Gustavo Martín Garzo: "Los totalitarismos son mundos de respuestas, pero no de preguntas"
El escritor vallisoletano ha publicado 'El árbol de los sueños', un libro, que pretende convertirse en "eterno" y en el que rinde homenaje a 'Las mil y una noches'
7 noviembre, 2021 07:00Tras la publicación de su último libro, Gustavo Martín Garzo, ha cumplido uno de los muchos sueños que le dan sentido a su vida. ‘El árbol de los sueños’ rinde homenaje a ‘Las mil y una noches’ en una serie de relatos que permiten al lector moverse de una historia a otra sin un final previsible.
La historia dice mucho de la forma de ver la vida de este escritor, una visión que desvela en gran parte durante la conversación que ha tenido con EL ESPAÑOL – Noticias de Castilla y León.
- Ha presentado ‘El árbol de los sueños’ ¿una nueva aventura?
- Me gusta que a un libro se le pueda definir como una aventura porque en el fondo es eso. Pasa lo mismo con la escritura y la lectura que yo no las disocio. ‘El árbol de los sueños’ es el deseo de algo que no está aquí. La búsqueda de otro lugar, de otra manera de ser y mirar las cosas.
- Una aventura que sirve como homenaje a otra aventura…
- Los libros no se escriben por un motivo tan externo a lo que es la propia materia narrativa de la historia. Eso sucede a posteriori. La otra aventura a la que usted alude es ‘Las mil y una noches’ que es un libro que siempre ha estado a mi alrededor. De niño leí una pequeña antología de Antonio Robles sobre ese libro y ya me fascinó.
- Muchos personajes a su alrededor...
- Simbad el marino, Ali Baba o Aladino son personajes que eran protagonistas de las películas de aventuras que veíamos de niños. Es un libro que no deja de ser una recopilación de relatos como las que luego se hicieron en Occidente durante la Edad Media, como el ‘Decamerón’ o ‘Los cuentos de Canterbury’. El título de ‘Las mil y una noches’ viene a ser un contar sin fin.
- Algo que también sucede en nuestras vidas.
- Exacto. Es el cuento de nunca acabar. Aspiramos a convertir nuestra vida en una historia que merezca ser contada a los demás y esperando a escuchar las historias que nos cuentan los demás. Es el mundo de las bellas mentiras en el que se incluyen nuestros sueños, deseos o anhelos. Abarca todo lo que está en el corazón humano que es básicamente de lo que habla toda la literatura.
- ¿Y cómo está ahora mismo el corazón humano?
Es un territorio complicado, lleno de contradicciones, de locura… Siempre se busca poner orden en el medio del caos y dotar de sentido a la vida. Es como la literatura que trata de dar forma a aquello que no lo tiene. En ese sentido el hombre no ha cambiado por lo que podemos leer libros de hace miles de años y sentir que siguen hablando de nosotros.
- Como ‘Las mil y una noches’...
- Eso es. Ese libro es un homenaje al arte de contar y a aquellos relatos antiguos que han acompañado al hombre desde el origen de los tiempos.
- Usted siempre se ha fijado en esos cuentos, historias, leyendas…
- Siempre. Me da pena que se olviden. Si se olvidan no quiere decir que se deje de buscar el corazón humano porque esa necesidad no desaparece nunca, como la búsqueda del amor que es otra bella mentira. Hay una frase de José María Merino que dice que no es el hombre el que crea la ficción, sino que es la ficción la que ha creado al hombre. Es decir, en esos relatos está la fundación de lo humano.
- ¿’El árbol de los sueños’ anhela también ser eterno?
- Quiere forma parte de esa tradición. Lleva ese título porque es una relectura del libro del ‘Génesis’. Cuando Yahvé prohíbe a Adán y Eva probar los frutos de un árbol, que en la Biblia no se dice exactamente cual es, ni porqué lo prohíbe, a mí se me ocurrió que ese árbol es el de los sueños. Es decir, sus frutos te dan el poder de soñar que es el relacionarse con lo que no existe y permite crear, por eso Yahvé no puede permitir que unas criaturas que él ha creado tengan su mismo poder de crear desde la nada.
- ¿Los sueños tienen ese poder?
- Por supuesto, por eso lo prohíbe.
- ¿Y qué sueño tiene Gustavo Martín Garzo?
- Muchos, como se ve en el libro.
- ¿Están allí reflejados?
- Claro que sí. No de una manera literal. En este libro hay una autobiografía, pero no como persona individual sino también como alguien que pertenece a una cultura, a un mundo, a una especie. Por eso convergen varias tradiciones en el libro, la griega, hebrea y oriental. Pero todo esto surge después, no fue la razón del libro.
