo, por eso le permitía frecuentar a los clérigos mozárabes que vivían extramuros de la ciudad, aprender pequeños trazos de latín con los cristianos, dejarse imbuir por el significado de la fe y de fraternidad... y todas esas cosas que hacían los cristianos por aquel entonces.
Lo que menos suponía Galofre es que le había permitido demasiado a su hijo, y un día este llegó a casa bautizado y con el nombre cambiado a Nicolás. Al saberlo y tras reponerse de su cólera, ya en frío, manda degollar a Alí, y despellejar y lapidar a Leonardo y Nicolás, los dos clérigos con los que más se veía y que lo bautizaron, para después quemarlos a los tres a las puertas de la ciudad.
La leyenda se extiende, al afirmar que mientras Galofre veía quemar a su hijo un rayo le cayó encima y lo fulminó. Y no acaba aquí la cosa, sino que el mismo día, dice la leyenda, en un convento cercano, las monjas Julia y Vigasta fueron martirizadas también en la villa de Ledesma. Qué cosas…
Otra leyenda ledesmina es la que asevera que los restos óseos de varios de los pastores que acudieron al portal de Belén están guardados en una arquilla bajo un altar del templo de San Pedro y San Fernando. Esta promete…
Es parte de la historia que los soldados y caballeros cruzados ocuparon Jerusalén en 1099 y se apropiaron de todos los sitios sagrados, tanto de Jerusalén como de Belén. Años más tarde y ante el avance de las fuerzas musulmanas de Saladino, muchas reliquias de santos y mártires fueron llevados por los cruzados a Europa para protegerlas del moro.
En estas, empieza la leyenda, se decía que un tal caballero de Ledesma, Micael Dominiquiz, encontró un cofre en una torre de la ciudad santa de Jerusalén y al abrirlo encontró osamentas humanas, tijeras de esquilar, zurrones y los nombres de Isacio, Josef y Jacobo. Hacia 1149, el caballero se trajo con él las reliquias de esos Santos Pastores a la villa salmantina y regaló la arqueta a la iglesia de San Pedro y Santiago. Quince años después, las reliquias obraron su primer milagro, ya que, estando inmersa Ledesma en un momento de sequía severa, los habitantes las sacaron, rezaron, surtió efecto y no dejó de llover en cinco largos días. A partir de ahí se veneraron en serio durante siglos.
En el s. XV, por ejemplo, con Beltrán de la Cueva como Conde de Ledesma, se reedificó la capilla del Cristo del Amparo de la iglesia y se tuvo el cuidado de ubicar la arqueta con los restos en el altar de la capilla, al lado del Evangelio.
Doscientos años más tarde, ya consta que hubiera una nutrida cofradía de fieles en una Hermandad de los Santos Pastores, haciendo incluso mención de ello el Papa Inocencio XI concediéndoles indulgencia plenaria. La cofradía se mantuvo casi setenta años vigente en Ledesma.
A los pocos años, ya mediado el s. XVIII, se comprobó con desagrado que los restos habían sido mermados por hurto, y se mandó fabricar una arqueta nueva con mejor cerradura y una verja de hierro con llaves, pero de poco sirvió porque siguieron menguando.
Un siglo más tarde, en 1864, se trasladan los restos a la nueva parroquia levantada en el arrabal de Los Mesones, la mencionada de San Pedro y San Fernando, pero el culto a los pastores ya se había ido difuminando en el olvido.
De hecho, es que no está tan claro que este ejercicio de fe tenga una base tan sólida…
Por ejemplo, toda la estructura de la leyenda, para muchos tiene más cariz elogioso y halagüeño que histórico, y eso puede deberse a que algún jesuita así lo quisiera dejar escrito. Es más, en el mencionado discurso de Inocencio XI, sí cita los tres nombres de los pastores, pero no dice que fueran los de Belén… La aludida cofradía que los veneraba tampoco dijo nunca que fueran los pastores que adoraron al Niño Jesús en su nacimiento…
Algunos estudiados comentarios han insinuado que todo puede ser mezcla de dos fábulas, la propia de los pastores de Belén y los escritos de Antonio Gil González de Ávila, cronista de Felipe III, en los que insinúa que sí existen reliquias veneradas de unos pastores, pero solo dos, no tres, y que no hay nada escrito sobre ellos, siendo la única base lo que el tiempo y la tradición oral han ido alimentando, es decir, que pastaban con su ganado en los alrededores de Ledesma. El mito llega cuando estos pastores fallecen a la vez y las campanas de San Pedro en Ledesma tocan solas. Sigue narrando Antonio Gil que los vecinos que acudieron a la llamada hallaron los cadáveres junto a la ermita de Santa Elena, y que es en la iglesia de San Pedro donde se ven no solo sus cuerpos, sino los zurrones y otros complementos pastoriles.
Sin embargo, el moderno papel de imprenta que hay hoy dentro del arca y cuyo depositante se desconoce, donde se lee que los restos son de los pastores que adoraron al Mesías en el portal, no hace más que añadir incertidumbre a esta leyenda, o a esta historia, o a varias tradiciones juntas, o costumbres, o boca a boca, o mitos… lo que sean…