La Unesco decidía, allá por el año 1985, que Segovia y su acueducto debían ser consideradas, por su belleza única en España, como Patrimonio de la Humanidad. Razones no faltaban pues la provincia segoviana, y su capital, destacan por su encanto único en lo que al entorno se refiere y por el valor que atesoran sus calles y edificios.
En el Restaurante Panorámico La Postal, que se ubica en Zamarramala, concretamente en la calle Sacramento 22, a escasos kilómetros de la capital segoviana, se ofrece un marco incomparable para disfrutar con tu pareja de una comida distinta a todo lo vivido con anterioridad en una velada que se torna en un placer para los cinco sentidos.
Este establecimiento hostelero ofrece su vagón restaurante, que lleva por nombre ‘Antonio Machado’, en un lugar totalmente exclusivo para celebrar una ocasión especial y disfrutar con una de las vistas más bellas de Segovia. Un castillo de hadas, como aseguraba Antonio Machado.
El vagón, restaurado de los años 50, fue bautizado con el nombre de un autor muy vinculado a la provincia segoviana. Recrea esos viajes que realizó en tren para llegar a Madrid y visitar a su amada, Pilar Valderrama, más conocida como Guiomar. Desde las ventanas del increíble vagón se puede disfrutar de ese paisaje que encandiló a Machado.
Un vagón, perfectamente habilitado y que cuenta con un comedor muy acogedor para un total de 54 comensales. Entre las especialidades del lugar, hablando de platos que quitan el sentido, nos podemos deleitar con el tartar de solomillo de buey o con el cochinillo crujiente confitado en leche. Delicias para chuparse los dedos.
Todo comenzó con una bonita historia de amor
“Me defino como una persona impetuosa y arriesgada. Yo soy la tercera generación de una conocida saga de fotógrafos en Segovia”, asegura, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León, Antonio Misis Galán, que es el propietario, junto a su mujer Margaret Cygan, del Restaurante Panorámico La Postal en Zamarramala.
Este segoviano, que cumplirá 70 años en breve, se lanzó a la aventura de poner en marcha el restaurante hace 24 años. Desde entonces lo gestiona con su mujer, Margaret, una estadounidense de Chicago a la que conoció hace más de 40 primaveras cuando ella recaló en la capital segoviana para hacer su tesis como historiadora, con los frescos de la Iglesia de San Justo como protagonistas.
A partir de ahí, Antonio regentaba una tienda dedicada a la fotografía, mientras que ‘Marga’, se lanzó a la piscina también para abrir una academia de inglés dando las mejores y más elaboradas clases a unos alumnos encantados con su profesora. Pero los dos quisieron cambiar el rumbo de sus vidas y apostar por un negocio común al que sacar adelante con el esfuerzo de ambos.
“Yo veía que había unas naves de cerdos en Zamarramala y cuando iba de paseo con los perros pensaba que esos animales tenían las mejores vistas de Segovia. Estaba esa nave con cerdos, delante una con vacas y después otra con ovejas, en la calle Sacramento. Ahí me llega la idea de comprar ese terreno y, hasta hoy”, explica nuestro entrevistado.
Inicios con el restaurante y la llegada del vagón
En el año 2000 fue cuando el Restaurante Panorámico La Postal echa a andar. En una nave de 500 metros. Se realizan los trámites burocráticos, no sin problemas y trabas, al ser prácticamente toda la ciudad de Segovia un espacio protegido tras la denominación de la Unesco como ciudad Patrimonio de la Humanidad y se habilita un comedor de 300 metros cuadrados.
“La idea del vagón fue porque tenía en la cabeza que en Estados Unidos se reconvertían muchos para montar hamburgueserías y demás. Pensé que en España no había nada igual y decidí poner esta idea en funcionamiento. En el año 2010 fue una realidad y ahora está asentado ya como uno de los lugares únicos para comer o cenar en España, siempre en la mejor compañía.
Pero no fue sencillo encontrar este vagón. Nuestro entrevistado pidió ayuda a la Asociación de Amigos del Ferrocarril para encontrar, finalmente, uno en Granada. Costó, y mucho, que llegara hasta donde está ubicado. Mover una pieza de casi 90.000 kilos no era sencillo, pero finalmente llegó a su destino.
“Llevamos a cabo una gran labor de restauración. Sacamos de dentro del vagón 5.000 kilos de hierro. Lo dejamos diáfano para que dentro puedan comer unas 55 personas. Cuenta con 20 metros de largo y 2,60 de ancho y es una pieza única”, confirma el dueño del lugar.
Los comensales, encantados
Como no puede ser de otra forma ante la existencia de este peculiar vagón de tren transformado en restaurante, los comensales están encantados. Son muchos los que disfrutan de las delicias gastronómicas del lugar, primero, y luego aprovechan para fotografiar las vistas y también para hacerse el selfie oportuno.
“Las personas que vienen hasta aquí para comer en nuestro vagón se quedan boquiabiertas. Muchos no sabían cómo era un tren antiguo por dentro. Pueden ver desde aquí todo el encanto de Segovia, su catedral, el casco antiguo. Por las noches, la ambientación es espectacular. Estamos muy contentos”, afirma Antonio Misis, que apunta que el vagón restaurante está dirigido a adultos y niños mayores de 12 años.
Cuentan con una carta amplia, sin olvidarse de los productos típicos de la comida castellana como pueden ser los asados de cordero o cochinillo, pero también apuestan por la comida internacional con un jefe de cocina que ha visitado China o Vietnam.
Se trata de Jesús Mollinedo, que después de pasar por cocinas internacionales como la del Restaurante Martín Berasategui en Shangai o como la del Patio Chiang Mai en Tailandia, consiguiendo en este último el premio Thailand Tatler Best Restaurant, ha vuelto a su ciudad natal para ponerse al mando de esta cocina.
Una combinación de sabores perfecta para disfrutar en un restaurante único en Segovia y Castilla y León, pero también en todo el territorio nacional.
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