Primera de feria con motivo de las fiestas en honor a la Virgen de San Lorenzo. Cuarto de entrada en tarde fresca en el coso del Paseo Zorrilla. Se lidiaron toros de Fuente Ymbro, muy bien presentados, nobles, justos de fuerza, faltos de raza, sosos y escasos de transmisión, a excepción de último de la tarde que apenas se picó. Acudieron todos ellos una vez al caballo.
Abría cartel el granadino David Fandila 'El Fandi', de carmín y oro con bordados en negro; en segundo lugar el torero de Puebla del Prior, Miguel Ángel Perera, de coral y oro con bordados en blanco; y cerraba la terna el torero de Gerena, Daniel Luque, de blanco y oro, a la postre triunfador de la tarde como viene siendo habitual esta temporada.
Al finalizar el paseíllo la banda de música iscariense, que este año celebra sus bodas de plata en el coso vallisoletano, hizo sonar el Himno Nacional.
Lidió en primer lugar un toro de 517 kg en la romana, castaño, capirote, de nombre soplón, bien presentado, con buen son, noble, pero justo de fuerzas y “esaborío”. Tanto el recibo capotero, el tercio de banderillas como la faena de muleta estuvieron muy condicionados por la flojedad y sosería del astado. El granadino necesita un toro que se mueva, que sea pronto, que transmita y codicioso, cualidades que no atesoraba el de Fuenteymbro.
Brindó al público, iniciando el trasteo por abajo sacándoselo a las rayas, y…poco más que destacar. Tandas por un pitón y por otro pero que no llegaban al público. Hubo un momento en la faena que El Fandi le bajó la mano, y el toro metió la cara desplazándose con cierta movilidad olvidándose del calamocheo, pero no fue más que un espejismo. Mató de estocada caída en la suerte natural. Palmas.
En el segundo de su lote, Mimoso 544 kg., negro listón, puso todo el empeño en agradar al público con su variado repertorio de capa y banderillas, pero el toro no estaba dispuesto a darle coba, alargándose el tercio de banderillas por la falta de codicia del astado. Cierto es que en la faena de muleta, a pesar ser tardo, cuando acudía al cite lo hacía con cierta transmisión y metiendo la cara, pero eso no duró más de dos o tres series, para posteriormente en las sucesivas embestir al paso y echando la cara arriba al final del muletazo por la falta de fuerzas. Mató de estocada. Ovación.
Miguel Ángel Perera
Quizás unos de los toreros que mejor conozca la embestida de los “fuenteymbros” sea el torero extremeño. Si bien son muchos los triunfos que ha cosechado con la divisa gaditana, cierto también los es que lo han sido con toros que fueron la antítesis de los lidiados hoy en el coso vallisoletano. Perera es otro torero, que por su concepto, necesita un toro que se mueva, con transmisión, codicioso, que humillle y que cuando le quites la muleta ya lo tengas otra vez ahí pidiéndola, y que le puedas bajar la mano porque es un torero extremadamente poderoso y de trazo muy largo en los muletazos.
Pues bien, ni el primero de su lote ni el segundo tenían esa condición. El corrido en primer lugar, de 512 kg, estaba muy justito, muy justito. Se encargó de su lidia Ambel y fue muy pareado por Curro Javier. Perera lo trasteó con mucho temple y suavidad pero “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”. Dos pinchazos y estocada, y el toro al desolladero.
El segundo, de 580 kg negro listón, empujó en el caballo y Ambel saludó en banderillas. Brindó al público Perera porque el toro hacía cosas buenas, pero en la tercera tanda nos dimos con la triste realidad. Estuvo a gusto Perera con este segundo de su lote, pero en la tercera tanda empezó a hacer amagos de rajarse y de no querer saber nada. Lo cerró de manera inteligente con la esperanza de sujetarlo a la salida del muletazo, pero el toro se desentendía a la salida del mismo.
Alargó la faena el extremeño en su afán de agradar al respetable con una buena tanda con la izquierda de trazo largo pero de escasa emoción. Mató de estocada desprendida. Petición no mayoritaria de oreja que no concedió el presidente. Ovación. Al terminar su faena Perera, junto a su cuadrilla, abandonó el ruedo previa autorización del presidente ante la sorpresa del público. El motivo: coger el avión con destino a Venezuela.
Daniel Luque
El torero de Gerena se erigió en triunfador de la tarde, de otra tarde más. La temporada que está echando es para enmarcar. Está en ese momento dulce en el que ve toro siempre, en ese momento al que es tan difícil llegar pero una vez que lo consigues es, o mejor dicho, debe ser, como hablar con Dios.
Al primero de su lote, Sacacuartos, de 515 kg., negro listón, noble pero justito de raza como toda la corrida, le saludó con el capote sin poder rematar. No ha sido una tarde de lucimiento con el capote por, una vez más, la condición de los toros. Ya con la franela construyó una faena inteligente toreando en las dos primeras tandas por y para el toro, para después apretarle y embraguetándose con el de Fuente Ymbro, propiciando momentos de gran brillantez que llegaron al público. Y en esa tónica se desarrolló la faena alternando tandas tanto por un pitón como por el otro. Se vio obligado Luque a tirar del toro en los últimos compases del trasteo por su flojedad y acortar las distancias. Mató de media y descabello. Aviso y oreja.
El segundo de su lote, Silvador, con un peso en la romana de 523 kg, castaño capirote listón, no le permitió un saludo capotero vistoso. Acudió al caballo en una ocasión pero no se le picó apenas. Lo quería crudito el sevillano para no salir a pie de la plaza. se protestó el cambio de tercio que fue pedido por el torero. Ya en la faena de muleta, vimos a un Luque, sobrado, con una confianza y seguridad en sí mismo apabullante, gustándose en cada muletazo, saboreando cada embroque y disfrutando de cada vaciado del mismo. Inició la faena a pies juntos con torería para ponerse dentro de la misma serie con la mano izquierda.
El toro se desplazaba y metía la cara aunque le faltaba transmisión. Y con esos mimbres creó una faena que llegó al público. Hizo lo mismo que a su primer toro, toreó al principio por y para el toro para ir poco a poco bajándole la mano al mismo tiempo que metía el torero metía los riñones en cada muletazo, pasándoselo muy cerca y derrochando gusto y torería. A medida que transcurría la faena el toro se iba quedando sin fuelle y sin ritmo por lo que Luque, como es habitual en sus finales de faena, ejecutó unas 'luquecinas' muy ajustadas y sin moverse del sitio. Mató de un estoconazo que sorprendentemente no fue suficiente pues tuvo que descabellar perdiendo un trofeo. Aviso y oreja. Aplausos para el toro en el arrastre.