El toro ha sido, es y será, con total seguridad, una constante en la vida de nuestros pueblos de frontera salmantina y de otros, y también en Zamora. Unas veces como mito, otras como fuente de culturas diversas, las más un rito y, también, como una realidad de desarrollo económico, cultural y turístico de primera magnitud. Anclado en el imaginario de las gentes, el toro bravo ha sido, es y esperamos que sea unas veces un mito, otras una expresión de fuerza y virilidad, su imagen recorre cercados, caminos, calles o plazas en este tiempo de fiesta en estío.

Encierros, capeas, corridas o variados ritos ancestrales se dan cita en la mayoría de los municipios para coincidir con sus fiestas de verano, si antaño en honor de alguna Virgen o Santo, para ‘dar gracias’ por los frutos recolectados, hogaño como atracción turística y diversión tanto para el local como para el forastero o carrilano, como se llama por estos lugares al visitante. Finaliza julio y comienza agosto. Llega el toro y la fiesta.

Llegamos al cruce de Trabanca para dirigirnos a Villarino de los Aires, sin dejar en el olvido al Fermoselle zamorano con sus encierros por San Agustín, que hace de vértice con Salamanca y Portugal en la desembocadura del Tormes en el Duero, hasta que nos despedimos de la provincia salmantina, allá por las altas tierras del Águeda y El Rebollar, en Fuenteguinaldo, el toro bravo nos acompaña en nuestro viaje en estos meses de verano como elemento indispensable de fiesta y turismo.

Tradicional encierro en Fermoselle Archivo

El solsticio de verano, allá por el 24 de junio en San Juan, trae de la mano una gran cantidad y variedad de fiestas que conforman el estío, y el deseo del carrilano de adentrarse en paisajes bravíos y en la misma esencia del pueblo, sus tradiciones. Escucha, a lo lejos, el sonido de la gaita y el tamboril que abren el cortejo de las viejas tradiciones, del recuerdo por aquellas que ya no están y por estas otras que siguen entre nosotros, que se transfiguran en fuego, luz, música, color y las calles son tomadas por cabezudos, carrozas, danzantes, procesiones y el toro, al que se corre, sortea y torea en variados y multitudinarios encierros, capeas y corridas.

El recorrido por La Raya con Portugal se lo irá marcando al carrilano el transcurrir del tiempo, el calendario y el santoral, que se inicia por Santiago Apóstol (25 de julio). Pero es agosto, el mes festivo por excelencia, cuando las labores de recolección de frutos finalizan, cuando el hombre del campo quiere agradecer las buenas cosechas, el que invita al carrilano a recorrer el territorio salmantino de frontera, tanto húmeda con el río Duero por medio, como seca en los llanos del Azaba y las estribaciones del Rebollar, para vivir fusionado con los habitantes de los pueblos a disfrutar de sus actos festivos amparados en santos curativos y vírgenes protectoras.

Desde las claras del día, con las actuales ‘vacas del aguardiente’, donde se expulsan fantasmas de la noche y se degustan envueltas en sueño perrunillas, chocolate y ‘agua ardiente’, causando algún coscorrón con más miedo que dolor, hasta la tarde con el toreo de vacas, las modernas capeas, auténtica raíz de la tauromaquia, una fiesta anárquica y participativa en la que los mozos corren y quiebran a la res en la plaza pública –ahora, por término general, en un recinto taurino fijo o portátil-, sin mayor motivación que la muestra de valentía y habilidad ante las acometidas de las vacas o novillos que se sueltan, hasta esos 'toros del cajón' que se expanden como una mancha de aceite por un lago de fiesta. De por medio quedan los encierros, esa carrera vertiginosa a punta de pitón. Aunque algunos han perdido el origen y los toros corren por el asfalto desde que salen de corrales y son enchiquerados, aún existe motivo para la visita y la probadilla, al avanzar a pierna suelta por angostas calles de recias paredes de granito -qué bonitos encierros en Villarino, Aldeadávila, Fermoselle o Villavieja- y marcando el camino el dan - dan dan de la campana torera, que anuncia con su sonido vertiginoso el ritmo del peligro. 

El recorrido

Encierro de Villarino de los Aires 2014 Luis Falcao

Comenzamos en las honras a San Lorenzo, que recibe al carrilano en Saucelle (10 de agosto) con los mozos en la mañana, que corren por las calles delante de los erales en un alarde de valentía y emoción. También le dan la bienvenida por estas fechas los encierros de Ituero de Azaba, El Bodón (que serán a caballo), Puebla de Azaba y los también encierros a caballo de Casillas de Flores, altas tierras del Rebollar y bajas del Azaba en los campos de Ciudad Rodrigo.

Pero será San Roque (16 de agosto), en Villarino de los Aires, quien abra el portón de los encierros populares con novillos en las mañanas calurosas de agosto. La peculiaridad ya hace acto de presencia en este municipio de La Ribera cuando acaban las verbenas en las claras del día. Antes de que explote la dinamita para anunciar que salen los toros, los mozos y demás corredores se encomiendan al Santo con sus cánticos, donde el carrilano encuentra reminiscencias de San Fermín. El reloj del Ayuntamiento, convertido en campana torera, anuncia que el tropel de toros y corredores desciende la calle Cumbre –calles estrechas, antañonas y floreadas- hasta la plaza Mayor, convertida en coso taurino portátil. Es la lucha entre el hombre y la bestia, entre el valor y la bravura. Pero también tiene aliciente escuchar las muchas canciones toreras, como la ronda y jota 'La Coronela', con deje localista en un alarde de tipismo que no se pierde, y las corridas por la tarde.

Encierro a caballo de Lumbrales en 2017 Luis Falcao

De La Ribera hasta el Abadengo, el carrilano se detiene en Lumbrales, sobre el 20 de agosto, porque le llama la atención La Mariseca, que ondea en la torre del reloj de la plaza Mayor desde el 15 del mismo mes, para anunciarle que aquí sí hay toros. La fiesta taurina en Lumbrales se pierde en el túnel del tiempo, pero aún quedan reminiscencias que interesan conocer, como la jira al prado del toro, en estos días ‘cabalgata al prao del toro’, donde, el viernes del tercer fin de semana del mes de agosto, en la tarde, los vecinos, principalmente mozos y mozas, marchan en romería hasta el prado donde pasta el ganado que será corrido y lidiado en fechas venideras. En este recinto, las gentes comen y beben en pandillas, y bailan y cantan también. Termina este festejo cuando muere el sol y la cabalgata avanza hasta el pueblo llena de colorido y belleza.

Las jaranas nocturnas de las peñas dan paso a los encierros, que se inician sobre las diez de la mañana, cuando las gentes suben y bajan la calle de La Fandanga, hasta que suena el grito ¡que vienen! ¡que vienen! Son las once. Los corredores, ataviados para la ocasión, escuchan la campana de la torre del reloj que les avisa de que ya asoman los toros arropados por los caballos. Al entrar en el pueblo, los caballistas azuzan la manada con sus garrochas y el éxtasis se acrecienta en la loca carrera delante de los novillos hasta alcanzar la plaza. Si la suerte acompañó, una buena comida, a dormir y a esperar la corrida con su parte seria y sus capeas.

Un encierro a caballo en Fuenteguinaldo L. Falcão

Por estos días, Vilvestre también se une a la algarabía general de toros y fiesta, y espera al carrilano en su camino torero con sus encierros y sus corridas y capeas en la plaza portátil.

Pero desplazándose más el sur, hacia los confines de la Sierra de Gata, Fuenteguinaldo lo recibe con unos festejos taurinos que guardan toda la esencia del pasado, de la historia, de la tradición y la cultura. Los encierros de Fuenteguinaldo, según el boca a boca, se remontan al siglo XV. Municipio donde la afición taurina se hace notar como en pocas partes. Es la afición que viene desde antiguo por la relación de la zona con la cría de bravo, y por la destreza de los guinaldenses para el manejo del caballo. Todos los años, para refrendar con hechos esta ósmosis, se organiza el fin de semana anterior al 25 de agosto, una serie de encierros y desencierros a caballo, que pueden variar entre cuatro y cinco, según el año, en los que se conducen desde campo abierto los toros hasta la plaza tradicional, realizada mediante talanqueras de madera en el punto más céntrico de la villa. Los encierros a caballo de este municipio se convierten en motivo de obligada visita por el amplio y vistoso compendio de actos que los envuelven: encierro a caballo, prueba y desencierro matinal, y la posterior suelta de cinco novillos de capea para lidiarlos al estilo tradicional, donde prima la destreza, el arrojo y la verdad de los bravos del lugar.

