Jesús Suárez y Miguel Ángel Suárez son dos hermanos que dejaron su vida en Madrid para montar un obrador en una aldea llamada Matamala, perteneciente al municipio segoviano de Matabuena. Este tiene 175 habitantes y la aldea tan solo 9. Un cambio que puede parecer una locura pero que tiene una explicación detrás. Jesús hace ocho años decidió marcharse de la ciudad y el camino le llevó a esta localidad. Empezó trabajando en el mundo de los lácteos y aprendió de las mujeres que llevaban la granja.
Durante mucho tiempo estuvo involucrado en otros proyectos de panadería de Segovia, pero “era un poco trastorno estar trasladándome”. Por esa razón, decidió lanzarse y montar pAn colectivo. Comenzó trabajando en diversas ferias y a principios de 2022 montó una asociación con otros proyectos de producción e hicieron el proceso para poner en marcha el obrador. Su hermano también lo dejó todo y se fue con él para comenzar juntos esta nueva aventura.
Cuando habla de los orígenes, bromea con que mucha gente piensa que están “chalados” pero no tiene dudas de que “cada vez somos más los que retornamos a la vida rural”. Afirma que hay gente mayor en el pueblo, que no ha salido nunca, y que “están contentos” de que emprendan allí. Sin embargo, también reconoce que los miran pensando que están “colgados”. A ellos no les afecta. Tienen claro que emprender en un pueblo es “mucho más fácil”. En su caso, han tenido “facilidades” por parte del Ayuntamiento a la hora de emprender y matiza que en las ciudades eso es algo que no pasa. “Enfrentarse a un proyecto en una ciudad como Madrid es una locura. Hay trabas, los alquileres son más caros y hay más competencia”, asevera.
Consiguieron un local que les facilitó el Ayuntamiento, una antigua aula de la escuela, y empezaron a rehacerlo para convertirlo en el obrador que es hoy en día. El nombre tiene un doble significado. Por un lado se debe a que forman parte de una asociación de productoras y “somos parte de un colectivo”, pero también porque les gusta la idea de los “circuitos de consumo y economía alternativa, solidaria y crítica”. Ambos pretenden fomentar la idea que “el consumidor sin el productor no funciona”; es decir, la sensación de que “somos parte del mismo equipo”.
Ellos son quienes se encargan de distribuirlo. Hay personas del propio pueblo que se acercan a comprarlo cuando están trabajando. Pero, generalmente, lo reparten a tiendas de Segovia, grupos de consumo, y también paran en los pueblos cercanos para dejar el pan en casa de los vecinos o, incluso, en algún colegio. También lo distribuyen en restaurantes.
Los hacen de varios tipos: pan de sarraceno, centeno, trigo integral, espelta integral y pan de trigo blanco. Este último "va un poco bajo demanda de los habitantes". Uno de los inconvenientes es que no tienen sello dado que apuestan por la producción ecológica por "motivos de salud y cuidado del territorio, un cultivo respetuoso". Ellos dan información a sus clientes sobre qué ingredientes utilizan o la técnica. Además, han realizado talleres para invitar a catas a las personas que consumen y que éstas puedan conocer cómo lo hacen.
"La gente joven se empieza a preocupar por lo que come"
Suárez cree que, durante muchos años, "nos han acostumbrado a comer un pan de muy mala calidad". Eso que el denomina como "pistola de pan de harina refinada" y con lo que "nos hemos ido conformando". Sin embargo, ha notado que es algo que "está cambiando" y que "la gente joven se empieza a preocupar por lo que come".
Por ello, le dan importancia a estos alimentos ecológicos y a productos como el pan integral, algo que es "más difícil" incluir en la dieta de los mayores. Pese a ello, se une a un sentimiento común que todos los panaderos tienen y es que aseguran que este producto está "menospreciado".
Bonos
Este obrador trabaja con bonos, una forma de facilitar los pagos de los clientes. Hay dos vías: o el pago tradicional cada vez que adquieres un producto o los bonos. Con ellos, promueven que las personas adelanten varios pedidos y, cuando se les va a acabar, les avisan. "Nos facilita tener una cuentas más estables y poder hacer pedidos de harina, butano, alquiler o gestoría", afirma.
Pero también es un modo de ayudar al consumidor. Ha habido ocasiones en las que algunos se han quedado con el bono en negativo, debiendo dinero, pero "no pasa nada porque como hay otros en positivo, lo compensamos". Los hermanos Suárez solo aportan soluciones para todos aquellos que quieren probar un pedacito de sus creaciones.