A mediados del siglo XVI Valladolid perdió su condición de corte en favor de Madrid. Pero no fue lo único que la ciudad perdió en ese tiempo, en 1561 un incendió arrasó calles, llevándose con él la plaza del Mercado.
En realidad, Valladolid ya había sufrido un incendio 100 años antes, en agosto de 1461. Un fuego de magnitudes semejantes al de 1561 arrasó multitud de casas de la capital. La reconstrucción de 1461 fue rápida y con materiales como adobe y madera, lo que hacía de las casas estructuras frágiles y fáciles de acabar carbonizadas, máxime cuando hablamos de una época en que los incendios eran frecuentes, no en vano en las estancias interiores solía haber chimeneas con fuego vivo. En palabras de Jesús Anta Roca, autor y escritor de varios libros sobre la arquitectura de Valladolid: “Los incendios en la edad media eran el pan nuestro de cada día”.
De las yescas de la tragedia de 1461 brotó una reedificación que no fue espectacular y tuvo mucho que ver en las consecuencias devastadoras del futuro incendió que consumiría parte de la ciudad una centuria más tarde. Sin embargo, como dato positivo y fruto de la acción de Juana I de Castilla, en 1515 se crea el primer cuerpo de bomberos de la villa. Un cuerpo "profesional" formado por 30 familias moriscas. Integrado por carpinteros o albañiles solían proveer de cortafuegos a los edificios, lo que, unido a su experiencia en tareas de extinción, hizo posible que el efecto de las llamas de 1561 fuese importante pero no dramático.
Entre 400 y 600 casas carbonizadas y tres fallecidos
En las primeras horas de la madrugada de aquel 21 de septiembre se declaró el incendio, que ayudado de un viento intenso se propagó rápidamente. El fuego devoró unas 440 casas (cantidad que varía según las fuentes consultadas) desde su origen, en la vivienda del platero Juan de Granada, hasta la actual Plaza de la Rinconada. La duración del siniestro acorde a las palabras de la investigadora María Antonia Fernández del Hoyo fue de unas 36 horas. Las crónicas hablan de 3 muertos que al parecer pueden tratarse de una mujer y dos hijas también de un platero.
Poco después de la extinción de las llamas, las autoridades decidieron conmemorar aquel 21 de septiembre, San Mateo, con una procesión general que como apunta el doctor en Historia, Javier Burrieza se dirigía cada año a un convento designado por los canónigos de la Catedral.
Reconstrucción. El dinero de Felipe II
En aquellos tiempos, los Concejos (actuales ayuntamientos) no contaban con presupuestos propios, y casi todas las obras incluso actuaciones relativamente sencillas como podía ser reparar un puente necesitaban de orden real. La única posibilidad de los consistorios era el cobro de algún tipo de impuesto que sufragase los costes, tasas que debían llevar la aprobación real.
El dinero, por tanto, venía de la corona. La reconstrucción como asegura Anta, tardó en empezar. El arquitecto Francisco de Salamanca de la mano de Felipe II, buscaban la creación de una Plaza Mayor "regularizada y armónica" en palabras de Burrieza, acompañada de calles destinadas a oficios. El propio doctor en Historia, nos cuenta que fue Juan de Herrera, quien diseñó las casas para el Concejo del nuevo espacio, en el que no faltaba tribuna para las autoridades, una suerte de balconada desde la que nobles, o incluso el monarca, presenciaban espectáculos y se mostraban públicamente.
Las llamas, habían calcinado tanto casas privadas como edificios no privados. En aquella época no existían ayudas para reconstrucciones y los monarcas no sufragaban ese tipo de costes. No obstante, el Ayuntamiento estableció un incentivo para acelerar la restauración. Quienes lograran terminar su nueva vivienda en año y medio recibirían a cambio del Concejo la portada de la casa. Si ese plazo de ejecución ascendía a dos años, la cantidad recibida era de unos 20 ducados. Por último, si la obra llegaba a los tres años, el "premio" era el pago de la mitad de la portada.
