La miel está identificada como el símbolo de la dulzura, la felicidad, el amor, o la longevidad. Es el alimento prehistórico por excelencia, que apareció en la Tierra hace más de cuarenta y cinco millones de años. Lo llamaban el manjar de los Dioses. Bien sabían ellos ya, hace miles de años, de sus propiedades y del sabor que se impregna en el paladar dejando un gusto único.
Hablando de Dioses, en el Olimpo de Castronuño, un pueblo situado a unos cuantos kilómetros de la ciudad del Pisuerga, cuya naturaleza se pone de relieve cuando disfrutamos de las Riberas Vega del Duero, se encuentra una joven de 26 años llamada María Sotelo, graduada en Relaciones Laborales y Recursos Humanos que ha hecho de la apicultura, su pasión.
Amante además del mundo de la fotografía y de los viajes, esta amiga de las abejas quiere tomar el testigo de su padre, que comenzó a coleccionar colmenas. De los panales extraen una miel que quita el sentido. Nuestra entrevistada quiere profesionalizarse para que el producto entre en el mercado.
36 años de duro trabajo
“Mi padre comienza en el mundo de las colmenas hace 36 años, con dos amigos y por pura curiosidad. Hicieron un curso sobre apicultura y, a partir de ahí, se puso a investigar. Cogían enjambres silvestres que, por aquellos tiempos, aún existían y entre errores y aciertos fueron haciéndose un hueco en este mundo. Al final fue mi padre únicamente el que siguió”, explica en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León, María Sotelo.
Las colmenas se hallan en el municipio de Castronuño, la casa de padre e hija. Gracias a la imponente Reserva Natural encontraron una flora importante y variada. Las abejas precisan de cuidado, pero el trabajo y la constancia de ambos ha hecho que siempre hayan recibido el mejor trato. “Existe mucho desconocimiento sobre apicultura. La gente se piensa que es ponerlas y ya te dan la miel. No. Hay un importante proceso detrás”, explica nuestra entrevistada.
El padre de María suma 36 años de trabajo, pero “decidió no profesionalizarse”. Desde que comienza la primavera cuenta con todo el material preparado para “controlar la enjambrazón, partir colmenas, sacar la miel y prepararlas para la invernada, entre otras cosas”, añade.
Obtienen una miel mil floras. En primavera contiene más frutales, en su mayoría, y la que se obtiene en meses venideros contiene retama, cantueso y encina, entre otras cosas.
Toda la vida con su padre
“Realmente llevo toda la vida yendo con mi padre, pero antes solo iba cuando era necesario. Estudié Recursos Humanos, pero con el tiempo me di cuenta que era una carrera que no me llenaba, no me terminaba de gustar. No encontraba ninguna motivación ni nada que me apasionara hasta que llegó la pandemia y comencé a visitar las colmenas a diario y aquí estamos ahora”, confiesa la joven.
Con su padre, toda la vida. Como todo apicultor se niega a calificar las bonanzas de su miel aunque sí que da unas pinceladas: “considero que siendo una miel de una Reserva Natural es de excelente calidad. Mis colmenas no se mueven de su colmenar en todo el año así que es mil 100% de la flora de la zona, muy variada y muy rica. Por eso la miel está tan buena”, añade.
Un producto que comparten con amigos, familiares y vecinos para que todos ellos disfruten de la calidad del mismo.
Un testigo que pasará de padre a hija
“Quiero ir paso a paso y con pies de plomo. Mi idea es profesionalizarme y ampliar las colmenas. Ahora estoy haciendo papeles pero también tengo en cuenta que el futuro de la apicultura, debido a las enfermedades y especies invasoras, es muy incierto”, confiesa María, que ya hace planes para cuando Amable, su padre, le ceda el testigo.
La idea es esa, ampliar la cantidad de colmenas y comercializar la miel y, si es posible, algún producto derivado de ella. Todo lo que venga de la colmena. Su padre le dice que “aún la queda mucho por aprender” y que “cada día conseguirá que todo vaya a mejor”.
“El objetivo que me marco, sobre todo, es que las cosas salgan bien. Ir creciendo poco a poco y que mi miel se asiente en el mercado. Quiero lanzar proyectos que tengan que ver con la Reserva Natural y todo el potencial que aún queda por explotar, siempre con respeto a la naturaleza”, finaliza.
La miel de Castronuño tiene un futuro prometedor.