Cada una de las ciudades que conforman nuestro país han acuñado, con el paso de los años, ciertas costumbres que las diferencian del resto. Señas de identidad que, en algunos casos, solo sus habitantes conocen, sobre todo, si estas tienen que ver con el lenguaje, pues lo cierto es que España es un país caracterizado, entre muchas otras cosas, por su diversidad lingüística debido a la cantidad de lenguas y dialectos que se hablan en el mismo territorio nacional.
En Castilla y León existen palabras y expresiones comunes utilizadas en las diferentes provincias que conforman la Comunidad, pero también vocablos independientes que se utilizan de manera particular en función de la ciudad.
En el caso de Valladolid, aunque los pucelanos insisten mucho en que ellos hacen el mejor uso del castellano, estos hacen uso de ciertas frases y términos que solo ellos entienden, por no hablar de las veces que caen en el leísmo cuando realmente tendrían que utilizar el 'lo' por hacer referencia al complemento directo de la oración.
Sea como fuere, lo cierto es que los vallisoletanos han conseguido crear una especie de diccionario propio y personalizado formado por multitud de vocablos y expresiones que, en su gran mayoría, siguen sorprendiendo a los forasteros, incluso a los que proceden de ciudades vecinas como Salamanca, Zamora o León.
Más allá de que para ellos todo está a "10 minutos andando", de que hablan de los pingüinos sin referirse al animal, sino a la concentración motera internacional que se celebra en la capital durante las primeras semanas del año, y de que están muy acostumbrados a pedir "una barra de riche (un tipo de pan)" en la panadería, cosa que en otras ciudades no, en su día a día utilizan determinadas expresiones que a los de fuera les suenan a chino.
"No me amueles", "a mayores", "la has mangado" o "no chanas" son algunas de ellas. La primera significa "no me fastidies", la segunda sustituye a la palabra "más" cuando esta supone un añadido, mangarla significa liarla y chanar quiere decir controlar: "no controlas".
En cuanto a las palabras más utilizadas por quienes han nacido y crecido en Valladolid, son cuatro las que más llaman la atención. Términos que, salvo alguna excepción puntual, solo se usan aquí. Estas son hijo/a o majo/a para referirse a alguien de manera directa, es decir, "ay maja lo que te tengo que contar" o "ay hijo, cómo eres"; fasero, una palabra vallisoletana la mires por donde la mires, ya que esta hace referencia a los trabajadores de la Fasa, la fábrica de Renault de Valladolid que tanto trabajo ha dado a una buena parte de los pucelanos; y pelele, un insulto al que ellos recurren de manera habitual y que significa tonto o bobo.
Además, en Valladolid una persona no molesta, sino que da la tabarra; tampoco se amarga o se atraganta, se añusga; y, en lugar de devolver, por ejemplo, una prenda de ropa, la descambia.
Para los pucelanos tirar algo al suelo caer y olvidarse algún objeto en un lugar determinado quedar. "Me ha prestado la chaqueta", "he caído el agua al suelo" o "me he quedado la mochila en clase" con el carpesán, que no archivador; y la lapicera, es decir el portaminas, dentro.
A la playa no se llevan el bolso de mimbre, se llevan el serillo; para hacer ejercicio no se ponen las zapatillas de deporte, sino las playeras; y cuando hace frío cogen una albarda en lugar de una cazadora o abrigo.
Sigamos. Si cualquier persona que no tenga ninguna relación con la ciudad del Pisuerga escucha a un vallisoletano decir: "me puse el mandil (delantal) para pasar la rodea (bayeta) por la mesa, que estaba llena de titos (huesos) de aceituna, en lo que mi hijo metía el coche en la cochera (garaje) y mi mujer recogía el salón porque estaba lleno de alamares (trastos)", lo más seguro es que no entienda nada, y si lo hace, es por pura intuición.
Pero la cosa no queda ahí. Para los de Valladolid un bordillo o un escalón es un banzo, las pinzas de la ropa son pitos, en lugar de egoísta dicen usmia y para decir que ha caído una helada o rocío emplean la palabra cencellada.
Y ojo. En Valladolid no existen los cínifes, sino que allí solo se conocen los fínifes; mientras que para ellos cuando en un lugar hay demasiado barullo o mucho jaleo es que esas personas están montando un estaribel.
No cabe duda de que Valladolid, como Sevilla, tiene un color especial, y eso es gracias a su historia, cultura, gastronomía y tradición, pero también gracias a su gente y a su particular manera de expresarse, lo que contribuye a hacer de Pucela una ciudad tan única como atractiva, ya no solo para los propios españoles, sino también para ciudadanos internacionales.