FOTO-VILLAGODIO-8

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Valladolid

Crónicas rurales… y de toros por Rioseco

1 marzo, 2017 10:26

Me llama mi amigo Luis para invitarme a una finca que acaba de adquirir en las cercanías de Rioseco. Mi amigo Luis es industrial (cabeza visible del Grupo Real), además de agricultor de nacencia, y al saber de mi afición me comentó lo de la finca. “Son unas 80 hectáreas y las dedicaré a remolacha porque es una zona con mucha agua, -me dijo mi amigo- pero voy a conservar por capricho la plaza de toros”.

Y es que mi amigo Luis ha comprado lo que fue una finca ganadera de bravo desde tiempos inmemoriales. Aquí, en esta zona donde ahora abunda el agua y que siempre fueron tierras de pastos, se criaron toros bravos como los de las famosas ganaderías de Carreros, Villagodio y Molero.

Según cuenta Ángel Gallego Rubio, en La Voz de Rioseco en 2012, estos predios estaban en el prado de “El Aguachal”, entre la carretera de Villabrágima y el camino de Castilviejo. Aquí pastó primero la vacada de Juan Sánchez de Carreros que posteriormente vendió su parte a José Echevarría Bengoa, Marqués de Villagodio, cuyos toros permanecieron en la finca hasta el año 1939 que son trasladados a Coreses (Zamora).

Posteriormente la finca, o parte de ella, perteneció a la familia Molero hasta los años 50 que deciden su traslado a Vadillo de la Guareña, en la provincia de Zamora colindante con Valladolid. La explicación que nos han facilitado acerca del traslado desde este lugar riosecano a tierras zamoranas era debido a temas sanitarios y el exceso de agua que, al parecer, perjudicaba a las reses?

Pero con anterioridad, aunque algo más distante de “El Aguachal”, hubo más ganaderías de bravo en Medina de Rioseco como la de Vicente Cuadrillero que data de 1873 y se encontraba en “El Coto de la Vega”, entre el río y el Canal de Castilla, según la publicación de Ángel Gallego Rubio en “La Voz de Rioseco”.

Estuvimos recorriendo las tierras de “El Aguachal”, más conocidas por la “Finca Villagodio” y pisando el ruedo de su placita de toros nos hemos acordado de “fortuno”, un semental berrendo en negro que dio fama al marqués. Así que mi amigo Luis no sólo ha comprado un pedazo de tierra para sembrar remolacha, sino que también ha adquirido una historia taurina que, con su plaza de toros, seguirá viva.

Por la finca ya andan tractores desbrozando la tierra para sembrar lo que aún puede dar fruto en unos meses: remolacha, garbanzos y girasol. El agua de río Sequillo, a cuatro pasos, y el canal de “Macías Picaveas”, que pasa oculto bajo sus tierras, darán esplendor a lo que en su día fueron pastos para toros.

Para recordar al marqués, mi amigo Luis y un servidor nos comimos un “villagodio”. Cocineros y aficionados avanzados saben que Villagodio es una chuleta de lomo, de carne roja, vaca o buey. Es decir, una de esas chuletonas que tienen un par de dedos de altura.

De las muchas acepciones que circulan acerca del nombre de Villagodio, una de ellas habla del despecho de un pintor vasco (Francisco Iturrino) al que el marqués nunca le invitó ir a su finca, a pesar de pedirlo constantemente. Como la venganza es un plato que se sirve frío, el pintor (y sus amigos) cada vez que entraba a un restaurante pedía a voz en grito: ¡Un Villagodio! Como el camarero o jefe de sala pusiera cara extraña o le dijese qué era eso, Iturrino se explicaba en voz alta para que se enterase “el respetable”: “Un Villagodio es una chuleta de toro perteneciente a esa ganadería que solo sirve para carne”.

Y efectivamente, nuestro amigo Fernando Martín tampoco supo lo que era un “villagodio”. Fernando, joven pero curtido en la hostelería, es el responsable de “El Rincón del Labrador”; un conocido restaurante ubicado en La Santa Espina, en plenos Montes Torozos, donde entre otras cosas se come y se bebe de mimo.

Las fotografías ilustran perfectamente lo que Fernando Martín nos fue trayendo a la mesa y que mi amigo Luis y yo degustamos con auténtico placer. Sobre todo el “villagodio” regado con un tinto toresano (San Román) de nuestro amigo Mariano García.

Tras los postres, el café y un chupito de nuestro amigo Modesto, ex alcalde de Tordehumos, se me ocurrió retar al mus a Fernando y a su hermano y... perdimos por mi mala cabeza. No todo iba a salir redondo.

Con Luis hablé largo y tendido de tantas y tantas cosas; nos conocemos desde hace treinta años. Luis ahora es feliz con sus negocios en manos de sus hijas e hijo y él disfrutando de esta tierra que fue ganadera y de otra de 200 hectáreas (San Llorente) que adquirió en Honcalada, cerca de Ataquines. Aquí disfruta junto a Lourdes, su esposa, los fines de semana. La tranquilidad y la buena vida le han hecho hasta perder peso.

Me ha prometido que la próxima será por tierras de la finca “San Llorente”. Hasta entonces, amigo Luis. Gracias por tu amistad.