La belleza arqueológica de la provincia de Valladolid tiene un merecido reconocimiento
El área declarada con la categoría de Zona Arqueológica del sepulcro de los Zumacales comprende, además de la superficie definida por la arquitectura megalítica y su marco inmediato, una superficie alrededor del sepulcro de corredor, en la que se tiene constancia de la presencia de restos arqueológicos coetáneos a la misma. Por su extremo meridional, la zona arqueológica incluye los taludes y bancales que forman parte del emplazamiento elegido por el sepulcro megalítico, como aspecto indisoluble de su monumentalidad y prominencia paisajística.
El sepulcro de corredor de los Zumacales constituye un testimonio único –junto al túmulo de Villanueva de los Caballeros- de las manifestaciones funerarias de finales del IV milenio a.C. en la provincia de Valladolid, atribuidas al Neolítico Final. Su excavación ha permitido reconocer el mantenimiento en la memoria colectiva de los primeros grupos campesinos de ciertos lugares emblemáticos, que fueron inicialmente ocupados de manera eventual, para posteriormente ser monumentalizados mediante arquitecturas megalíticas, como verdaderas marcas permanentes en el paisaje.
El yacimiento arqueológico se localiza en la región central de la provincia de Valladolid, a unos 1.700 metros al noreste del municipio de Simancas, sobre la parte culminante de un relieve, en plena transición entre la campiña arenosa del valle del Pisuerga al sur y el reborde meridional de la estructura caliza de los Montes de Torozos. Se trata de un emplazamiento a 740 metros de altitud, elevado unos 60 metros sobre el valle inmediato, de amplio dominio visual sobre el espacio circundante, y en especial, sobre la confluencia de los ríos Duero y Pisuerga.
El yacimiento de Los Zumacales es un sepulcro megalítico de corredor, con una única fase de construcción y ocupación asociada a momentos avanzados del Neolítico interior. Ha sido objeto de diversas campañas de excavación desde 1980 a través de las cuales se ha podido documentar, tanto su secuencia de uso como sus características constructivas y los elementos materiales implicados en los rituales funerarios celebrados en él.
El sepulcro consta de una cámara central, un pasillo o corredor y un túmulo terrero que envuelve y monumentaliza la estructura interna. La cámara es de planta circular, con 5,20 metros de diámetro y presenta un zócalo pétreo de cerca de una veintena de bloques calizos desbastados -solo 11 de ellos conservados in situ-. En el interior del recinto cameral se documentó un depósito funerario, muy alterado, compuesto de una matriz arenosa con restos esqueléticos humanos y diversos elementos de ajuar. Del estudio del osario se ha podido determinar la presencia de al menos 14 individuos, que se acompañaron de monturas geométricas de sílex; hachas pulimentadas; numerosas cuentas de collar de calaíta; 2 colgantes pulimentados óseos; 2 ídolos-espátula y cerámica elaborada a mano.
El acceso a la cámara se efectuaría a través de un corredor, orientado hacia el sureste y actualmente muy degradado. El túmulo originariamente alcanzaría los 30 metros de diámetro. En el cuadrante suroeste del túmulo se hallaron indicios de una fase de ocupación anterior, con restos de fauna y material arqueológico y otros restos como abundante cerámica a mano, un punzón de hueso o un hacha pulimentada. Al igual que en otros testimonios conocidos, se trata de ocupaciones previas esporádicas, no muy distantes en el tiempo respecto a la construcción del sepulcro.
En 2016, se llevó a cabo la restauración y puesta en valor del sepulcro, en un proyecto promovido por la Junta de Castilla y León, con la colaboración del Ayuntamiento de Simancas, articulado a partir de su señalización, accesibilidad, delimitación y preservación.