Recordando a Lalo García: conversaciones con madre e hijo
Charlamos con Montse, madre, y Álvaro, hijo, de una leyenda del baloncesto
11 junio, 2022 07:00Esto que van a leer a continuación no es una entrevista. Tampoco un reportaje ni una crónica. Es, simplemente, una conversación. Un fluir de palabras, de historias, de anécdotas y de recuerdos en torno a una leyenda del baloncesto, no solo vallisoletano, sino del deporte de la canasta a nivel nacional.
Montserrat Téllez Bertrán, de 80 años, es la madre de Lalo García. Espera a EL ESPAÑOL – Noticias de Castilla y León, café en mano, y resguardándose del sol que pica, con fuerza, a eso de las 17.00 de la tarde de un día cualquiera en Valladolid. Terraza de la Plaza Mayor. Esperamos la llegada de él.
Él es Álvaro García Gutiérrez, hijo del mito del baloncesto. De 20 años. Joven y alto, casi dos metros. Que alterna su pasión, y la de su padre: la canasta, con los estudios. Centrado en Magisterio Infantil, pero, también en labrarse un camino en el deporte que ama.
El recuerdo de Lalo está muy presente en el día a día de la ciudad del Pisuerga. También en el polideportivo que lleva ese nombre y en el que colgada está la camiseta del cinco desde que aquel fatídico mes de marzo del 2015 el deportista emprendió un camino de ida que no tuvo de vuelta.
Cartas, libros, anécdotas o “telladas”, todo tiene cabida en esta conversación de algo más de media hora que sirve para mantener aún más viva la llama del recuerdo de Lalo García.
Cartas y libros
“Cuidaste bien a tus hermanas. Yo cuido bien a tus hijos. Se parecen mucho a ti. En corazón y humildad, hijo. Esto es un desahogo que necesito tener. Las lágrimas se me caen, pero reconforta leer. Bueno, por hoy, está todo lo que quería decirte. Ya irán saliendo más versos… tengo mucho que escribirte”, reza una de las cartas de Montse a su hijo, fechas después de conocerse su adiós.
La madre nos explica que “comenzó a escribir poemas por las noches, cuando no se duerme”, en recuerdo de la leyenda. “El poema del río también sale en ‘Informe Robinson’”, nos explica, y recuerda ese reportaje de noviembre del 19, en el Campo Grande, con pavos reales y con una entrevista en la Acera Recoletos bajo el frío, destacable, de ese mes a la orilla del Pisuerga.
Aficionada al deporte desde pequeña, Montse se casó con Fernando García, otro jugador de baloncesto. Tuvo tres hijos. Lalo, Juncal y Beatriz, muy ligadas también a un mundo, el del deporte, que le apasiona como a la que más.
“Cada vez que entro al pabellón y veo la camiseta de mi hijo colgado en lo alto, se me ponen los pelos de punta. Junto a Álvaro hemos recogido premios. La G de Gigantes, es de lo que más recuerdo. A mi nieto no le queda ya espacio en su habitación de sumar recuerdos de su padre”, confiesa Montse, con una lágrima que no quiere soltar, esta vez de emoción, bastantes han sido de dolor.
Nuestra entrevistada recuerda, con mucho cariño, el libro que César de la Fuente escribió sobre su hijo hace ya cuatro años, en 2018. “Era un enamorado de Lalo. Lo veía como un Dios. Me pidió permiso para escribirlo y salió bien”, asegura. Ahora, está escribiendo su libro, con vivencias personales y quién sabe si no lo tendremos entre nuestras manos en poco tiempo.
El recuerdo más bello de su hijo
“Con mi padre siempre he tenido momentos muy buenos. No recuerdo ninguno malo. Íbamos a jugar al baloncesto al lado de La Flecha. Aún no estaba en el Valladolid. Él me decía si lo había hecho bien o mal y lo que tenía que mejorar. Sabía mucho. Era un padre estupendo. Como le conoce la gente, como persona, así de bueno fue también como padre”, cuenta en declaraciones a este periódico su hijo Álvaro.
Montse apunta, tras estas palabras, que aunque el pequeño “haya convivido poco con su padre, es exactamente igual que él como jugador y como persona”. “Tampoco hay que exagerar, abuela”, contesta el también jugador de basket que añade: “Papá era un crack y yo estoy lejos de alcanzar su nivel”.
Cuando se produjo el fallecimiento, Álvaro tenía 14 años. A los 16 comenzó a jugar en el equipo en el que militó su padre y ha sido entrenado por técnicos que conocían a Lalo. En el frontón de Pisuerga está la imagen del cinco: “Me llena de orgullo verlo cada día, me gusta que esté presente y que haya significado tanto para el club”, añade el joven que ahora acumula 20 primaveras.
Alterna la educación infantil con su deporte favorito: “Salgo de la universidad y me voy a entrenar”. Afirma que le gustaría seguir los pasos de su padre pero que ahora, dedicarse en plenitud al basket, es “muy complicado porque los equipos cada vez confían menos en la cantera”. Pero ahí sigue, luchando.
Una unión familiar en recuerdo de Lalo y las ‘Telladas’
‘Las Telladas’. Es el punto de encuentro de la familia Téllez. Los 50 miembros se reúnen en la Peña de Francia, en la provincia de Salamanca, en una localidad llamada Sequeros y en tres o cuatro casas rurales con cervezas, tortillas de patata y alimentos varios para compartir sobre la mesa y para mantener, también en esos encuentros, la llama de Lalo encendida con su recuerdo.
“Con el coronavirus aplazamos estos encuentros porque hay gente mayor y no queríamos tener ningún tipo de riesgo”, nos explica Álvaro, pero Montse matiza que “este año volverán a reunirse” y también “a compartir buenos momentos”.
“Lo más bonito de estos encuentros es la unión familiar que se respira”, añade el joven. Encuentros en los que “se acuerdan mucho de Lalo”. Incluso, un año, le dedicaron una ‘Tellada’ entera, en una cita que será recordado por todos los familiares del jugador.
Deportista, mito del baloncesto, cuyo latido está muy presente en la ciudad del Pisuerga y, como no podía ser de otra manera, en el corazón de sus familiares. Lalo es eterno.