Sobre lo apropiado y lo inapropiado muchos ríos de tinta han fluido, máxime, hace siglos, cuando las mujeres no eran vistas con buenos ojos en el mundo del arte, la cultura y la música, entre muchos otros ámbitos. Nombres como los de Yuja Wang o Mitsujo Uchida no habrían trascendido, como sí lo hacen ahora, mientras que, antes, las brillantes mentes femeninas habían de recurrir a pseudónimos, como pasó, también, en la fotografía, con nombres como el de Gerda Taro.
Quizá, si se presente el apellido de Mendelssohn, acuda al imaginario colectivo su marcha nupcial, tan presente en casi todos los enlaces matrimoniales representados en la gran pantalla. Lo menos conocido es que su hermana, Stephanie, fue otra de las grandes compositoras de la historia de la música y, por ende, del arte; y no por la menor relevancia de sus obras, sino, de nuevo, por el encasillamiento del ingenio de la mujer no más allá de los muros de sus casas.
Fruto de ese ostracismo bajo el que vivía Fanny, como se hacía llamar para poder firmar con ‘F.’ y dar lugar a entender que sus composiciones eran de su hermano, Felix, han surgido iniciativas para situar en la Historia nombres -y obras- que merecen ser perpetuas. Iniciativas como la presentada anoche con el programa ‘Mujeres y Música’, de la pianista, compositora y divulgadora Olaya Hernando. La puesta en escena vino dada, en el Paraninfo del Palacio del Conde Ansúrez de Valladolid, con un recital de piano y voz, a cargo de la soprano y actriz Paula Mendoza, en el que repasaron obras de Remedios de Selva y Torre, Amy Beach, Mel Bonis o María Rodrigo, con el apoyo del Instituto Nacional de las Artes Escénicas.
La muestra sirve para honrar “no sólo la memoria de estas artistas silenciadas durante siglos, sino para ofrecer a la Humanidad la posibilidad de deleitarse con la más elevada música clásica”, como asegura la propia Hernando.
Este ciclo se concibe bajo la idea de sacar a relucir el amplio repertorio musical que vivió en el ostracismo, olvidado por la mayoría bajo el polvo y la llave de la censura, por el mero hecho de ser propiedad intelectual de mujeres, con el fin de que no fueran escuchadas por “nadie más allá del círculo familiar”, explica la pianista. Esta ‘herencia’ mana de los conventos donde, junto con el estamento nobiliario, se hallaban las compositoras, cuyas obras tenían el único fin de “honrar a Dios”.
Marianne von Martinez fue otra de las grandes olvidadas, alumna del propio Joseph Haydn y con un repertorio “altamente valorado por Beethoven”; o Nadia Boulanger, cuyo nombre trascendió merced a la insistencia de su pupilo, Astor Piazzolla. “Las conocemos porque un hombre se empeñó en dar valor a sus nombres y se asume, la realidad es que han de ser escuchadas porque son artistas de una calidad increíble, pero, en ese momento, simplemente, no interesaba a aquellos que firmaban el canon”, argumenta Hernando.
Otro flagrante caso es el de Mélanie ‘Mel’ Bonis, de finales del Romanticismo, “una de las más grandes que existen”, para la pianista que ayer deleitó a la platea del Ansúrez. Explica, también, que España no se queda atrás en lo que a grandes compositoras olvidadas se refiere, puesto que “existen muchas obras de grandes artistas españolas, como María Rodrigo, cuyas obras no se encuentran en la Biblioteca Nacional, más allá de primeras ediciones o manuscritos”.
Hernando, que empezó a tocar música de mujeres a través de las partituras de Mercé Torrents, asegura que “el feminismo, bien entendido, es necesario, porque, si bien es cierto que se sigue el buen camino y hay un cambio cultural con respecto a entonces, la sociedad está bastante lejos de una situación de igualdad”. En este sentido, subraya, sobre el propio ciclo que comenzó ayer y que se prolongará hasta el próximo día 11, que “ojalá no fuera necesario, pero los roles continúan estando muy asumidos, más, si cabe, en un mundo tan pequeño como el de la música”.
Al tomar perspectiva y entrar a valorar la trascendencia de la música en la sociedad como “forma de expresión más completa”, Hernando identifica una “relación absoluta entre la música clásica y el Pensamiento” -entendido en su relación con la Filosofía- “ya que la música siempre se sitúa a la vanguardia y es capaz de expresar todo, desde la guerra hasta la exaltación, es la que más se aproxima al ser humano, tanto en la parte emocional como cerebral”.
La música no es sino un “objeto de belleza y es para el público, sin él no tiene sentido” para la pianista, educada bajo el abrigo de grandes maestros como Mariana Gurkova, su “punto de inflexión”. Hernando conoció su maestra a una muy temprana edad y no duda en referirse a ella como “una diosa, capaz de ponerse a un lado y dejar volar a su alumna, algo en absoluto frecuente”. Tras Gurkova, se presentó en su vida como guía el maestro, recientemente fallecido, Anatoli Povzoun, sobre quien Hernando asegura que “sacó todo lo que hay de buena pianista” en sí misma.
Situación actual
“La Junta de Castilla y León financia la Orquesta Sinfónica de la Comunidad, que está muy bien, pero hay mucha música clásica más allá”, asegura Olaya Hernando. Además, identifica un grave problema en lo referente “a la cultura”, ya que se trata de la institución “que menos esfuerzo destina a ella”.
En lo referente a España, Hernando, quien deleitó anoche al auditorio con, también, creaciones propias, define el panorama de la música clásica como “terrible, porque se continúa considerando un arte para una élite, de difícil acceso, algo que es un error porque quien no se acerca a la música se la acaba perdiendo y, para muestra, los más sinceros, los niños, quienes disfrutan, sin excepción, de ella”.