Pedro Delgado (Segovia, 15 de abril de 1960) ama a su tierra. También el ciclismo. Consiguió un Tour de Francia, en el año 1988 y dos Vueltas a España en el 85 y en el 89. Fue el sucesor de Federico Bahamontes y de Luis Ocaña. Solo ellos dos habían conseguido imponerse en la ronda gala hasta que llegó el segoviano con un estilo valiente y al ataque.
Ahora no se entienden las retrasmisiones ciclistas sin él. Por mucho que pasen los años siempre recordaremos sus famosos toques de corneta ante cualquier ataque en las citas de las dos ruedas y al Tío del Mazo, ese que fulmina a los ciclistas cuando menos se lo esperan. Sobre todo, cuando suben esos endiablados puertos.
Perico se considera un hombre hogareño. Defiende todo el valor, tanto patrimonial como gastronómico de la provincia segoviana y participa en los proyectos benéficos que puede. Todo sin descuidar lo más importante en la vida, su familia y amigos.
P.- Si le digo año 1988. ¿Qué recuerda?
R.- Gané el Tour de Francia. Lo recuerdo como una culminación de un sueño que tuve en mi primera participación en la cita francesa, en 1983. Ese año estuve a punto de ganarlo. No tenía muchos conocimientos de lo que era el Tour de Francia. Por aquel entonces no había Internet ni tanta información como hoy en día. Fuimos a conocerlo. Tras el susto de superar la carrera, y el día a día, y sobrevivir, fue llegar la montaña y todo cambió. De sobrevivir a ser protagonista y estar cerca de ganar. Me acuerdo de que un día caí enfermo al comer algo que estaba en mal estado. Volviendo al 88, cuando triunfé, fue ese punto culminante del sueño que vislumbré en el 83.
P.- ¿Cómo recuerda ese proceso del 83 al 88, año en el que se lleva el triunfo?
R.- En el 84 me rompí la clavícula, en la última semana de carrera. En el 85 estuve enfermo en el ecuador de la carrera y perdí mucho tiempo. En el 86 murió mi madre y tenía la sensación de que me perseguía un gafe. En 1987 salió todo muy bien y acabé segundo. Y en el 88 el triunfo tenía que recaer en mi persona, como finalmente ocurrió
P.- Sucedió a Federico Bahamontes (1959) y a Luis Ocaña (1973). Los únicos dos españoles que habían ganado hasta entonces la ronda gala.
R.- Así es. Era el tercer español en ganar. Si lo hubiese hecho en el 87, cuando acabé segundo, se hubiera dado la curiosidad de que cada 14 años parecía que tenía que ganar un español. En mi caso esperamos 15.
P.- Ya había ganado La Vuelta a España en el 1985, pero ganar el Tour es distinto…
R.- Ganar el Tour es muy diferente. Es una carrera muy internacional. En el 85, hablando de La Vuelta a España, la carrera era muy local. El Tour era el gran evento internacional. Ganarlo significaba poner tu nombre en China, Japón, Estados Unidos y en todos los lados. La Vuelta era en nuestro país y en un círculo un poco más europeo que abarcaba Francia, Italia y Bélgica, pero la cita francesa era un punto y aparte. Con diferencia.
P.- ¿Cómo recuerda la primera vez que se subió a una bici?
R.- Pertenecía a una familia muy humilde. Pedía, todas las Navidades, una bicicleta a los Reyes Magos. Por desgracia nunca llegaba. Mi hermano Julio se puso a repartir periódicos y así conseguimos nuestra primera bicicleta. Todo con el sueldo que nos daban y tras ahorrar durante meses. Antes ya me había subido a una bicicleta. Aprendí con la de mi vecino Jose. Dejaba la bicicleta a todos los jóvenes de la pandilla y aprendimos con ella. Yo tendría 12 años por aquel entonces.
P.- Por los años 70-80-90, el ciclismo era muy diferente a lo que es ahora. ¿Cómo lo recuerda?
R.- Se puede decir que tecnología e Internet han hecho que todo se haya acelerado mucho. Mi primera bicicleta, ya como ciclista profesional, tampoco era muy diferente a la de, por ejemplo, Federico Bahamontes, de 1959. Si acaso un poco más ligera. En 1984, con el récord de la hora de Francesco Moser, se empezó a estudiar el tema de la aerodinámica y de la alimentación. Empezaron, en 1987, a aparecer los pulsómetros e hizo que tanto el ciclismo, como las bicicletas, comenzasen a cambiar mucho. Viví la época de transformación del ciclismo. De uno anclado en el pasado a uno moderno que sigue evolucionando apoyado en esa tecnología. Todo evoluciona muy rápido. También recuerdo que antes había un romanticismo. Era como que, a pesar de contar con un equipo, eras tú contra todos. Ahora hay muchos asesores, entrenadores, médicos, dietistas. Además del director, que te está dando órdenes continuamente a través del pinganillo.
P.- Había pocos ciclistas por la carretera, por aquel entonces. ¿Se consideraba un extraterrestre?