Y de repente la modernidad
Para la reconfiguración del entorno, según Anta, se planteó una cosa novedosa e importante: Cada 10 casas había que hacer un muro ancho de ladrillo (que siguen existiendo y han salido con las obras recientes en la actual Plaza Mayor) que actuase como cortafuegos. Dado que en 1461 no se atendió a estas demandas parece que fue el propio Francisco de Salamanca quien sugirió la idea.
La reconstrucción tardó unos 3 o 4 años en empezar (de nuevo hay fuentes que afirman que sucedió rápidamente) y llevó unos 12 años rehacer todo lo carbonizado. Como hubo que trabajar desde cero, se plantearon casas con más ventilación y soleamiento. De esta manera, se construyó de un modo más moderno y de forma más salubre. Como apunta el doctor Burrieza: "Con este proyecto de reconstrucción Valladolid se convirtió en la primera ciudad preocupada por el problema urbanístico".
Además, las labores de reparación, trazaron nuevas calles vanguardistas y "actuales" como la calle Platerías, que además de concurrida era la ruta por la que se llegaba a la plaza de San Pablo. La tipología, en estos trabajos, establecía de una forma oficial una serie de criterios técnicos aplicados después en otras plazas y espacios. (Como Salamanca o Madrid). Valladolid, asimismo siguió estas nuevas especificaciones para su configuración urbanística posterior.
La Plaza Mayor: La primera plaza renacentista del país
Y es que el Renacimiento, trajo racionalidad y geometría y creó estructuras de plaza. Hasta entonces eran el espacio vacío entre las casas. No se construían plazas, eran patios entre viviendas, sin embargo, la de Valladolid se ejecuta como tal, acorde a unas determinadas formas de regularidad en dimensiones y pronto se convierte en el modelo a seguir por las citadas Madrid o Salamanca, además de todas las nuevas pueblas que se iban haciendo en Latinoamérica, que debían obedecer a los criterios de la plaza pucelana.
Por tanto, lo que aporta es, por un lado, erigirse como la primigenia plaza renacentista y racional de España, y por otro, ser la primera que se va a levantar con el concepto de "Plaza Mayor" puesto que anteriormente lo que existía era un espacio dedicado al mercado. En cuanto a los materiales, se construye en ladrillo con columnas de grafito traídas de la provincia de Segovia.
La nueva edificación vanguardista (y con ella, todas sus nuevas calles circundantes) ayudaron a la ciudad a superar la crisis que había supuesto perder la corte. Como indica el historiador Burrieza, entre las actividades que supusieron la recuperación económica de Valladolid estaba su posicionamiento como centro de negocios de paños, lienzos, joyas o sedas, lo que propició la llegada de comerciantes genoveses a la villa.
La plaza actual, poco que ver con la de 1561
Como nos recuerda Jesús Anta, actualmente una buena parte de la plaza: alturas, fachadas, balcones, etc. se han visto modificadas: "Esto no es la plaza mayor que se construye después del incendio ni mucho menos, la regularidad de sus formas la conserva, pero ha cerrado calles que existían. Hay menor número de ellas". El investigador vallisoletano nos confirma que de las características columnas de granito que soportan actualmente las edificaciones de la plaza, "solo dos son originales". (Ver foto posterior).
Y es que por lo que parece, hubo tensos debates a finales del siglo XIX y principios de XX en Valladolid sobre la Plaza Mayor. De hecho, hubo arquitectos que planteaban ir a una nueva plaza y olvidarse de la "construida" por Felipe II. Esto provocó alteraciones del espacio, modificaciones que tuvieron su punto de inflexión en 1996. Ese año con el nuevo Plan Especial del Casco Histórico, los edificios se pintan dándoles su inconfundible rojo almagre, con objeto de evocar el aspecto original del ladrillo de 1561.
Por tanto, hablamos de una plaza con proyección histórica, pionera de otras muy significativas tanto en España como en Ámerica Latina, un espacio que lleva siglos siendo el corazón de Valladolid. No en vano, en ella descansa la estatua del conde Pedro Ansúrez, fundador de la villa. Una ciudad que no entenderíamos, ni reconoceríamos, sin su majestuosa Plaza Mayor.