Aunque cada vez es más habitual que haya mujeres que desempeñan trabajos que tradicionalmente se consideraban solo aptos para hombres, hace veinte años era bastante menos usual. Obreros de la construcción, mineros o conductores de vehículos pesados eran oficios en los que la presencia femenina era casi residual. Lo mismo que sucedía en la empresa de autobuses pública del Ayuntamiento de Valladolid, Auvasa, en la que en el año 2000 solo era una mujer la que desempeñaba la función de conductora. Hasta que, en ese año, María del Mar Honrubia García decidió que quería ser parte de la plantilla.
“Llevaba tres años conduciendo para una empresa privada y salió una convocatoria a la que decidí presentarme”. Y no la fue nada mal porque consiguió ser la número uno “de las 36 plazas ofertadas y en la que nos presentamos alrededor de 600 personas”. En aquel momento “solo había una chica que estaba cubriendo una plaza temporal y yo fui la primera en conseguir un puesto fijo en la empresa”, explicó.
“Podía haber elegido limpia coches o conductora, pero me decidí por la segunda porque ya llevaba tres años conduciendo” después de haberse hecho con todos los carnets necesarios para manejar vehículos pesados. Y lo hizo porque “lo tomé como un reto y yo siempre he sido de eso”. Pagó entonces, en 1997, 300.000 pesetas -alrededor de 1.8000 euros- convencida que “iba a conseguirlo porque siempre me había gustado conducir”.
Los inicios no fueron sencillos porque aún recuerda como, antes de empezar en Auvasa, los primeros recorridos que hizo fueron en rutas de colegios y para trasladar a los trabajadores de Renault a la factoría de Palencia. “Cuando llevaba a los trabajadores, a las cinco de la mañana, recogía a los que salían del turno de noche para regresar a Valladolid. Y aunque salían muy cansados, no se dormían como con mis compañeros, sino que iban pendientes de la carretera al ver que era una mujer quien conducía“, comentó entre risas.
Eso se acabó pronto, porque se dieron cuenta de que la seguridad con ella estaba tan garantizada como con cualquier hombre. Es más, consiguió una muy buena relación con ellos gracias a una máxima de vida que mantiene desde siempre: “tener empatía y no dejar a nadie tirado”. De hecho, hay “trabajadores de aquel entonces, que ya jubilados, cuando me ven en el autobús me saludan y se acuerdan de aquellos viajes”.
Entrada en Auvasa
Tras su experiencia en la empresa privada, dio el paso para pasar a Auvasa casi por casualidad. “Mi marido y yo teníamos un amigo que trabajaba en la empresa y un día le pregunté la razón por la que no había mujeres conduciendo. Nos dijo que era porque no se presentaba ninguna a los exámenes, que no había ninguna cortapisa al respecto, así que me lo tomé como otro reto y lo conseguí”.
¿Y cómo se lo tomó el resto de la plantilla? “Sin ningún problema, siempre me han acogido como una más”. No tanto como le ha pasado, en alguna ocasión con los usuarios del bus. “Sobre todo con la gente mayor que viene de los pueblos. En una ocasión subió un señor que me dijo que si me hubiera visto antes no habría montado. No me corté, le dije que esperara si quería al siguiente que venía un compañero con una barba muy grande”. Finalmente, se quedó y pese a que “estuvo un poco pesado durante el recorrido, no tuve más problema”.
Por fortuna esa es la excepción, porque con la gran mayoría de la gente, no tiene ningún problema. Incluso destacó que “si suben cien personas, 98 me dan siempre los buenos días y yo contesto a todos”. Habitualmente lo hace con una sonrisa “porque entiendo así la vida”. Tanto que lleva, desde hace un año y medio, un pulpo de peluche junto al volante. “Un muñeco que es reversible. Por un lado, con la sonrisa y por el otro con la cara triste. Yo siempre le llevo sonriendo”. Una figura que, además, “les encanta a los niños cuando le ven al subir y me encanta tenerlo a mi lado”.
La línea 1, una de las más complicadas
Actualmente hace el recorrido de la línea 1, la que va desde Covaresa al Barrio España. “Es una de las rutas más complicadas, porque pasa por barrios y por el centro de la ciudad” y la escogió, como siempre ha hecho, “porque a mí me gusta lo difícil”. Además, ese recorrido es el que más usuarios mueve a lo largo del año, junto a la línea 2, sumando entre ambas 7,3 millones de traslados en el año 2019 -antes de la pandemia-, más del 28% del total.
Un trayecto que no es el único en el que se ha manejado y en el que usa, como mejores armas, “la empatía y la sonrisa” para hacer su labora mucho más agradable. Así, rememora como cuando se encargaba del búho “siempre esperaba a los chavales cuando los veía venir corriendo en la última salida”. Y es que esos 15 o 20 segundos “valían para que ellos se dieran cuenta de que les hacías el favor y me lo devolvían estando tranquilos en el bus sin armar follón”. Eso y que tiene muy claro que ‘Mallu’, como la conocen sus amigos, “no deja a nadie tirado”.
Respecto a los cambios que se han producido en la ciudad en los últimos años con la implantación de más carriles bus, deja muy claro que “nos ha facilitado las cosas”, aunque también reconoce “que se lo ha puesto un poco más difícil al tráfico privado”. Ambos tienen que convivir y por eso sí que se queja de que “a veces también hay personas que no hacen mucho caso a nuestros carriles y hay que esquivarlos”.
Cuando lo hace, eso sí, como en el resto del recorrido, “procuro hacerlo con la mayor delicadeza” ya que ella misma se siente a veces vigilada por su condición de mujer. “A las chicas que entran nuevas les digo siempre lo mismo, que conduzcan con suavidad”. Porque, aunque las quejas por ser mujer cada vez, por fortuna, son casi inexistentes, aún hay veces que alguien puede ‘salirse del tiesto’. “Si un conductor da frenazos o es más brusco parece que no pasa nada, pero si lo hago yo…”.
En definitiva, ‘Mallu’ es feliz en su trabajo, más aún cuando lo comparte con su marido que “también es conductor de Auvasa”. Tanto que tiene muy claro que, pase lo que pase, llueva o nieve, haga calor o frío, siempre mantendrá su sonrisa al volante. “Y mucha empatía”, recordó antes de despedirse.