Crónicas de gastronomía casera por los bares de mi barrio de La Farola
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En el café bar Dial, de la calle Aurora, (me acordé de mi querida, entrañable, generosa y bondadosa tía materna) es dónde he disfrutado este verano de sus exquisitas aperitivos y bebidas.
Y sigo gozando en otoño de las deliciosas tapas y el fresquito clarete cigaleño (con gaseosa), ante el cierre vacacional de mis bares habituales. Y es que uno es muy “barero”, que dirían en mi Villarrobledo natal.
Su cuidada terraza, obligada por la pandemia, me permitió conocer más a fondo a Carlos y Nieves, así como a infinidad de parroquianos que acuden cada día al Dial como si fuera un templo sagrado. Entre ellos, mi consuegro Julián y su amigo Moisés, el del estanco del Camino de la Esperanza, con quiénes comparto vino y amistad.
El Dial, afirmo, sí es un templo sagrado. O, mejor dicho: un santuario de exquisitas tapas caseras, buen vino, cerveza tirada con esmero y un servicio más esmerado aún. La barra, repleta de tapas en sus correspondientes vitrinas refrigeradas, denota un trabajo de cocina hecho con primor por Nieves.
Ellos, Carlos y Nieves, son terracampinos -él de Medina de Rioseco, ella de Valverde de Campos- y llegaron a Pucela por carambolas de la vida y sin pensar jamás en regentar un bar. Y así llevan 36 años. A Carlos se le nota hombre resuelto y de mundo por su trabajo anterior en Rioseco en una distribuidora de bebidas y alimentación, y con la amplia psicología que se adquiere detrás de una barra. Y educado y respetuoso.
Hace unos años, tuve el placer de conocerle a través de un amigo de ambos, quién me sugirió hacerle un reportaje sobre una imaginativa muestra de una de sus pasiones: la Semana Santa de su pueblo. En un rincón del Dial, Carlos había expuesto al público túnicas y otros complementos de la cofradía de La Piedad, que se procesiona en Medina de Rioseco todos los Viernes Santo. El reportaje se publicó, obviamente, en Noticias Castilla y León. Ni qué decir tiene que el matrimonio y su hijo son cofrades de La Piedad; Carlos lo es desde hace más de cincuenta años. Ahora está muy cerca de los 60.
Pero no había vuelto por allí hasta el pasado verano, como ya se ha mencionado. Y desde entonces me he abonado a su cuidada terraza, -otros días permanezco en el interior cuando hay “virugi”, ese viento suave pero frío como él sólo-. Pucela es así.
Y este pasado miércoles de “veroño”, después de degustar un delicioso y sabroso arroz caldoso con setas, (no era el risoto italiano) y mi clásico cigales, es cuando me indujo a dedicarles el artículo a esta pareja de hosteleros. Merecido lo tienen por su esmero y profesionalidad. Otros días, Nieves prepara unas lentejas con chorizo, o unas alubias con oreja y panceta, o unas patatas guisadas que, servidas en un cuenco honde de acero a modo de tapa, saben a gloria bendita, que dirían en el sur.
La barra del Dial, repleta de tapas es una bendición de observar, imagínense de comer… La oreja, los chorizos, el lomo con pimientos, la tortilla de patatas…y las anchoas; tanto en aceite, como crudas y en vinagre, adornados con cebolla (léase boquerones) son de un auténtico deleite. La fina ensaladilla rusa, las patatas con mayonesa, los espectaculares mejillones al natural y con tomate. Los contundentes y sabrosos callos y el morro con tomate. En fin.
Como uno procede de familia hostelera, vaya este artículo dedicado a todos los sufridos currantes de esta bendita profesión; en especial a Carlos y Nieves y a mis hermanas, que ya les resta poco para llegar al final de sus etapas laborales al frente del bar Los Santos; todo un símbolo en Villarrobledo desde que abrió sus puertas en 1966.
Sobre los bares cantaba Jaime Urrutia (Gabinete Caligari) "Bares qué lugares tan gratos para conversar, no hay como el calor del amor en un bar". Y qué razón tenía el cantante, aunque le faltó completar que, además del amor y de conversar, están las tapas del Dial…
P.D. El sabor del arroz con setas es perenne en mi boca…¡Nieves, hay que repetir!