Castilla y León alberga grandes lugares para visitar. La historia, cultura, patrimonio y belleza se encuentran en cada rincón de la Comunidad. Muchos de los sitios que merece la pena visitar, al menos una vez en la vida, están llenos de historias que quizá hasta los propios castellanos y leoneses desconocen.
Sin ir más lejos, en la propia provincia de Salamanca se ubica el Palacio de Monterrey, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura civil del renacimiento español y máximo exponente del Plateresco. Este ha servido de ejemplo para otros estilos arquitectónicos como el neoplateresco o el 'estilo Monterrey'. No solo eso, sino que también ha servido de inspiración para otros edificios como es el caso de la Academia de Caballería de Valladolid, el actual Museo Arqueológico de Sevilla o el Palacio de la Diputación de Palencia.
Fue construido en 1539 y sigue perteneciendo a la Casa de Alba, una de las familias aristocráticas más conocidas del panorama social. Aunque en 1991 la familia la cedió al Ayuntamiento de manera indefinida. No es la única propiedad que poseen dado que doña Cayetana se dedicó toda su vida a incrementar la herencia mediante títulos y nuevas propiedades, lo que le permitió multiplicar su legado.
Este palacio concretamente ha sido declarado Bien de Interés Cultural y es uno de sus principales bienes que, además, puede ser visitado hoy en día por quienes quieran dado que está abierto al público. Este emblemático edificio fue levantado por voluntad de don Alonso de Acevedo y Zúñiga (1495-1559), un nombre de origen gallego que estoy muy vinculado a la ciudad salmantina.
Un proyecto que fue encargado a los arquitectos Rodrigo Gil de Hontañón y a fray Martín de Santiago en 1539, con un presupuesto de 10 millones de maravedíes, un coste muy alto para aquella época. Esta fue la razón por la que el edificio nunca se llegó a concluir como estaba previsto. Cabe destacar que en la construcción participaron numerosos artistas locales, así como escultores, tracistas y adornistas. Contemplar su fachada durante un rato es un ejercicio que todo el mundo que acude debería hacer por su bella decoración de cresterías y unas chimeneas de filiación francesa, un diseño que contrasta con el cuerpo inferior, de carácter medieval.
De hecho, fue la propia duquesa de Alba la encargada de inaugurar la planta superior del castillo en 2006. Respecto al interior del mismo, no hay demasiados datos, aunque se tiene conocimiento de que hubo una escuela pública. Este emblemático lugar ha vivido varias reformas con el paso de los años.
El más importante se podría decir que se produjo desde 1956 hasta 1960 cuando acondicionaron la última planta y se procedió al cierre de toda la galería. Y la última intervención destacada se produjo en 2017 por iniciativa del XIX duque de Alba. De este modo, un año después, en 2018, consiguieron abrirlo al público para que todo el mundo pudiera disfrutar de su encanto y descubrir una joya única.
Lo cierto es que todos los que entran en él se sorprenden con sus increíbles secretos y el legado que la familia Alba ha dejado. Y es que tiene la peculiaridad de que está habitado por la familia del duque. No solo eso, sino que incluso se ha convertido en el refugio del mismo duque de Alba, Carlos Fitx-James Stuart, quien va habitualmente hasta este palacio para relajarse durante unos días. Una realidad que lleva a poder conocer aún más a esta familia y descubrir algunos de los objetos personales que guardan en esta joya.
En el interior se pueden encontrar dos únicos paisajes que pintó José de Ribera, el lienzo del Gran Duque de Alba de Sánchez Coello. El recorrido comienza en el hall hasta llegar al vestíbulo ubicado en la primera planta. Se pueden visitar más de doce estancias y salones entre los que destaca el comedor principal, el recibidor, el dormitorio del rey o uno de los baños. Las salas que se pueden ver reflejan el buen gusto de Cayetana, donde se observan pinceladas del rococó francés y el mobiliario procedente de Gran Bretaña.
También alberga otras importantes joyas como dos tapices flamentos en el comedor y un alfarje mudéjar, datado de antes del siglo XV y comprado por la familia en un convento salmantino. La azotea es impresionante con unas increíbles vistas panorámicas, así como el baño con azulejos traídos desde Talavera de la Reina.
El duque, pese a que es frecuente que pueda estar por la ciudad charra, prefiere pasar desapercibido. Por ello, cuando va a acudir avisa y cierran el palacio al público para poder hacer vida normal.
Las visitas se pueden hacer en dos modalidades diferentes. La primera es la habitual donde te enseñan algunas de las estancias más significativas por un precio de cinco euros. Y, por otra parte, existe la posibilidad de hacer un recorrido exclusivo a puerta cerrada. En este caso, irás acompañado en todo momento por un guía especializado en historia y arte y se pueden visitar algunas estancias de índole privada.
El histórico clan acumula varias propiedades repartidas por la Comunidad. Otra de ellas es el Palacio de Piedrahita, en Ávila, una de las residencias estivales de la familia que fue comprado por el Ayuntamiento en 1929. Del mismo modo, otra de las propiedades que han formado parte de la casa de Alba a lo largo de la historia ha sido el Castillo de Valdecorneja y el Castillo- Palacio de Castronuevo.
Un gran legado que la familia ha ido ostentando en Castilla y León y que hoy en día permanece en varias provincias para recordar a los duques de Alba y los tesoros que han guardado.