Castilla y León está repleta de monumentos milenarios y de enclaves naturales de una belleza sin igual, que muchas veces confluyen como si hubieran surgido unidos de la tierra. Una de las más bellas y misteriosas construcciones arquitectónicas de la Comunidad se encuentra precisamente en un auténtico paraíso natural situado en el confín occidental de la provincia de Soria.
Se trata de una escarpada y profunda garganta, tallada en la roca por el río Lobos, en la que a día de hoy anidan más de 100 parejas de buitres leonados que conviven bajo un silencio sepulcral solo interrumpido por el curso del agua. Un acantilado calizo en el que tienen su hábitat, además, gatos monteses, tejones, jabalíes o corzos: el Cañón del Río Lobos.
Cuando visita ese entorno natural con intención de disfrutar de una de las variadas rutas senderistas que ofece, el viajero se encontrará nada más llegar con la Ermita de San Bartolomé, una bella iglesia románica, fechada en el siglo XIII, que es testimonio de la presencia de los caballeros templarios en el Cañón del Río Lobos. La simbología de esta pequeña iglesia, la vincula a la mítica Orden del Temple, creada en 1118 con el objetivo de defender los lugares santos y a los peregrinos y que se extendió por toda la cristiandad, llegando a contar con más de 30.000 caballeros.
Un lugar repleto de leyendas y misterio, con un halo de misticisimo al que contribuye el hecho de que esté ubicada en pleno corazón de este impresionante acantilado calizo, que es una visita obligada para cualquier visitante de la provincia.
Un halo de misterio
Algunas teorías consideran que la Ermita de San Bartolomé fue la sede templaria de San Juan de Otero, dentro del obispado de Osma, y se cree que el convento templario de San Juan de Otero pudo encontrarse a unos cuatro o cinco kilómetros de la ermita, cerca de los restos del Castillo de Ucero, en la actual localidad de El Burgo de Osma. Unas propiedades que pudieron pertenecer todas ellas a la mítica Orden del Temple.
Además, el templo cuenta con simbología que constantemente le vincula a los caballeros templarios, como los capitales o los canecillos del mismo. Algunos investigadores también han hecho hincapié en que la Orden, con la arquitectura que implementó en la Ermita de San Bartolomé, amplío el poder del Cañón del Río Lobos, una ubicación enigmática. El templo, por otro lado, se ubica en un lugar equidistante entre los dos extremos de la Península Ibérica, el Cabo Touriñán en Galicia y el Cabo de Creus en Gerona, lo que otorga a la ermita un mayor halo de misterio.
Por si fuera poco, la unión de esta ermita con otros templos templarios de España forma una Cruz de Malta, el símbolo de la Orden.
De ermita a abadía
La edificación de la iglesia es de planta de cruz latina y cuenta con un crucero más bajo que la nave y con una cabecera con tramo recto presbiteral y un ábside semicircular. El ábside es de carácter sobrio y cuenta con dos pilastras a modo de columnas y con ventanales de arco de medio punto, además de encontrarse rodeado por guardapolvos presididos por puntas de diamante.
La puerta meridional cuenta con seis arquivoltas apuntadas que tienen decoración de baquetones además de puntas de diamante y rosetas y seis columnas en cuyos capiteles se pueden contemplar cabecillas humanas entre flores y hojas.
En el interior de este mítico templo, la bóveda de la nave es de cañón especialmente apuntado y la del ábside cuenta con una serie de nervios apuntados protogóticos. San Bartolomé, al que se dedica la iglesia, se encuentra representado en un bajorrelieve del altar mayor. Después de la supresión de la Orden del Temple, en 1312 en el Concilio de Vienne, la ermita fue confiscada y se transformó en abadía, siendo administrada posteriormente por la cercana villa de Ucero.
La simbología templaria
Varios elementos presentes en la ermita la vinculan de forma indubitable con la Orden del Temple. Entre ellos, destaca una losa en el suelo del interior de la misma que refleja la Cruz de la Orden y sobre la que algunos llegaron a asegurar que se iluminaba ciertos días del año según la posición del sol, atravesando el rosetón del templo. Algunos estudios han llegado a confirmar que el sol ilumina la losa en el solsticio de invierno, entre los días 20 y 23 de diciembre.
Además, en el interior de la iglesia se encuentran estrellas invertidas de cinco puntas, rosetones de seis corazones que se encuentran entrelazados, algunos símbolos numéricos y un pentáculo invertido. Especialmente llamativa es la Cruz de las Ocho Beatitudes que se encuentra grabada en uno de los capiteles presentes en la entrada de la iglesia, y que era la clave de un alfabeto secreto para los templarios, que usaban para realizar el trazado octogonal de sus capillas.
Los templarios no escogieron la ubicación del Cañón del Río Lobos para construir la Ermita de San Bartolomé por casualidad ya que uniendo los principales núcleos de la Orden en la Península se dibuja una Cruz de Malta, con la ermita situada justo en el centro. Una ubicación privilegiada que ha llevado a relacionar la historia de este templo con la mítica Arca de la Alianza.
Además, la historia legendaria de esta ubicación sin igual no termina ahí, ya que se cuenta que Santiago Apóstol, montado sobre su blanco córcel, saltó desde lo alto del cañón y, al caer, los cascos de su montura dejaron varias huellas sobre la piedra, cerca del camino que hoy se utiliza para llegar al templo, y la espada se le cayó al suelo, marcando el punto en el que se ubica actualmente la Ermita de San Bartolomé. Una historia de misterio para una edificación única situada en un paraíso natural de Castilla y León.