Ángel Rufino de Haro, conocido popularmente en Salamanca e, incluso, en "el orbe", como dice él mismo, es un personaje peculiar. De ser a uno de los mejores tamborileros de las últimas décadas, a un precursor de ciertas tradiciones que, sin bien no están catalogadas como históricas, sí tienen su explicación y que, el folclorista de Linares de Riofrío, se ha encargado de traer a su profesión.
Es la subida a la torre de la Catedral Nueva de Salamanca, cada 31 de octubre, en la víspera de la fiesta de Todos los Santos, para recordar aquel terrible y devastador terremoto, conocido como de Lisboa, allá por 1775. Y este año, para no ser menos, salvando los de pandemia, El Mariquelo cumplió nuevamente con la tradición. Así, con su porte de charro, gaita y tamboril, ascendió al cielo de Salamanca, bueno, ahora a medio camino y, como que no quiere la cosa, ya van 37 subidas, mejores o peores, pero subidas.
Además, de la tradición en el recuerdo de los 'mariquelos', Rufino de Haro, Ángel, que no Carlos, aunque andaba por allí con su blusón negro, sombrero del mismo color y la inseparable gaita y tamboril, también lo hace como "acción de gracias". En esta edición fue a favor de los enfermos de ELA y Parkinson, algo que es de agradecer en la recaudación de fondos y, sobre todo, dar a conocer estas enfermedades.
"El cielo como límite y con podería y salero"
Tras llegar a la ciudad por el Puente Romano al ritmo de su música, esta vez sin caballos, inició un recorrido por las calles más céntricas de la ciudad, pasando por la Plaza Mayor, y retomando su marcha hasta la plaza de Anaya, a los pies de la Catedral.
Pasadas las 11.30 horas, El Mariquelo inició su subida hasta la campana grande del templo, ‘María de la O’, deteniéndose y asomándose en el reloj instalado en uno de los laterales de la Torre de las Campanas.
Como cada año, con el cielo como límite y manteniendo la tradición con “poderío y salero”, pidió “alegría, salud y dicha” a los pies de la campana ‘María de la O’. Allí terminó la suelta de las palomas, y tocó 37 campanadas en honor a los años de celebración de la ascensión.
La tradición de la subida a la Torre de las Campanas procede del día 31 de octubre de 1755, cuando el terremoto registrado en las costas de Lisboa, catalogado con un 9 en la escala de Richter, provocó un temblor que se extendió por toda la comunidad castellano y leonesa. Como consecuencia de ello, los salmantinos acudieron a refugiarse en la Catedral Nueva, finalizada apenas 22 años antes, salvándose de las posibles consecuencias del seísmo.
Desde entonces, un miembro de la familia conocida como ‘Los Mariquelos’ comenzó esta ascensión al punto más alto de la Torre de las Campanas en cada aniversario del terremoto, para agradecer que la Catedral Nueva se hubiese mantenido en pie y pedir que el suceso no se repitiera. Sin embargo, y con la última ascensión de Fabián Mesonero en 1977 como último miembro de la familia de 'Los Mariquelos', la tradición quedó en suspenso hasta que ocho años más tarde fue retomada por Ángel Rufino de Haro.