- ¿Cuál fue entonces la razón?
- Contar. Y he descubierto como todos los cuentos están conectados. En este árbol es como subir por las ramas e ir pasando de unas a otras. Viajas sin saber a dónde vagando por ese mundo…
- Igual que sucede en la vida.
- Eso es. Hay una expresión castellana que habla de irse por las ramas, es decir, ir por lugares por los que habitualmente no vas. Buscamos otros itinerarios, aunque sea en espacios conocidos, porque hay algo inherente al ser humano que es que algo nos falta. Por muy plena que sea nuestra vida siempre tenemos el sentimiento de que hay algo que nos espera y no hemos logrado alcanzar, aunque no sepamos definir exactamente lo que es.
- Es ese sentimiento de que la vida está bien, pero no puede ser solo esto.
- Correcto. Pensamos que hay otra cosa y los relatos, desde la fantasía, dan respuesta a ese algo más.
- La lectura ¿es buena para la salud?
- Indirectamente, para la salud mental, sí lo es. La literatura te ayuda, pero no sabes de qué forma. Te hace más sabio, más reflexivo, te empuja a conocer cosas que no sabías que existían… Te enseña a poner orden en tu mundo. Pero cuidado, la lectura también comporta un riesgo.
- ¿Por qué?
- Porque no sabes a que te expones. Cuando lees un libro no sabes lo que vas a leer o hasta que punto va a perturbarte, o no. Hay libros muy perturbadores y eso no quiere decir que no tengas que leerlos porque te pueden mostrar cosas. Leer es un riesgo porque es dejar el terreno de lo conocido por ir en busca de algo que no sabes lo que es.
- ¿Y eso es malo?
- A la larga, aunque pueda parecer no aconsejable, redunda en tu beneficio porque te vuelve más sabio y capaz de aceptar tu propia complejidad.
- ¿Eso hace que busquemos siempre lo simple?
- Sí. Lo complejo nos angustia. Vivimos en un mundo de respuestas no de preguntas. Y la literatura es el mundo de las preguntas. Si lo piensas, todos los totalitarismos son mundos de respuestas no de preguntas. Todo se nos dice como es, todo está definido… A un niño, sin embargo, no. Para ellos nunca lo está. Para él, una simple silla se puede transformar en un caballo en función del juego en el que lo necesite. Ellos viven ante un mundo abierto.
- Sin embargo, para los adultos no es así.
- No, crecer y hacerse adulto es, en general, conseguir que el mundo se vuelva cada vez más estrecho y fijo.
- Leí en un grafiti que ‘crecer es una trampa’…
- Totalmente. Porque llega un momento en el que el mundo en el que vives es como una cárcel. Sin darte cuenta creas una prisión que no puedes abandonar. Además, es una trampa en la que vas entrando sin darte cuenta siendo preso de la realidad.
- Algo que no sucede en la literatura.
- Es justo lo contrario. La literatura es un espacio de libertad que te permite ir más allá y a recuperar espacios de libertad y de deseo.
- La palabra libertad da mucho juego en estos tiempos. Hay quienes dicen que, pese a estar en democracia, no hay libertad.
- Sí. Incluso en la libertad de pensamiento que está hecho de lugares comunes y de frases hechas. Cada uno busca que le den masticadas las cosas. Se hace un hombre unidimensional que ya no es capaz de conectar con su propia sombra. Algo, que reitero, no pasa con los niños ni en los momentos amorosos.
- ¿Por eso sus relatos casi siempre se vinculan al amor?
- Los momentos amorosos son de descubrimiento de la libertad, de un mundo inesperado y sorprendente que no sabías que podías encontrarte en él. Un mundo en el que ni siquiera sabes lo que te espera.
- Actualmente, cada vez más, prima la imagen, la secuencia, lo inmediato… ¿Puede ser eso un problema para la literatura?
- Creo que la literatura puede servirnos para enfrentarnos a todo eso. La literatura es la conquista de la lentitud, del silencio, de esos espacios en los que todo lo que nos rodea queda aparte y deja de tener valor. Nos acerca a estar solos con nosotros mismos.
- ¿Hay necesidad de silencios?
- Sin duda. En medio de tanto ruido es necesario. Porque somos ricos en información y pobres en historias memorables. La información nos domina, pero ¿aporta gran cosa? ¿Quién cuenta cosas que merezca la pena escuchar? ¿Dónde está un Ulises que nos cuenta lo que le ha pasado en sus viajes?
- ¿Nadie cumple esa función?
