La provincia de Valladolid sigue viviendo su particular sangría poblacional. Si en el año 2010 el Instituto Nacional de Estadística contabilizaba un total de 533.640 habitantes, sumando la capital y el resto de los municipios, este año esa cifra se ha visto reducida de manera ostensible hasta los 519.361, según el padrón del 1 de enero de 2021.
Los pueblos notan esta bajada. El éxodo rural es patente. Los jóvenes tienen que emigrar de la localidad de sus amores en busca de oportunidades fuera y los negocios cierran. La pandemia ha afectado seriamente también a la existencia de estos establecimientos, en su mayoría familiares en las distintas localidades, que han tenido que ver cómo bajaban sus persianas.
Entre estos negocios que echan el cierre están los bares. Según la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería de Valladolid a principios del año 2020 había censados, aproximadamente, unos 3.000, sumando los restaurantes. Desde la llegada de la pandemia, en marzo de ese mismo año, los cierres fueron en aumento y, en la actualidad, la provincia vallisoletana cuenta con unos 2.700.
“El cierre de establecimientos hosteleros en la provincia se nota mucho más. Realmente se van cerrando. Allí los jóvenes no encuentran oportunidades y se vienen a la capital. Es un problema porque los bares de los pueblos son vida y es donde se comenta todo. Cómo está fulanito, cómo está menganito… un pueblo sin bar es un pueblo muerto”, asegura en declaraciones a EL ESPAÑOL – Noticias de Castilla y León, Jaime Fernández Lafuente, el presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería de Valladolid.
Jorge Casas Cuadrado, sociólogo especialista en Desarrollo Rural y Despoblación lo tiene claro: “Un bar para un pueblo de menos de 200 habitantes lo es todo”, apunta. Acaba por ser “el centro de recepción de paquetería, el lugar al que se acude cuando hay un apagón” y “una tienda de productos mínimos” para comprar, incluso, el pan a diario.
Además, como añade el especialista, es “el lugar en el que se produce la mayor parte de la socialización” aunque apunta que “está muy masculinizada” porque “estos establecimientos hosteleros acaban por ser territorio, generalmente, masculino”.
“También es cierto que en los pequeños municipios la presencia de nuevos pobladores, que son más jóvenes, le va dando a los bares un contenido que no solo se basa en el fútbol y en la partida de mus y que gana en cuanto a interacción social se refiere. Esto es vital para mantener la alegría y la vecindad del lugar”, explica el sociólogo.
Marzales y Fontihoyuelo son dos claros ejemplos de lo que supone no tener un bar como agente socializador y atractivo en busca de turistas y de acoger a nuevas familias que decidan construir una vida en el medio rural. Melgar de Arriba conserva el suyo y gana en vida mirando el futuro con un gran optimismo.
Marzales | José Luis Rico: “En la mayoría de las casas tenemos nuestro minibar”
Marzales es un pequeño pueblo de 43 habitantes (contaba con 52 según los datos del Instituto Nacional de Estadística en el año 2015) que se sitúa a unos 46 kilómetros de la capital y en el que se pueden apreciar los maravillosos entornos naturales que se nos presentan con el valle del Hornija, en su curso bajo.
Allí nos recibe el alcalde de la localidad, de los históricos ya que suma desde 1979 con el bastón de mando, 42 años. José Luis Rico nos confiesa que su pueblo “ha tenido bar” hasta 1996. “Ahora, en la mayoría de las casas tenemos nuestro minibar”, añade el primer edil. El alcalde nos confiesa que un establecimiento hostelero “es necesario por socializar un poco” aunque añade que en su localidad “no sería viable” al ser toda la población “jubilada”.
“Al ser todos jubilados el día a día en nuestro pueblo es paseo y huerta, huerta y paseo. Excepto los martes que tenemos mercado en Tordesillas y cuando hacemos salidas a los pueblos de alrededor”, nos cuenta el primer edil del pequeño municipio que añade que, a la hora de socializar, sin bar, lo que se hace es “pasar el rato jugando a las cartas un día en tu casa y otro en la mía”, presume acabando con un “nos lo montamos bien”.
A pesar de estas declaraciones, José Luis Rico es consciente de la importancia y del significado que tiene contar con un bar en un municipio, también en los pequeños. Él es un defensor, como no podía ser de otra manera, del entorno rural. “El medio rural, para mí, es una satisfacción. En un pueblo estás de maravilla, en la naturaleza y se duerme a pierna suelta”. Aunque solicita ayudas y añade que, en esta era digital en la que nos encontramos, las telecomunicaciones e Internet son fundamentales y hay que apostar por dotar a pequeñas poblaciones de estos servicios.
Fontihoyuelo | Jorge González: “No encontraría a nadie para vender cuatro cafés”
A 78 kilómetros de Valladolid capital y a una hora de Marzales se ubica Fontihoyuelo. Un pequeño pueblo situado al norte de Villalón de Campos, de 36 habitantes (ha ganado tres desde el año 2015) y en el que nos espera su alcalde: Jorge González, de 39 años, que se dedica a la agricultura.
“El bar, que antes lo llevaba el sindicato, se cerró a finales de los años 70. Estuvo abierto un tiempo más pero no tenía una actividad regular. No había bar como tal. La gente iba a echar la partida y poco más”, señala el primer edil.
