La Semana Santa ha ocasionado estragos a Lorena Genzor, una ganadera de ovino del municipio soriano de Pobar, cuya granja fue arrasada por los lobos el pasado 31 de marzo dejando dos cabras, cinco cabritos y seis corderos devorados, así como trece ovejas desaparecidas y un número, todavía no calculado por la pastora, de reses espantadas que, al parecer, continúan vagando sin rumbo por la montaña soriana.
Así lo ha dado a conocer la Alianza UPA-COAG a la que está afiliada la ganadera, explicando, además, que la granja contaba con todas las medidas de protección del lote de reses paridas con el que se ensañaron los lobos. Tanto es así, que estas estaban protegidas por varios mastines y situadas dentro de un pastor eléctrico formado por una malla electrificada de 90 centímetros de altura, enchufada a una batería alimentada por una placa solar. Aun así, el ataque fue inevitable.
Los hechos ocurrieron antes de las 07:30 horas, ya que fue en ese momento cuando un vecino de Pobar decidió llamar a Lorena tras encontrarse a una cabra con rastros de sangre en la cuneta, además del pastor eléctrico vacío.
Fue entonces cuando la ganadera se desplazó rápidamente a su granja, donde, a su llegada, se dio cuenta de que la cabra presentaba dentelladas en el cuello y de que al otro lado de la carretera había otra cabra muerta, tres cabritos devorados y seis corderos acribillados a mordiscos, también sin vida.
Tal y como ha confesado Lorena a la Alianza UPA-COAG, durante la mañana de ese mismo día escuchó unos cencerros tras los cuales apareció un mastín cachorro de ocho meses con el resto de ovejas con varios corderos que se encontraban en el pastor eléctrico en el momento del ataque.
Tras ello, varios agentes de la Junta de Castilla y León se personaron en la granja para estudiar el caso, siendo poco después cuando corroboraron que el ataque había sido ocasionado por lobos que saltaron el pastor eléctrico, así como que uno de los corderos reventó la malla al engancharse en ella para tratar de huir, y que esto facilitó la estampida del resto de los corderos.
Lo cierto es que esta no es la primera vez que Lorena ve cómo su granja, una explotación de ovino de unas 1.000 ovejas, recibe un golpe de este tipo. Ya hace dos años, la ganadera sufrió las consecuencias de un ataque de lobos. Ahí fue, precisamente, cuando los técnicos le recomendaron que dotase la granja de más mastines y que metiera al ganado en pastores eléctricos. Lo hizo, pero, tal y como ha quedado demostrado, no ha servido de mucho.
"Ahora resulta que el pastor eléctrico no vale, y el mastín cumplió su función, pero tampoco pudo evitar el ataque. ¿Qué más podemos hacer? ¿Cuántos mastines tengo que tener?", se pregunta la ganadera.
Por todo ello, se plantea junto a su pareja, también pastor, la reducción de la cabaña e incluso el abandono de la actividad, ya que, además, las indemnizaciones que podría recibir para paliar las pérdidas derivadas de estos ataques no llegarían a cubrir las ganancias que hubiese podido obtener si nada hubiese pasado: "Yo podría haber sacado por estas dos cabras una rentabilidad durante toda su vida de 3.000 o 4.000 euros en cabritos. Ahora, no me dan ni 500 euros", ha denunciado.