R.- Las carreteras, las bicis y el mundo laboral eran muy diferentes. Solo se libraba los domingos. Ahora es muy habitual que el viernes por la tarde ya la gente tenga tiempo libre. También el sábado y el domingo. La gran diferencia, para que no hubiese tantos ciclistas en mi época era porque el deporte, o el chándal, eran un poco de extraterrestres. En cuanto a las bicicletas, yo soy de Segovia. Si iba por un terreno llano, podía defenderme, pero cuando iba por la montaña, los desarrollos con los que contábamos hacía que, a partir de una edad, no tuviese fuerza y no disfrutara de la bici. Practicar deporte era raro porque no había tiempo. También porque el ciclismo era demasiado duro con los desarrollos que se manejaban entonces, sobre todo, si te acercabas a la montaña.
P.- Mujeres habría menos, todavía…
R.- Había pocas haciendo deporte. En el Tour que yo gané y en los 80, ya había uno femenino paralelo. En España estaba más dejado de la mano de Dios. Había algunas chicas, pero muy pocas. Hasta que no surgió nuestra corredora salmantina: Doris Ruano, o Joane Somarriba no hubo un ciclismo femenino en España que animase a otras mujeres para dar a los pedales.
P.- ¿Qué es lo que más recuerda en toda su carrera?
R.- Mi triunfo en el Tour y las dos Vueltas a España. Me siento muy orgulloso porque con el paso del tiempo te das cuenta de que es muy difícil ganar una carrera de tres semanas. Al final puedo contar que la he ganado alguna vez. Hay corredores que siendo notables y tan buenos como yo no pudieron. Las tres y un poco más el Tour por esa capacidad de internacionalización que tiene. Tener un palmarés con un Tour y dos Vueltas es más que para estar orgulloso.
P.- ¿Cómo es el Pedro Delgado persona? ¿Cómo se define?
R.- Me considero una persona normal. Apasionado del deporte, desde siempre, y próximo a los demás. Lo siento muchas veces, cuando en TVE sigo las carreras. Sobre todo, de la forma en la que la gente se acerca a mí.
P.- Es segoviano. ¿Qué destaca de su tierra?
R.- Por un lado, el aspecto monumental de mi tierra que es impresionante. El acueducto, la catedral, el Alcázar. Esto como grandes insignias. Después, otras tantas iglesias románicas que tenemos. Un paraje excepcional. La provincia, con la Ruta de los Castillos. Muchos, alrededor de la ciudad. Pueblos increíbles como Pedraza. La gastronomía con el cochinillo. Los asados de cordero, los judiones… Los segovianos tenemos mucho de lo que presumir.
P.- ¿Es una persona hogareña? ¿Qué gustos tiene?
R.- Sí, me considero hogareño. En mi casa me siento relajado y feliz. Además del deporte en general y del ciclismo en particular, me gusta leer. Disfruto estando en casa, con la familia y la lectura.
P.- ¿Cómo vive lo de comentar?
R.- Empezó todo como una aventura cuando me invitó TVE para comentar y sin saber lo que iba a durar. Me lo paso muy bien, me siento querido y puedo seguir en contacto con muchos amigos. Lo llevo francamente bien. Aunque llevo muchos años y alguno tendré que dejarlo, de momento disfruto todos los años con la misma intensidad que la primera vez.
P.- ¿Cuándo le llega a Pedro Delgado el hombre del mazo? ¿En qué situaciones?
R.- Es el desfallecimiento más profundo que se puede tener. Que puede sufrir un deportista de fondo. Conocí al ‘Tío del Mazo’ siendo un chaval. Me cogía unas pájaras terribles siendo juvenil. Con 16-17 años. Lo daba todo de salida y me costaba mucho llegar a la línea de meta. Sobre todo, el ‘Tío del Mazo’ llega cuando desbordas energía y no eres consciente de controlar el esfuerzo que haces para afrontar el final. Es bonito la gente que se entrega y que espera que esa situación de crisis no llegue hasta cruzar la línea de meta.
P.- ¿Y cuando suena la corneta en su vida?
R.- La corneta suena de manera familiar. Con los hijos siempre hay preocupaciones. Considero que llevo una vida acomodada y en mi entorno estamos muy bien de salud mental y física. La corneta suena poco en mi vida más familiar.
P.- Es un hombre comprometido con la sociedad. ¿En qué proyectos está trabajando?
R.- Al ser una persona popular hay mucha gente que te requiere. Surgen proyectos en el día a día. En unos me involucro un poco, en otros más y en otros no puedo porque debo de tener tiempo para mí y mi familia. Trato de estar comprometido con la sociedad y, al ser ciclista, también con la seguridad vial.
P.- ¿Cómo ve el ciclismo actual?
R.- Es un deporte muy exigente. Siempre lo ha sido. Ahora hay tantos parámetros a vigilar que, a veces, el ciclista no desarrolla todo su potencial. Está rodeado del entrenador, del médico, del dietista, del director… Es un deporte muy sufrido. Hay que tomar a esos consejeros que tenemos alrededor como herramientas. Veo un ciclismo más profesionalizado.