Segunda novillada del Piñón de España en Pedrajas de San Esteban. Tres cuartos de plaza para ver dar lidia y muerte a los veraguas de Prieto de la Cal. En los carteles se anunciaban los novilleros González Valenzuela y José Antonio Valencia, actuando de sobresaliente García Corbacho. Al finalizar el paseíllo sonó el Himno Nacional.

Se lidiaron cuatro novillos de bella e imponente presencia, serios, hondos, sobre todo el primero de ellos, tres jaboneros, uno de capa sucia y otros dos clara como es característico en esta casa, y uno negro corrido en tercer lugar. Novillada seria, no sólo de presencia sino también de expresión, sin entregarse, midiendo en todo momento, con peligro sordo, sobre todo el lidiado en primer lugar, resultando más manejables el tercero y cuarto. Todos ellos fueron aplaudidos en el arrastre, incluso el primero.

González Valenzuela

Le tocó en suerte quizás el novillo más complicado del encierro, un jabonero claro, de imponente presencia, carifosco, y que en ningún momento regaló una embestida por derecho. Pedía firmeza y toque brusco en el embroque para fijarle en el capote y en la muleta, sabiendo lo que se dejaba atrás en todo momento.

Le recibió con el capote sin que en momento alguno hubiera acople. Acudió al caballo al relance en dos ocasiones. Tras brindar al público, el novillero jienense se lo sacó a los medios, resultando lesionado en el pie cuando se echó la muleta a la mano izquierda. Tuvo que ser asistido en la enfermería no pudiendo continuar la lidia. Dio muerte al novillo su compañero de cartel, José Antonio Valencia, quien se echó la tarde a la espalda, lo que recordó a muchos de los asistentes a lo sucedido meses atrás en Las Ventas cuando el torero salmantino Álvaro de la Calle tuvo que matar la corrida entera por cogida de Emilio de Justo. Sorprendentemente el novillo fue aplaudido en el arrastre mientras que la labor del novillero fue silenciada.

José Antonio Valencia

En el segundo, como en toda la tarde, el torero venezolano a pesar del escaso bagaje que atesora siendo esta su tercera novillada con caballos, estuvo digno con el de Prieto de la Cal, un jabonero sucio, de nombre Comilón, que sin pretender hacer gala a su nombre con el torero, cierto es que en ningún momento se lo puso fácil. Le recibió de forma muy animosa por verónicas y chicuelinas rematando con una revolera en los medios. El novillo tomó dos buenas varas en todo lo alto. Brindó al público el torero venezolano afincado en Alaejos a la vera del matador de toros Pablo Santana. Se dobló con el novillo en los primeros instantes de la faena sacándoselo a los medios, para una vez allí torearlo por ambos pitones. El veragua pedía un toque fuerte para fijarle en el embroque, y pulsearle para obligarle a seguir la franela y no darle tiempo a que se distrajera. No era fácil estar delante de la cara del animal, en todo momento medía y hacía gala del sentido desarrollado, pero Valencia aguantó el tipo y se echó la muleta a la izquierda ayudándose con la espada, no acabando de desplazarse el morlaco y reponiendo en cuanto le quitaba la muleta de la cara. Mató de media caída y pinchazo hondo. Silencio previo aviso.

En el tercero, el único negro del encierro, y de nombre Mirabrujo, ni miró ni fue brujo. Serio, distraído, sin clase en la embestida, saliendo aburrido de los embroques sobre todo en la faena de muleta, como que la cosa no fuera con él. No por ello dejaba de tener importancia el novillo, por su presencia y por su seriedad. Se encontró a gusto el venezolano tanto con el capote como con la muleta, de manera que surgieron pasajes interesantes en la faena, que sin embargo, tuvieron escaso eco en el público. Dio muerte al novillo enterrando el acero hasta la bola al arrancársele en el momento en el que iba a ejecutar la suerte. El veredicto del público no fue más que un silencio.

Y para finalizar la tarde, que difícilmente caerá en el olvido del torero venezolano, saltó al ruedo un precioso jabonero, de nombre Sollozo, serio como todo el encierro, con muchos pies, pero al igual que el resto, sin rematar en los burladeros. Fue recogido con el capote para posteriormente estirarse a la verónica llevándoselo a los medios con el mentón hundido y con enjundia, siendo ovacionado por el respetable que en toda la tarde había estado frío con el novillero. Recibió dos buenos puyazos el de Prieto de la Cal. Ya en la faena de muleta, y a pesar del esfuerzo realizado a estas alturas de la tarde, Valencia tuvo la frescura mental y física para sacarse al novillo a los medios andándole y con torería.

Alternó tandas por la derecha y por la izquierda, alguna de ellas de mucho mérito porque el jabonero reponía con rapidez en cuanto no veía tela. Los momentos más intensos, aunque breves, llegaron cuando Valencia fue capaz de bajarle la mano al novillo y le llevó empapado en la muleta, exhibiendo el de Prieto de la Cal la clase que atesoraba. El trofeo se esfumó al matar de estocada que levemente hacía guardia, y de dos descabellos. Silencio. El novillo fue aplaudido en el arrastre.

En resumen, tarde dura y difícil para el novillero venezolano que a pesar del escaso bagaje que acumula, dio la cara, se vació y en ningún momento se tapó.        

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