El paisaje del centro urbano de la ciudad de Salamanca está jalonado de muchas arquitecturas singulares. Entre ellas, y como un elemento identitario de la ciudad, se encuentran los tradicionales quioscos que, si los turistas no lo remedian, podrían pasar a mejor vida, como ya ha acontecido a muchas de estas singularidades urbanas.

Tal es así, que el Ayuntamiento de Salamanca se ha visto en la obligación de buscar inquilinos para que tomen posesión de los quioscos, nada más y nada menos, que para los quince años siguientes. Y, para evitar que estos alquileres queden desiertos, el precio que pone será de unos 40 euros al mes.

Es que, como todo en esta sociedad, el quiosco, tal como se conocía, vive un declive exponencial. En primer lugar, la venta de periódicos y revistas está en niveles mínimos. En segundo lugar, las chucherías también vienen a menos y, en tercer lugar, los recuerdos en los turistas que también sufren. Por ello, no es de extrañar que hayan desaparecido del mapa urbano un total de quince, siendo la misma cantidad la que salió a concurso. A los que, por desgracia, hay que añadir otros siete que están cerrados y, más pronto que tarde, también será retirados.

El caso del quiosco de la calle Rúa

No es menos cierto que algunos de ellos, como el de Rúa Mayor, junto a la plaza del Corrillo, ha corrido mejor suerte. No hace muchas fechas también se temió por su desaparición, tras la jubilación del quiosquero de toda la vida, Félix, estando cerrado durante algun tiempo.

El testigo de Félix, por suerte, lo ha cogido el librero Celes, muy conocido en la ciudad por la venta de libros antiguos y de ocasión. Este nuevo quiosquero, que viene del cierre de la tradicional Librería El Buscón, en Wences Moreno con Carmelitas, ya cerró otras quince, se ha hecho cargo del quiosco para "intentar reflotarlo para venta de suvenir y golosinas, helados y chuchierías a los turistas".

El quiosco también muestra libros antiguos, pero Celes deja claro que "no es un quiosco de venta de libros, solo traigo algunos, la venta de libros la hago por internet, mi idea es vender golosinas y recuerdos a los turistas". Eso sí, remarca, "vamos a ver cómo se da, estoy en fase de prueba".

Celes tiene 54 años y lleva toda la vida en la venta de libros. Pero el mercado "es el que es y da lo que da, no podemos hacer frente con el alquiler de un local por medio. Ya tengo experiencia en el cierre de librerías porque el mercado no da para más".

Sea como fuere, los quioscos y los quiosqueros -los menos- ahí siguen, al pie del cañón. Desde primera hora de la mañana los que venden periódicos, hasta que el último niño o turista se marcha a dormir, mantienen el negocio abierto. Por desgracia, como muchas otras, esta profesión está en peligro de extinguirse, y, además, sin remedio.

Tan solo recordar que siguen abiertos quioscos tan emblemáticos y conocidos como el de la Rúa Mayor en la zona de la plaza del Corrillo; en el cruce de Torres Virraroel con Álvaro Gil; en la glorieta de Doña Urraca con Federico Anaya; en la calle Maestro Jiménez, en la plaza de los Bandos, o incluso en el cruce del Paseo de San Vicente con la calle Filiberto Villalobos.

Como escribía el cineasta español Luis Buñuel: "Una confesión: pese a mi odio a la información, me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años, llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más. Con mis periódicos bajo el brazo, pálido, rozando las paredes, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba".