La boina es un complemento popular que se utiliza por estética o, simplemente, para que uno se proteja del frío. También se usan para ello gorras o sombreros. En la actualidad nos podemos encontrar modelos de todo tipo: planos, redondos y de los colores más diversos. Una prenda que utiliza la gente común y también personajes históricos que se diferenciaban por llevar este elemento.
La aparición de la boina, para que nos hagamos una idea de su importancia, se remonta a la Edad de Bronce. Concretamente en Cerdeña. Allí, en unas excavaciones llevadas a cabo en la isla italiana, se descubrieron los restos de un hombre que llevaba cubierta su cabeza ya, por una boina. Por lo que el origen de esta prenda se remonta a hace más de 4.000 años. Desde ahí pasó a otros lugares del Mediterráneo como el Oeste peninsular o Dinamarca, donde se utilizaba desde épocas arcaicas.
Paseando por el centro de Valladolid podemos comprobar como son muchas las personas que aún conservan la tradición de cubrir su cabeza con una boina, con una gorra o incluso con un sombrero. Ahora más que el frío aprieta. En su mayoría son personas mayores pero la tradición se transmite a hombres y mujeres de menor edad.
En la calle Miguel Íscar de la ciudad del Pisuerga nos chocamos con una tienda pequeñita pero que luce un cartel en el que se lee: ‘Sombrerería Santos’. Un lugar que es centenario y que ostenta mucha historia. Desde el año 1918, en el que finalizó la Primera Guerra Mundial, venden boinas, gorras y sombreros.
Allí nos atiende Silvia Santos, de 45 años, y que en la actualidad regenta la tienda. “No tengo hijos pero seguro que alguien de la familia cogerá el testigo, aunque espero continuar aquí durante muchos años”, asegura en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León.
“Comencé a llevarlas cuando se me caía el pelo y para cubrir la cabeza”
Mientras hablamos con Silvia entra a la tienda un matrimonio. El hombre, vallisoletano de toda la vida y que cumplirá 80 años en el mes de agosto, busca un elemento para cubrir su cabeza. Serafín, que es como se llama, atiende amigablemente a este periódico y apuesta por no dejar perder la tradición por llevar esta prenda.
“Llevo una gorra en invierno solo. El resto del año no me la pongo porque prefiero ir a pelo, a poco pelo”, nos confiesa mientras se ríe con un tono irónico para añadir que “acumula muchos años llevándola porque al tener poco pelo, me abriga”.
Afirma que tomó la iniciativa a raíz de que “se le caía el pelo” y “como una solución para cubrir la cabeza” y añade además que la llevará “hasta que el cuerpo aguante”. Finalmente, no consigue llevarse lo que buscaba por falta de talla pero en unas semanas el negocio la recibirá y volverá a por ella. Tiene, nos cuenta, tres o cuatro más.
Un negocio centenario
Tras pasar Serafín por la tienda, conocemos un poco más de la misma. Silvia Santos está al frente del negocio. Tiene 45 años y es la tercera generación. No cuenta con más ayuda que sus manos y su tiempo. Un negocio único y centenario que abrió sus puertas hace 105 primaveras, casi. Ni más ni menos.
“Cojo las riendas de la tienda en el año 2019. Lo hago cuando muere mi tía abuela que es la que lo llevaba hasta entonces. Empezaron mis bisabuelos, que eran los padres de la fallecida. Es una tienda pequeña y el nombre viene, precisamente, de nuestro apellido”, nos explica para conocer un poco más al detalle los secretos del negocio.
Nuestra entrevistada asegura que “no se ha perdido el gusto por la boina, gorras o sombreros” y añade que las hay para “gente joven y más mayor” también “para mujeres y de colores” que “se venden muy bien”. Lo que más son las gorras. Las hay de muchos tipos. Planas, alargadas modernas, marineras, irlandesas, planas, de pico de pato o de béisbol.
El contar con la tienda en un lugar tan céntrico ayuda, asegura. Venden fundamentalmente a vallisoletanos y turistas que se desplazan hasta el lugar, pero reciben pedidos a través de las redes sociales. Ahora, valora la posibilidad de crear una página web para “aumentar ventas” y “ampliar el negocio”.
Un negocio viento en popa y a toda vela a pesar de la inflación
“Desde que cogí yo el testigo, cada vez hay más ventas. Vamos progresando poco a poco. El tiempo, si hace frío o calor, también influye mucho. Cada vez viene más gente que quiere una gorra tras no haberla usado nunca y seguimos creciendo”, explica.
Añade que durante la pandemia del coronavirus cerraron unos meses, pero se repusieron de ella. Ahora, les afecta también la inflación y la subida en el coste de los tejidos. Los proveedores lo notan y repercute en el precio, aunque ella “intenta que no lo haga” y que los clientes los compren sin notar un incremento.
Boinas, gorras y sombreros que “se han vendido muy bien” durante la Navidad en un negocio centenario y emblemático en el centro de Valladolid que busca seguir soplando velas.