Sobre si sería importante recuperar el bar en el lugar asegura que “en la época de verano estaría bien” pero añade que “en invierno hay poca gente” y “no encontrarían a nadie que quisiese estar ahí para vender cuatro cafés”, finalizando con un “es muy complicado” en un municipio en el que la mayor parte de los vecinos se dedican a la agricultura y al campo y en el que hay un ganadero de ovejas.
Los habitantes del pueblo nos vemos poco. Cada uno está a lo suyo entre semana, se marcha a su trabajo y pueden pasar incluso semanas sin tener contacto”, añade Jorge, que matiza que en las fiestas de julio “buscan a alguien para abra un pequeño bar y puedan juntarse para tomar algo y verse”.
Sobre el futuro del medio rural en general y del de su localidad en particular, el alcalde solo pide que “se les valore” porque “están dando de comer a las capitales”. “Como no nos ayuden un poco, Fontihoyuelo y todo el medio rural está en peligro. Si desaparece el campo, lo hace el medio rural”, sentencia.
Melgar de Arriba | José Andrés García: “Un municipio sin bar tiene un problema gordo”
Melgar de Arriba es el último municipio de la provincia de Valladolid. Es el que más lejos está de la capital, a casi un centenar de kilómetros. Con 153 habitantes, también ha perdido población desde el año 2015, según el Instituto Nacional de Estadística, cuando contaba con 181, pero conserva un tesoro: su bar.
“Un municipio que no tenga bar tiene un problema gordo. Más un pueblo como el nuestro que está a 100 kilómetros de la capital de provincia. Es necesario. Hay que tener un lugar social para reunirse. Durante la época en la que lo tuvimos cerrado el nuestro era un pueblo muerto porque las personas no se comunicaban”, nos cuenta José Andrés García Moro, alcalde de Melgar de Arriba mientras se toma una cerveza, orgulloso, en el Centro Sociocultural San Miguel, el establecimiento hostelero del lugar.
Un local que es del Ayuntamiento, con gestión privada por cesión administrativa y que “la persona que está detrás tiene que sentir como suyo” porque al final es “ella la que lo explota”, añade el primer edil que apunta que es “el punto de referencia del pueblo” en el que profundizar en ese componente socializador entre vecinos y forasteros.
“El bar se puso en marcha hace cuatro años. Antes estuvimos con un periodo de transición de dos años con el Centro Cultural, que lo tenemos anexo, unido, y tenía su barra. Éste estaba más destinado a actos culturales con su escenario y otras cosas. Tenemos la suerte de que es un lugar muy agradable, está muy bien atendido y es el punto de referencia en el que vemos como cada fin de semana viene más gente y los que aterrizan en verano se quedan aquí hasta que realmente llega el frío. Antes, nada más llegar el mes de septiembre, se iban. Eso es un indicador importante de la salud del pueblo”, añade el José Andrés García Moro.
El alcalde de Melgar de Arriba, hablando de la situación en el medio rural vallisoletano, apunta que “necesitamos que los pueblos sean un lugar digno para poder vivir” y que “la obsesión” de los ayuntamientos “pasa por dotar de posibilidades y de mejores atenciones” a sus municipios “para que las personas puedan llegar” con el fin de asentar población, algo vital para las localidades de la provincia.
Nevena y la importancia de su bar para Melgar de Arriba
Nevena Radkova Mincheva es una ciudadana búlgara nacida en Karnobat que llegó a España en el año 2002 para instalarse, primero, en Villalón de Campos. Fue en el 2013 cuando cambió su residencia y se asentó en Melgar de Arriba. Desde el 2017 es la gerente del Centro Sociocultural San Miguel, del bar del pueblo, vaya.
“La labor es bastante sacrificada. Tienes que estar todos los días dando un servicio al pueblo y que la gente tenga un lugar para reunirse porque en un pueblo sin bar la gente no se ve”, añade la hostelera mientras pone la tapa del día, unos suculentos trocitos de oreja bien aliñada, y sirve un par de claretes.
En su establecimiento “la gente se encuentra y echa la partida”. “Los que vienen de fuera quedan aquí. Es como llegar a casa y juntarse con los amigos. Vienen y lo pasamos muy bien”, añade ensalzando ese efecto socializador tan importante que genera su negocio entre los habitantes del municipio y, también, entre los que llegan de fuera.
Cuando preguntamos a la trabajadora por la hipótesis de tener que cerrar su negocio, ante los efectos graves que ha generado la pandemia del coronavirus y el aumento de los costes de producción derivados de la guerra de Ucrania, lo tiene claro: “Sería una gran tristeza porque la gente no tendría lugar para encontrarse. Intentamos que no se cierre y el Ayuntamiento nos da facilidades. Hay que mantener los servicios en un pueblo porque si no es una pérdida enorme”.
La dueña del bar añade además que “hay que dar más facilidades a la gente que vive en los pueblos” que disfruta de “una vida más tranquila” y pasa del “estrés de la ciudad”. Facilidades en forma de servicios y ayudas que vienen bien a cualquier tipo de negocio para evitar su cierre y, con ello, el declive del medio rural.
Negocios que, como los bares, son imprescindibles en todas las localidades de la provincia porque “un pueblo sin bar es un pueblo sin vida”.