Juan López / ICAL
“Tener abierto el botiquín es un sacrificio y un esfuerzo para nosotros, pero más allá de la rentabilidad, que no es tanta, es una satisfacción dar servicio a un pueblo que se ha quedado sin farmacia y que tiene gente mayor que tiene dificultades para desplazarse”. Álvaro Bravo, farmacéutico de Valverde del Majano (Segovia), asumió hace un mes la oficina de la cercana localidad de Garcillán. Los botiquines son, en algunos pueblos, uno de los últimos clavos a los que agarrarse en la lucha contra la despoblación. Si al colegio, el consultorio médico o el bar se le suma el servicio farmacéutico…
El caso de Álvaro Bravo se ha repetido en la última década en Castilla y León. Más de 30 farmacias rurales se vieron abocadas al cierre por jubilación o simplemente por acceso a concursos de los propietarios en otros lugares. Ello ha motivado que, o cerraban definitivamente o continuaban abiertas gracias al esfuerzo económico y de tiempo de oficinas de localidades cercanas, que las asumían como botiquines. La Comunidad cuenta actualmente con 1.610 farmacias, 1.065 de ellas rurales, lo que supone 36 menos que hace diez años, pero casi todas reconvertidas en este tipo de espacios, obviamente más limitados.
Bravo acude los lunes y jueves, dos horas por la mañana. “Al principio pensé que debía ir más, pero cuando pisas suelo te das cuenta de que así es suficiente”, señala a Ical. Ahora, junto al alcalde Garcillán, Javier Gómez, solicitarán al Ministerio de Sanidad un cambio para alinearse con los días que el médico pasa consulta. Desde el 1 de enero adelantará el jueves al miércoles y lo hará por las tardes “para dar servicio a quienes trabajan en Segovia y están en el pueblo en esas horas y no han tenido tiempo de acudir antes”.
Principalmente, defiende, el objetivo es también atender a la quincena de personas mayores con dolencias crónicas que cada 14 o 30 días necesitan su medicación. En un momento de bastante atención, Bravo reconoce que “la rentabilidad en sí...”, y a buen entendedor pocas palabras bastan. De hecho, todas las farmacias rurales con VEC (viabilidad económica comprometida). Sin embargo, señala que al menos supone “un plus para su farmacia principal”, en la que ha contratado a un adjunto, y además le permite tener un “contacto directo” con los habitantes de Garcillán. “Me gusta conocer bien a la gente”, sostiene
El regidor de la localidad defiende que esta población de medio millar de vecinos al menos cuenta con una pirámide de población “muy rectangular” y es poca la gente mayor con “dependencia médica para acercarse con coche a Valverde”, como así han estado desde que en julio se cerrara su farmacia.
Muchos kilómetros semanales
Un caso muy similar es el de Ana Zabala, titular de la farmacia de Vega de Valcarce (León), y que gestiona dos botiquines, uno de ellos en Balboa. Y el de Aureliana María, cuyo esfuerzo se multiplica por la distancia que recorre. Su oficina principal está en Nofuentes (Burgos) y asumió el botiquín de Quisicedo, a 40 kilómetros al norte, después de que las oficinas de Medina de Pomar y Espinosa de los Monteros lo rechazaran. “Lo abro los lunes, miércoles y viernes, dos horas. Pero en verano todos los días. La gente que va me transmite que han tenido suerte porque no pierden el servicio, porque son conscientes de que hay poca población y no puede abrir siempre”, comenta a Ical.
El recorrido de estos tres días supone una suma de unos 250 kilómetros semanales por este viaje, que también “es cansancio”: “Pero lo hago muy a gusto. El servicio de farmacia es fundamental para que la gente siga viviendo en el pueblo, al igual que el médico. Lo tienen que valorar las personas que viven en Quisicedo”, comenta Aureliana María, quien admite que de momento “gana dinero, pero día que no lo haga...” “El pueblo lógicamente tiene que responder”, señala, dado que hay gente que “va al mercadillo los martes a Espinosa y coge allí los medicamentos”.
