Vista general de Segovia, ciudad donde nació Pedro Arias de Ávila en 1440.

Vista general de Segovia, ciudad donde nació Pedro Arias de Ávila en 1440.

Segovia

Pedrarias Dávila, el conquistador abusón

Sus atrocidades en Centroamérica alimentaron la leyenda negra contra España

3 julio, 2022 07:00

Pedro Arias de Ávila nació en Segovia en 1440 y allí vivió su juventud en el seno de una familia aristócrata e influyente: su hermano fue el I Conde de Puñonrostro, su padre apodado el Valiente, su abuelo Contador Mayor de Castilla y su tío fue obispo de Segovia. Pedrarias Dávila, como se le conoce, fue criado en la corte castellana siguiendo la tradición familiar, primero en las de Juan II y Enrique IV como joven paje, y después en la de los Reyes Católicos, donde se convirtió en experto militar y afamado coronel de sus ejércitos. No en vano era apodado “el Galán” o “el Justador” por su porte físico y su buen manejo de la lanza en los torneos en que participaba.

Sirvió en Portugal, Granada y el Norte de África hasta que, en el verano de 1513, el rey Fernando el Católico lo nombró capitán general y gobernador de Castilla del Oro, lo que se conocía entonces como Tierra Firme, hoy Panamá.

A finales de ese verano, Núñez de Balboa divisaba el Océano Pacífico y las noticias que llegaban a España sobre las riquezas de la región del Darién incitaron a la Corona a organizar la expedición de Pedrarias Dávila. La siempre estrecha relación de la familia Arias Dávila con la Corte explica su designación para dirigir tan importante expedición.

Su abuelo y su padre habían sobresalido en las cortes de Juan II y Enrique IV, respectivamente. Además, Pedrarias había contraído matrimonio con Isabel de Bobadilla, sobrina de la marquesa de Moya, de gran reputación ante los Reyes Católicos. Otro apoyo importantísimo lo tuvo en Juan Rodríguez de Fonseca, el todopoderoso hombre de los asuntos de Indias.

El propio rey don Fernando puso el máximo interés en ordenar todos los detalles de este viaje, estableciendo por primera vez la futura política de poblamiento para las Indias españolas, así como medidas en favor de los indígenas. Eso ya había sido establecido anteriormente en las Leyes de Burgos, rubricadas por el rey católico en 1512, y donde los indios eran considerados seres libres con derecho incluso a la propiedad de casas y haciendas. Pero eso ya se iría viendo allí, pensarían los conquistadores.

Palacio de Juan II en Madrigal de las Altas Torres (Ávila), en cuya corte sirvió inicialmente Pedro Arias, hasta que pasó al servicio de los Reyes Católicos.

Palacio de Juan II en Madrigal de las Altas Torres (Ávila), en cuya corte sirvió inicialmente Pedro Arias, hasta que pasó al servicio de los Reyes Católicos.

La expedición del segoviano fue la más numerosa y mejor organizada de las que hasta el momento habían partido para el Nuevo Mundo. Las instrucciones dadas a Pedrarias eran modélicas y pretendían desarrollar y fijar la colonia española en el Darién, mediante una serie de franquicias, libertades y exenciones, creando incluso el primer obispado continental y dando facilidades a los artesanos y agricultores llegados de España.

Pura utopía esa del arraigo blanco, ya que la principal idea de los expedicionarios era conseguir un enriquecimiento rápido, debido a la abundancia de oro que creían existía. Además, Pedrarias Dávila, con más de setenta años, no era hombre ya capaz de ver en su expedición otro fin distinto del militar y depredador.

Así pues, dos mil hombres, “la más lucida gente que de España ha salido” según un cronista embarcado en una de las veintidós naves, partían hacia La Gomera para abastecerse y desde allí directamente a la Dominica, siguiendo por las costas de Tierra Firme hasta llegar ese verano de 1514 a Santa María La Antigua del Darién. Los quinientos quince hombres blancos que la poblaban recibieron a la hueste de Pedrarias cantando el “Te Deum laudamus”.

Los primeros años tras su llegada, Pedrarias, además de gobernar y hacer ejecutar a Núñez de Balboa, ordenó una serie de incursiones que pretendieron descubrir nuevas tierras y cosechar abundante botín a costa de innumerables abusos. Esas iniciales expediciones abarcaban una gran extensión, comprendiendo un radio en abanico desde Santa María a casi todo el istmo de Panamá primero, la parte meridional de Centroamérica más tarde y sirvieron de base a las colonizaciones futuras.

Las tres primeras expediciones constituyeron un rosario de atrocidades y unieron al fracaso, la opresión, el atropello y la hostilidad de los indígenas. Pedrarias dejaba sin castigo los crímenes y crueldades de esas primeras cabalgadas, con lo que las expediciones siguientes se desarrollaban de forma similar.

En 1526, Pedrarias fue destituido del gobierno de Castilla del Oro y solicitó permanecer en el territorio de Nicaragua, donde gobernó hasta su muerte en 1531. En los noventa años que vivió, cosechó una siniestra fama, debido sobre todo a su dureza y a las brutalidades cometidas, hasta el punto de que es una de las figuras de la empresa conquistadora indiana contra la que los historiógrafos americanistas han cargado las tintas más negras. “Una llama de fuego que muchas provincias abrasó y consumió, por cuya causa le llamábamos furor domini” escribió fray Bartolomé de las Casas.

Y no les falta razón, ya que a esos desmanes consentidos a sus capitanes y a la crueldad y dureza de la que dejó penosa prueba, se une su afán por explorar fallidamente el poniente (Nicaragua) abandonando las incursiones a zona de levante (Perú) que más tarde sí dieron sus frutos.

Pero no todo resultó negativo con Pedrarias. De hecho una de las mejores cosas que hizo, aunque sin saberlo, fue transportar en esas veintidós naos que un día salieron de Sanlúcar a otros hombres que luego sí destacaron de forma notable en América, como el famoso cronista Fernández de Oviedo; el medinense Bernal Díaz del Castillo, soldado de Hernán Cortés y cronista de la conquista de México; fray Juan de Quevedo, primer obispo de Tierra Firme; el salmantino Francisco de Montejo, adelantado y conquistador de Yucatán; Hernando de Soto, descubridor del Mississippi; Diego de Almagro, copartícipe con Pizarro en la conquista del Perú; Sebastián de Benalcázar, conquistador de Quito; el salmantino Francisco Vázquez Coronado, buscador de las Siete Ciudades de Cíbola; Andagoya, cronista y hombre de armas; Hernando de Luque, clérigo y empresario en los comienzos de la conquista del Perú, etc. Todos escribieron con sus proezas páginas brillantes en la conquista americana.

Pedrarias sigue allí, bajo la capilla Mayor del Convento de Nuestra Señora de la Merced, en la ciudad de León Viejo.