Pasear por el centro de Valladolid se empieza a convertir en un paseo a la nostalgia de un tiempo mejor. Son muchos los carteles de negocios que rezan que ‘se alquila’ o ‘se traspasa’. El último ha sido el de un clásico de toda la vida del comercio vallisoletano, el bazar Jacinto de la Fuente, o como dice su letrero, J. de la Fuente. Tras 90 años de negocio, el bazar echa el cierre en la Bajada de la Libertad.
Un negocio de cuatro generaciones después de que Jacinto de la Fuente en 1932 lo pusiera en marcha para dedicarse al menaje y al servicio de hostelería. Ahora sus nietos, Víctor y Pedro cierran las puertas de su emblemático negocio para jubilarse. Y no lo hacen con la pena que podría presumirse. “Está la cosa tan mal que la verdad es que no le da mucha pena si estuviera trabajando bien le daría pena, pero la crisis quita las ganas”, comenta Gonzalo, el actual regente de la marca J. de la Fuente pero desde tu tienda en la calle Gondomar, 14. La única que queda. Y desde donde invita a todos los clientes del establecimiento a seguir visitándoles.
Hace unas semanas que el bazar cesó la actividad por jubilación. Ahora solo quedan papeles de tapando la cristalería. Esa zona de Valladolid se va quedando poco a poco huérfana de historia. Cierra el bazar de 90 años pero anteriormente lo hizo un emblema de la ciudad como fue El Penicilino en la Plaza de la Libertad.
Siete dependientes
La historia del bazar J. de la Fuente da para escribir un libro. “Fíjate si hace años que mi tatarabuelo iba a vender por los pueblos sobre todo en la zona de Peñafiel en carro tirado por burros. Luego pasamos a recorrer la ciudad en bicicleta y ahora pues estamos cómo estamos”, comenta Gonzalo, que recuerda que la tienda en sus mejores años llegó a tener siete dependientes y dos repartidores. “Ahora quedo yo, y gracias”, bromea durante la llamada de El ESPAÑOL Noticias de Castilla y León.
Y eso que el bazar se ha sabido amoldar a los tiempos trayendo nuevo material. “Poco a poco hemos ido incorporando objetos modernos para atraer a la gente más joven, sobre todo enfocados a colores. Por ejemplo, botellas o lámparas”, explica. Con 90 años recién cumplidos, el centro de Valladolid pierde un trocito de su historia.