Medineneses y visitantes este año sí celebraron con más ganas que nunca esta madrugada la fiesta del Toro Jubilo, el único toro de fuego que se celebra en la Castilla y León y que el pasado año, a consecuencia de la pandemia quedó suspendido.
El Ayuntamiento dispuso las medidas adecuadas de seguridad para aquellos que quisieron disfrutar de esta fiesta cargada de “polémica” y declarada por la Junta de Castilla y León en 2002 como espectáculo taurino tradicional, para lo cual, según relató el alcalde, se tuvo que demostrar que el festejo se había celebrado 200 años de forma ininterrumpida. “Durante la Guerra Civil también se celebró, la única vez en la historia que no se ha celebrado fue el año pasado por la pandemia”, explicó a Ical.
Los mozos enmaronaron al toro, de nombre Barquillero, en un poste y lo cubrieron de barro desde la patas a la testuz. Tras ello, colocaron en su cornamenta un asta metálica (gamella) sobre la que portaba dos grandes bolas de fuego que ardieron alrededor de tres cuarto de hora, momento en el que se dio por finalizado el festejo.
Gran afluencia
Alrededor de 1.500 personas celebraron esta fiesta o ritual en la villa medinense, con buenas temperaturas (cuatro grados) si se compara con años anteriores, en los que, incluso, la nieve hacía acto de presencia. Tras ser cortada la cuerda por un mozo del pueblo, Raúl Nájera, unos pocos medinenses y visitantes procedieron a hacer quiebros y recortes al toro de fuego más conocido de Castilla y León a ritmo de ‘San Juaneras’ y pasodobles.
El Toro Jubilo de Medinaceli coincide siempre con el día anterior a la festividad religiosa en honor de San Arcadio, Eutiquiano, Pascasio, Paulino y Probo, mártires, cuyas reliquias, tal y como cuenta la tradición, fueron llevadas desde África a la villa medinense sobre un toro que portaba teas encendidas en sus cuernos.
El Toro de Jubilo cuenta con un fuerte rechazo por parte de las asociaciones animalistas PACMA, que considera que someten “a un calvario” al toro, tras encenderle dos bolas de fuego sobre la cabeza.
Al respecto de estas declaraciones, Felipe Utrilla, significó a ICAL que cualquier tradición que se hace con los toros es patrimonio inmaterial de la humanidad, es decir, un rito arraigado, y agregó que sin estas tradiciones y las corridas de toros, este animal pasaría a estar en peligro de extinción.
“Cada vez hay más gente que por las redes sociales se manifiesta en contra”, destacó, para reseñar que en Medinaceli no se maltrata al toro y se le cuida porque es alquilado y sino se pagaría entero.
En este sentido, aseguró que, antes de legalizar la fiesta, se utilizó el mismo toro hasta seis y siete años seguidos, por lo que está constatado que la celebración del rito “no le queda secuelas”. “Además tras la legalización se le indulta, es decir, vuelve a la ganadería y es revisado por los veterinarios nada más que entra al toril”, indicó.
Estos espectáculos de toro de fuego, muy frecuentes en el valle del Ebro y del Jalón (Aragón, Navarra y Valencia) consisten, básicamente, en atar al toro a un poste; sujetarle un armazón, denominado gamella; colocar en las astas unas bolas impregnadas con líquido inflamable (azufre, aguarrás y estopa) y prenderlas fuego. El toro es embadurnado con barro como medida de protección. Tras esto, los mozos tientan al morlaco en el improvisado coso.
Documentada desde hace siglos en el Archivo de los Duques de Medinaceli, la primera cita de esta fiesta data del 29 de septiembre de 1559, fecha en que fue testigo del rito, desde el balcón central del Palacio Ducal, el rey Felipe II y su tercera esposa Isabel de Valois, con la que acababa de contraer matrimonio. También, están documentadas otras dos celebraciones el 3 de agosto de 1568 y el 29 de mayo de 1598, pues el Toro Jubilo se festejaba por entonces varias veces al año para disfrute de ilustres personajes.