Encierro de Aldeadávila de la Ribera en 2014 Luis Falcao

El viajero vuelve atrás en la distancia hacia Las Arribes para acaecer en Aldeadávila de la Ribera, donde viven las Fiestas del Toro, como honra a San Bartolo, que se abren con el desenjaule en el ‘prao de Rocoso’. En este paraje, que acompaña una playa fluvial, se desenjaulan los novillos que protagonizarán los festejos taurinos, un acto que se ha convertido de obligada cita para las miles de personas que se desplazan de todos los pueblos de la comarca.

Pero en Aldeadávila destacan, sobre todos los demás festejos, sus encierros a caballo, seguidos por millares de aficionados –corredores y espectadores-. Casi al amanecer, mientras los caballistas apartan la corrida del día, los visitantes degustan caldo y chocolate, orujo y pastas para calentar el cuerpo en la fresca mañana. Desde el ‘prao’, la manada de toros avanza arropada por los caballos y seguida a cierta distancia por adiestrados expertos, sorteando con su silencio un camino de tierra que rememora el pasado. Cuando las campanas de la iglesia comienzan a repicar, avisan de que los toros enfilan la cuesta que finaliza en San Marcos. A partir de ese momento, una muchedumbre emprende la carrera hasta la plaza de toros, montada en un marco de granito y arquitectura sobria, avanzando por calles que se estrechan según van a morir en la plaza, y que son testigos de un momento especial y emocionante, cuando los toros acosan en desbandada azuzados por las picas en un tropel formado en conjunto por corredores, novillos y caballos. Ya por la tarde, las corridas y las capeas abren la puerta a las verbenas.

Encierro de Villavieja de Yeltes en 2019 Luis Falcao

No quiere marcharse agosto, ni el carrilano, sin visitar Villavieja de Yeltes, la capital de la charrería, que entre cánticos y bailes honra a la Virgen de Caballeros, patrona local y también del Campo Charro, cuna y asentamiento del toro bravo en Salamanca. Y también disfrutar con los encierros. Porque los encierros de Villavieja de Yeltes tienen historia, emoción y corredores con mucha experiencia y profesión. Dos son los encierros que recorren sus calles cada mediodía. Uno, rápido, con novillos que serán lidiados en la corrida por los toreros, y otro, que se hace con utreros para el disfrute de los aficionados, y que resulta muy concurrido y donde no escasean los cortes y quiebros por los grandes aficionados villaviejenses.

Un peculiar y autóctono acto taurino, que levanta la curiosidad del carrilano tras homenajear en la noche a la Virgen de Caballeros con himno y baile del cordón, es la capea nocturna, de característica que cuando un aficionado se encuentra entre los pitones del ganado o en un peligroso trance del quiebro, se apagan las luces del coso con el consiguiente susto del resto de participantes porque, quién sabe, si el novillo no se encuentra lamiéndole sus telas...

El recorrido por La Raya –esa línea natural, pero también ideológica entre España y Portugal- finaliza, en cuanto al toro como protagonista, salvo en pequeñas capeas salteadas por el territorio, en Mieza, donde a principios de septiembre (7-9) tienen lugar varios actos taurinos en los que destacan los encierros por la mañana, y las capeas con vaquillas allá cuando el sol busca su guarida por los confines de la sierra portuguesa. Algo que también acontecen Barruecopardo, que honra a su Cristo con bailes de la bandera, encierros y corridas en las fechas del 15 de septiembre.

El carrilano, que llegó a estos pueblos por verano, guarda en su retina la tradición de unos toros que, a través de las cañadas, son conducidos desde los predios hasta las calles que forman las poblaciones y mueren en sus plazas. Llevará en su corazón la amabilidad de sus gentes, la belleza de estos parajes surcados por cañones fluviales, praderas, feudos ganaderos y montañas boscosas en el Rebollar. Acarreará la sutileza de esos portales que huelen a puchero, porque el toro por estos lares también es olla humeante con los guisos de rabo y estofados. Relamerá esos dulces que endulzan la quemazón del aguardiente en las mañanas de toros, y revivirá esa fiesta de cánticos y bailes y chanzas y disfraces.

Tradiciones, cultura, comunidad y fiesta en la honra a santos y vírgenes, como San Roque en Villarino Luis Falcao