- El arte creo que sí lo hace. El artista es como el viajero que recorría lugares lejanos y extraños volviendo como dueño de un relato que cautivaba a quienes le escuchaban. Había dos tipos de narradores, el que viajaba y contaba sus peripecias, y el que no viajaba, pero guardaba todas esas historias para que perduraran en el tiempo.
- De hecho, cada vez sabemos menos de historia.
- Completamente. Y menos de literatura, de filosofía… de esas asignaturas que llamaban humanísticas. No hablan tanto de la técnica y de la mejora social, pero sí de mejorar como seres humanos.
- Si quitamos las humanísticas, como usted decía antes, nos conformaremos con las respuestas y no tendremos preguntas…
- Eso es. Es importante que hagamos preguntas. Es lo que hacen los niños que preguntan siempre. A nosotros no nos dejan preguntar, ni siquiera en la política. Parece que las cosas son de una manera y no pueden ser de otra. ¿Por qué tienen que existir esas diferencias sociales tan impresionantes? ¿Por qué unos pocos acaparan todo y la mayoría de la gente no tiene nada? ¿por qué hay pueblos enteros que tienen que abandonar sus lugares de origen y huir hacia otros cuando a dónde huyen son los países que previamente les colonizaron y les quitaron las riquezas?
- ¿Quizá la pregunta clave que siempre tiene que hacer el periodista?
- Sí, debe de preguntarse el porqué de las cosas y si no pueden ser de otra manera. Nadie se pregunta por qué hay tanto sufrimiento en el mundo. Por ejemplo ¿es lógico que mientras en occidente hemos vacunado al 80% de la población contra el COVID-19 en África no hay ni un 25%? ¿Qué hay detrás de las empresas farmacéuticas? ¿Por qué en un año encuentran una vacuna para esta enfermedad y hay otras que nadie atiende? Todas estas son preguntas que alguien tiene que hacerse.
- Hay muchas respuestas en internet…
- El problema es que hay un popurrí de cosas donde se mezcla lo falso con lo verdadero. El que sabe discriminar le puede venir bien, pero es que hay mucha gente que no se tiene esa capacidad. En ese sentido veo muy importante la función de los maestros, de las personas que enseña a los niños y les inicia en ciertos terrenos a los que no son fáciles acceder por uno mismo.
- ¿Por ejemplo?
- Para que un chico de 14 o 15 años pueda entrar en el mundo de la filosofía necesita de un profesor que le lleve de una mano. Si le acompañan, podrá entrar, como pasa en la literatura. Muchas veces no es fácil leer si no te llevan de la mano.
- En los colegios se obliga a leer libros como ‘La Odisea’ o ‘El Lazarillo de Tormes’. ¿Cuándo te obligan es más complicado que lo hagas con gusto?
- Es importante que los niños conozcan las grandes obras de la literatura. Para mi es importante que un chico sepa que existe ‘La Odisea’. No sé si podrá leerla solo o acompañado. Igual que pasa con ‘El Quijote’. Se puede hablar del libro, leer unos fragmentos, es decir, iniciarle en ese libro para que años después pueda leerlo solo. En ese sentido es imprescindible la figura del profesor.
- ¿Es ‘El árbol de los sueños’ su libro definitivo?
- Yo no soy quien puede decirlo. Sí que siento que será difícil que me meta en una empresa como la de ‘El árbol de los sueños’ que me ha llevado tres años. Me lo he pasado muy bien escribiéndolo porque me he sentido muy libre. Me he dejado llevar. Ha sido como un viaje que no sabía como iba a terminar. Ha sido un deambular sin fin del que estoy muy satisfecho.
- Ahora, por tanto, ¿necesitará tranquilidad?
- Siempre me ha gustado alternar un libro más extenso con alguno más breve, alguna novela corta que es un género que me gusta mucho, un cuento…
- Hemos hablado mucho de sueños ¿Soñó alguna vez con ser escritor?
- Nunca. En un momento determinado me gustaba escribir, porque me gustaba leer, pero no fue hasta tarde, con treinta y tantos años cuando me puse a escribir un relato que se convirtió en una cosa extensa que ya ni sabía qué hacer con ella. De hecho, ahí está y, de una parte, salió mi primera novela. En ese momento sí me sentí escritor. Lo que no sé exactamente es definir lo que es un escritor. Como decía Cortázar ‘el escritor es siempre un aficionado’, alguien que siempre está probando.
- Algunos todo lo que escriben acaba siendo éxito de ventas.
- Tiene su fórmula para ello. Yo no tengo nada en su contra. Si a la gente le gusta esos libros y entretenerse me parece bien, pero ese no es para mí el escritor verdadero. Ellos producen libros que cumplen una función social que consuela y entretiene, pero no es mi modelo de escritor.