Hay muchos placeres en la vida. Todo depende del prisma con el que se mire y los gustos de cada uno, pero seguro que un amplio porcentaje de la población mundial estará de acuerdo en que el chocolate es uno de ellos. Su sabor, su textura, su aroma. Un producto único del que Rueda presume con orgullo gracias a una fábrica que se remonta al año 1918.
Se ubica en la calle San Sebastián de la localidad pucelana, lleva por nombre ‘Chocolates Juan Ruiz’ y la gestiona la familia Ruiz, siendo el propio Juan Ruiz, cuarta generación, la cabeza visible. Desde allí se elaboran dos tipos de chocolates únicos en España. Por un lado el chocolate a la taza y, también, el negro de 85% de pureza. Las máquinas, las mismas que hace 100 años. El sabor, también. Ahí radica el éxito de un producto para chuparse los dedos
Desde tiempos de la primera Guerra Mundial
Era el año 1918 cuando la primera Guerra Mundial, que cambiaría el destino del mundo, agonizaba. También en ese año, la localidad vallisoletana de Rueda iba a ganar en dulzura gracias al bisabuelo de Juan Ruiz, nuestro entrevistado.
“La fábrica echa a rodar en el año 1918. Aunque tenemos datos de que ya había habido algo antes. Hemos encontrado algún papel anterior relacionado con chocolate. La funda mi bisabuelo, Juan Ruiz. No sabemos el porqué, pero sí que era un hombre de negocios”, afirma nuestro entrevistado en declaraciones a este periódico.
En un principio, como añade, se hacían varios tipos de chocolates. Con cacahuete, con almendras y jugando con diferentes porcentajes de cacao. Compró toda la maquinaria que hacía falta para elaborar las mejores piezas. Refinadora, mezcladora, tostadora… todo para hacer las mejores onzas.
En diciembre de 1960, con el fallecimiento del precursor de la chocolatería, ésta llega a manos del abuelo Felipe Ruiz que compró un molino, a añadir a la maquinaria existente, anteriormente citada, y se centró en la elaboración del producto que demandaba la clientela, el chocolate a la taza.
“Mi abuelo no introdujo más modificaciones en la fábrica. Siguió con los mismos moldes incluso que tenía su padre. Por fuera ponía Felipe Ruiz y por dentro Juan Ruiz, en el propio chocolate. Después, la fábrica pasa a manos de mi tío Juan José, de mi padre Felipe y mi tía Regina. Me gustaría ensalzar su trabajo porque ellos son los artífices de que el negocio familiar siga en funcionamiento”, nos cuenta Juan.
Cogiendo el testigo
Tras un periodo temporal en el que la fábrica estuvo parada, aunque la familia producía para consumo propio, Juan coge el testigo en el año 2012. La cuarta generación, pues, lucha por mantener una fábrica única en nuestro país.
“Pertenezco a la cuarta generación. Trabajo con las mismas máquinas, ingredientes e ilusión que mis antepasados. Desde que nuestro bisabuelo fundó la fábrica de chocolate, su filosofía y pasión por lo natural se ha trasmitido hasta nuestros días. Elaboramos un producto sin secretos compuesto de cacao, azúcar y harina. Bueno, apuntaría que un secreto sí que tiene y es el amor por la tradición familiar. Somos el chocolate de Rueda”, afirma Juan.
Quitando el polvo de unas máquinas únicas, la idea que persigue pasa por “producir poco” pero “bueno” y manteniendo “la originalidad de la fábrica” elaborando un chocolate a la taza que quita al sentido y el proceder de hace 70 años.
Un chocolate único
“En la actualidad hacemos el chocolate a la taza más original con nuestras señas de identidad. También elaboramos un chocolate negro con un 85% de pureza. El cacao nos llega de Ghana y solo usamos esta materia prima junto a la harina y en azúcar”, añade este ya, maestro chocolatero.
Él es el único trabajador en la fábrica, aunque cuando lo precisa siempre tiene la mano tendida de algún familiar. Vende en Rueda, en bodegas, y a algún cliente por Internet que les precisa tras comprobar todo el encanto de esta fábrica legendaria ya en la provincia de Valladolid. También a tiendas de amigos en Segovia y Guadalajara pero lo hace “a pequeña escala” y “sin esfuerzo comercial”.
“Me gustaría que alguien de la familia se dedicara a ello de forma exclusiva. Lo intentamos hacer lo mejor posible pero tenemos la sensación de que podemos mejorar y ampliar las referencias de chocolate”, añade Juan, que dibuja un futuro muy halagüeño para la chocolatería .
Un producto único y para chuparse los dedos en un municipio, cuna del verdejo pero dulce, que presume de chocolate y de una fábrica con más de 100 años de historia.