A simple vista no se ven, pero descansan desde hace varios siglos silenciosas bajo nuestros pies. Forman parte inherente de ese período de la historia de la provincia que habla sin palabras de la estrecha relación que mantiene desde hace siglos Valladolid con las vastas extensiones de viñedos.
Kilómetros de pasadizos. Complejos laberintos. Incalculables túneles, cañones y salas que siglos atrás fueron construidos con esfuerzo y rudimentarias herramientas por humildes gentes de campo. Joyas arquitectónicas que muestran orgullosas su legado y permanecen ocultas a los demás escondiendo bajo tierra un amplio tesoro patrimonial que en muchas ocasiones encuentra una nueva vida gracias a la ilusión de proyectos personales que muestran el camino hacia nuevos tiempos.
Solo en la provincia de Valladolid casi la mitad de sus pueblos, un total de 91, cuenta con una zona de bodegas subterráneas entre su arquitectura, construcciones que años atrás encontraban su razón de ser en el vino. La propia Universidad de Valladolid por encargo de la Diputación ha llevado a cabo un profundo estudio de estos túneles bajo tierra.
Muchas de estas obras se encuentran en lamentable estado fruto del abandono continuado de varias generaciones, aunque muchas otras han encontrado un nuevo y peculiar uso que sirve además como tronco dinamizado de su entorno. En la zona del Esgueva y el Pisuerga son unas 30 las localidades que cuentan con bodegas y entre los pueblos de la zona suman 1.225 construcciones entre las que destacan las de pueblos tan conocidos entre el sector vinícola como Cigales o Mucientes por los que pasan miles de personas cada año.
Cigales forma parte de la DO que lleva su nombre y es además la cuna del clarete en Valladolid, ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y formas de entender ese turismo tan de moda en estos tiempos, el que nos acerca a nuestros orígenes.
Un pequeño porcentaje de sus 250 bodegas se encuentran en mal estado, el resto han ido pasando de generación en generación para conservar esa esencia de punto de reunión y entorno de disfrute en forma de peñas o merenderos donde compartir momentos. Todas ellas se construyeron entre el siglo XVI y el XVIII y la mayoría a día de hoy son usadas con frecuencia por sus propietarios que lo utilizan también para producir el vino de pequeños majuelos privados. "Tenemos suerte en Cigales, porque una bodega cerrada es el mayor enemigo para estas construcciones", explica el técnico de Turismo de la localidad, Jesús Pilar.
En este tranquilo pueblo de poco más de 5.000 habitantes se mantiene desde 2010 un proyecto cultural en torno a estos tesoros bajo tierra y destaca una bodega que se enseña al público que desea conocer más sobre el vino y su pasado. "Explicamos todo, le origen desde el siglo XI, la historia, las curiosidades y este año hemos pasado a superar niveles de visita pre pandemia. No hay duda de que el enoturismo está viviendo una época dorada y es gracias en parte a la implicación de los pueblos", comenta Pilar.
La Oficina de Turismo y el Ayuntamiento gracias a las visitas guiadas que se plantean como un auténtico viaje en el tiempo ven pasar cada año a cientos de turistas de toda España. Pero el uso cultural no es el único llamativo en la zona, una joven vecino ha puesto en marcha un negocio en el que cultiva sus setas a ocho metros bajo tierra. "Va a ampliar en otra bodega porque le va muy bien", señala Pilar, quien comenta además que se está produciendo un auténtico relevo generacional con varios jóvenes de la localidad que usan sus bodegas para la elaboración propia de vinos "muy interesantes", que están comenzándose a gestar como marca propia.
Es una muy buena noticia porque da buena muestra del futuro de nuestras bodegas centenarias", apostilla Pilar, quien añade que dos bodegas de la zona como son Cooperativa de Cigales y Ovidio García siguen elaborando y produciendo bajo tierra "porque buscan esa temperatura y humedad constantes que facilita la fermentación y lo hacen en tinos de hormigón de los años 40".
Muy cerca de allí, en la pequeña localidad de Mucientes que apenas cubre un de 700 habitantes se encuentra una zona de túneles que encuentra su origen en 1528. Gracias a las labores de recuperación e intervención en el Cuarto de San Pedro (un barrio de bodegas subterráneas excavadas por la mano del hombre) donde se encuentra además un Aula de Interpretación que junto al barrio y dos bodegas reconvertidas en restaurantes conforman uno de los conjuntos mejor conservados de toda Castilla y León, quizá por eso este pequeño pueblo ligado a la vid ha sido nombrado en 2020 como Mejor Municipio Enoturístico de España.
Junto a las bodegas, la ruta del vino sirve a muchos municipios como revulsivo turístico y hotelero que da vida durante el año a pueblos cercanos como Cubillas de Santa Marta, Trigueros o Fuensaldaña.
La lista a destacar sería interminable para dar a conocer el oculto mundo subterráneo que descansa bajo nuestros pies, pero destaca una comarca en la provincia famosa por sus vinos, que cuenta además con la mayor concentración de bodegas y es la zona de Peñafiel. La cultura del vino de la archiconocida Ribera del Duero ha hecho la mayoría de las 825 que hay registradas en la zona se mantenga en buenas condiciones. Muchas datan del siglo XIV, aunque el auge en su excavación y la ampliación de las existentes se produjo durante el siglo XVIII.
La mayoría se usan como almacén o merendero pero surgen nuevos proyectos que mezclan la pasión por la arquitectura y el vino con el espectáculo. Una vecina de la localidad acaba de pone en marcha un proyecto de ilusión que pretende situar en el mapa cultural una bodega que ofrece una experiencia que va más allá de la típica visita guiada y que llena los sentidos de los visitantes con una actuación sorpresa de flamenco, danza o teatro que va renovando cada semana.
Estos son solo un pequeño ejemplo de personas que han conseguido dar una nueva vida a un universo enterrado que lleva siglos en silencio a la espera de que se vuelvan a vivir, entre sus kilómetros de túneles y salas, nuevas experiencias que perpetúen la vida de esas joyas arquitectónicas que reposan tranquilas bajo nuestros pies.