El propio alcalde de Merindad de Sotoscueva, José Luis Azcona, al que pertenece la localidad, señala que el Ayuntamiento cede el local, aunque Aureliana lo ha tenido que acondicionar, ya que hasta 2020 era farmacia como tal. “Ahora podemos estar tan bien atendidos como cuando estábamos los cinco días de la semana. Intentamos salvar así un poco ese abastecimiento en los pueblos, donde la gente es muy mayor”, comenta, para añadir que la “gente está encantada” con Aureliana María “porque cuando cerró la farmacia pensábamos que nos quedábamos sin nada”. “Ahora viene tres días, dos horas cada una, y coincide con la consulta del médico. Nosotros estamos encantados, no sé si ella está contenta con sus resultados económicos”, admite, pues la buena afluencia del verano se descompensa en invierno, que hay “poca cosa, porque hay menos gente”. “La farmacia y el médico van de la mano. Si nos falta uno se irá el otro y viceversa. Estamos encantados y lo que queremos es que nos dure”, deseó.
Cercanía rural
Verónica García gestiona la farmacia de Geria, a unos 17 kilómetros del centro de Valladolid. Patear las calles de la localidad ya ofrece una sensación rural. ‘Si busca una buena recomendación, aquí la tiene. Entre y hable con su farmacéutico’. Así reza el cartel de bienvenida a la oficina. “Ofrecemos cercanía, amabilidad y casi hasta amistad. Intento dar siempre confianza al paciente”, sostiene.
Ella ya residía en Geria cuando surgió la oportunidad de hacerse cargo y de adquirir la licencia, en junio de este año. “Aquí el horario es más cómodo que en la ciudad y puedes conciliar”, explica. Señala que aunque no cuenta con ningún botiquín, da servicio a varios pueblos muy pequeños del entorno.
Relata que el trato “es muy personal”, algo que se alinea perfectamente con la “ilusión” con la que afronta a diario su profesión, en una farmacia que abre a diario aunque, por el momento, de alquiler .”Siempre he deseado tener mi propio local”, recuerda. Todo ello, en conjunto, permite “dar el mejor servicio a la población”, más si cabe cuando “desde el inicio de la pandemia hay menos días de consulta médica en estos pueblos, algunos tan solo un día a la semana”. “La farmacia debería estar apoyada públicamente por el servicio tan relevante que supone y así evitar que desaparezca en el ámbito rural”, culmina.
Sostenibilidad cada vez más difícil
El presidente del Consejo de Colegios Farmacéuticos Profesionales de Castilla y León, Javier Herradón, explica a Ical que la Comunidad ha sufrido pocos cierres de farmacias en estos años y que cuando a un profesional le autorizan otra oficina por un concurso de méritos, “tiene que cerrar la que tiene por obligación de la Administración, que rápidamente se la ofrece a otra, ya sea como farmacia o botiquín”, algo que niega que se traduzca en la pérdida de servicios, “sino que se transforman”.
En todo caso, coincide con el resto de farmacéuticos que este espacio “se atiende a base de esfuerzo, porque lo hace fuera de su horario laboral”. “Es fundamental porque de alguna manera se busca calidad de prestación. Ellos atienden su farmacia, con horario de entre 30 y 40 horas, y en su tiempo libre va al botiquín. Coge su coche, se desplaza, hace una inversión para tener allí medicamentos y para la receta electrónica”, subraya Herradón, y “todo para obtener seguramente ingresos mínimos”.
En todo caso, reiteró que el Consejo ha detectado que las farmacias del medio rural “cada vez tienen más difícil su sostenibilidad”. “El farmacéutico tiene que poner su vida, familia y dinero para mantenerlo”, sostiene. De hecho, añade que si esa farmacia “trabaja en la ciudad, donde también se necesitan más oficinas, ganarían más”. “Servicios no se pierden, sino que supone un esfuerzo mayor para el profesional. El botiquín es un establecimiento regulado por ley que permite que la farmacia tenga unos esfuerzos mínimos para dar un servicio muy importante a poblaciones muy pequeñas”, resume.