Como cada lunes, desde el pasado 4 de febrero del año 2013, ‘Parados en Movimiento’ se concentraba este 30 de enero en la Plaza Mayor de Valladolid para pedir trabajo para los desempleados y unas condiciones laborales dignas. Allí nos encontrábamos con José Pardo Rodríguez, un vallisoletano de 48 años.

Él es una de las 98.300 personas que engrosan las listas del paro en Castilla y León, según los últimos datos que se registraron en el mes de enero. El número de desempleados en la Comunidad descendió en 15.600 personas durante el cuarto trimestre de 2022, un 13,7% en comparación con el mismo periodo del año 2021.

Sin embargo, el drama de estas personas, altamente cualificadas, como es el caso de nuestro entrevistado, aumenta a lo largo y ancho de nuestra Comunidad. El pucelano nos cuenta una historia dramática cargada de sentimiento y afirma que “no tengo vida”, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León.

Bien formado, pero en paro desde el 2010

José fue a la Universidad de Valladolid con 28 años. Estudió Filología Hispánica. Antes, en el Instituto, había completado la formación en electrónica. Estuvo trabajando, tras esto, un par de años en Renault. Después, en la Facultad de Medicina, en mantenimiento, y comenzó su carrera. Mientras tanto, alternaba el estudio con trabajos de limpieza en una comunidad de vecinos de Parquesol, en el servicio de limpieza.

“Después, estuve con una beca de la Universidad, trabajando en las bibliotecas de Valladolid. Y a continuación dando clases particulares, cuando salen. Es algo bastante precario. Cuando no me llaman, no puedo hacer nada. Desde el año 2010 prácticamente no he trabajado”, nos confiesa nuestro protagonista. A veces algún chapuz, y poco más.

A sus 48 años está soltero. No tiene hijos y vive con su padre en Valladolid, tras el fallecimiento, hace pocos meses, de su madre. “En realidad no tengo vida. En estas circunstancias la marginación social es una consecuencia directa. Es muy triste. Si no tienes ingresos no puedes contar con vida social”, explica.

Cuando no puede dar clases particulares, lo que hace es seguir formándose. “Aunque parezca que no hago nada, siempre estoy en constante movimiento. Otra cosa es que no me genere beneficios económicos”, añade.

Una formación constante

“Mi vida es una formación constante. Tanto en los aspectos que tienen que ver con mi licenciatura como en las que lo hacen con la historia, el cine y demás. Por suerte tengo bastantes inquietudes. Lo que me fastidia es el hecho de decir: joder, con todas las posibilidades que podría tener, no encuentro nada”, añade resignado.

A sus 48 años suma entre seis y siete cotizados, como él mismo apunta. “Si no trabajo no es porque no quiera”. No para, todos los días. A las 7.30 ya está de pie para acostarse a las 00.30, en busca de ese empleo soñado. Sobre todo, que esté relacionado con la enseñanza.

No me dedico a la vida contemplativa. Hago cosas. Me gustaría enseñar. Con ello disfruto. Cuando finalizo alguna clase particular con alguna persona joven pienso que porque necesito el dinero, si no lo necesitara, lo haría gratis”, apunta.

Derechos y “paguita”

‘Parados en Movimiento’ suma más de diez años concentrándose en Valladolid. “No hay un gran número de personas, pero la afluencia es constante. No pedimos nada que no sean derechos fundamentales para el ser humano. Derecho a una educación pública, a la sanidad, a un trabajo digno, a poder calentarnos en invierno… cosas básicas”, explica este desempleado de larga duración.

Sobre todo, el colectivo pide que se respete la Carta Social Europea porque “está aprobada y firmada por Europa y España” y asegura que “no se está haciendo”. Además, carga contra “cierta parte de la clase política que habla de las paguitas”.

Concentración de Parados en Movimiento

“Nadie, absolutamente nadie que esté en una situación precaria como la mía quiere que le den una paguita, como dicen fundamentalmente Vox y el Partido Popular. No es digno. Hablamos de 400 o 700 euros. Que prueben a vivir ellos una semana con la parte proporcional de lo que llaman la paguita”, añade.

Explica que lo que quiere es levantarse todas las mañanas y “hacer una actividad remunerada que me satisfaga” en algo que considera “un objetivo lícito”. Añade.

Futuro

“Veo mi futuro personal mal. Con estas edades no sé cómo acabaré, pero las perspectivas que tengo no son nada buenas. Hasta donde llegue, llegué. No es cuestión de hacer ningún drama, es asumir la situación. El futuro lo veo gris tirando a negro”, confiesa nuestro entrevistado.

Además, pide solidaridad entre una sociedad que considera “a la deriva”. Y a la que pide un cambio de chip para que se dé cuenta de las cosas importantes y del sufrimiento de personas como él.

Un testimonio sumamente duro de un hombre que a sus 48 años acumula 13 en el paro pero que lucha, cada día, para encontrar ese trabajo soñado.

 

 

 

 

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