Habíamos comentado en el capítulo anterior que, con dieciocho corridas en una temporada. la desilusión era clara.
1985. El torero y el celuloide
A pesar de ese cambio de mentalidad, de esas críticas tan elogiosas de la prensa de Madrid, no sobrepasó las dieciocho corridas. 1984 había sido otro año mediocre para el torero. Como consecuencia de ello, y la falta de apoderado, no salen contratos para la temporada americana.
Roberto continúa siendo un personaje popular en su tierra y fuera de ella. Su forma de realizar el toreo, y sus numerosas actuaciones en Las Ventas, daban un ápice de esperanza para que, en cualquier momento, saltara la oportunidad.
Un director de cine le ofrece un papel importante en una película junto a Giannina Facio y Ryan O'Neal. Al final no hubo acuerdo por el contenido erótico del guion. Ya había experiencia en el mundo del celuloide, en éste caso a través de la pequeña pantalla en la serie "Curro Jiménez" que interpretaba Sancho Gracia; Domínguez intervino en un capítulo.
Roberto y la incertidumbre
Tras el invierno, y la puesta a punto en varios tentaderos, 1985 se presentaba con la misma incertidumbre que en años anteriores. Antes actuó en un festival benéfico portugués. El primer paseíllo de la temporada de nuevo en Madrid el domingo de Resurrección y según Mariví Romero en Ya, era “un anticipo de San Isidro". Curro Vázquez y Pepe Luis Vargas completaban el cartel. De Roberto decía Mariví: "El accidente de moto, la rotura de clavícula, los cambios de apoderado, la abulia y la falta de ambición del torero y otras circunstancias han dejado a Roberto Domínguez en el puesto en que se encuentra”.
En el caso de Roberto daba igual que su actuación fuera o no lucida y triunfal, pues ya había conseguido dos contratos para la feria isidril. El encierro de Santiago Domeq fue deslucido y con peligro. Eran "toros para lidiadores" según titulaba El País. "Mansos en Las Ventas" titulaba Efe. ABC decía: "La casta, el valor y el arrojo de Vargas, la mala suerte de Curro Vázquez y la buena lidia de Roberto Domínguez". Ya titulaba: "Mansada con repetición". El Alcázar destacaba: "Vargas salvó la tarde".
Antes de afrontar San Isidro, Roberto había adquirido dos compromisos televisados, uno en Andújar e inmediatamente la tradicional de San Pedro Regalado en su tierra. Fuentes, Galloso y Domínguez con toros de Alonso Moreno fue el cartel de Andújar. Era la primera corrida televisada de la temporada y los tres espadas "tocaron pelo“.
La crónica de Salvador Cayol en Ya arrasa con toros, toreros y organizadores, incluida Televisión Española. La corrida de Valladolid se celebró dos días más tarde y actuaron Andrés Vázquez, Domínguez y Yiyo. “Los toros de Galache dieron al traste con la corrida de San Pedro Regalado”.
1985. Con el rumbo perdido
"Decidido y esforzado -dice José Luis Lera en su crónica- salió Roberto Domínguez. Mucho nos tememos –continúa Lera- que el día que a Roberto le salga un toro que embista, se le va a olvidar el oficio. Hace muchos toros que no vemos que salga uno boyante al diestro vallisoletano.
Nos dicen que esta corrida fue elegida por su apoderado Carreño. Si es así que Dios le conserve la vista”. luego arremete Lera contra el ganado que, a la postre, resultó inservible.
A San Isidro de nuevo
Siete días más tarde llegaba la primera del ciclo isidril. Fue el 19 de mayo, y por la mañana aparecían sendas entrevistas en ABC y El País. En ambas Roberto se muestra animoso y con gran moral. No en vano está toreando muy seguido. "Estoy dispuesto a cambiar mi moneda" -diría el torero a ABC-. Son preguntas y respuestas muy cortas pero contundentes: "Quiero ganar dinero y destaparme de una vez. Soy mejor torero que muchos de los que andan circulando por ahí y con buena cotización. Ha llegado el momento de ver las cosas con la seriedad que dan los años".
Era un Roberto exultante que se aferraba a la única posibilidad: Madrid, y con ello remontar la temporada y escalar a mejores alturas en el escalafón. "De lo que resulte de mis dos tardes en la feria depende el futuro de mi temporada y el poder salir de mi situación de torero de temporada media". Lo decía en El País quien titulaba: "Roberto Domínguez, torero de media tabla". Pero ya se sabe que para triunfar hace falta que los toros embistan y en la primera corrida de Domínguez los toros del Marqués de Domecq no embistieron.
Tampoco embistió el sobrero de Martínez Benavides que le correspondió en suerte al de Valladolid. Ovación en ambos con una torera actuación subtitulaba Zabala en ABC y el título de ese día era: "Cuando los toros se paran, se para la fiesta". Barquerito titulaba en D-16: "Roberto Domínguez, compuesto y sin toro". Eran justificaciones bonancibles para el torero que había salido con una gran responsabilidad y dispuesto a "cambiar su moneda", como había dicho esa misma mañana. Faltaba, eso sí, la rúbrica final, y por qué no, la suerte de culminar una gran faena a un buen toro.
La prensa arremetió duro
Quedaba otra corrida para Roberto y ahí podía sacarse tantas espinas que tenía acumuladas en la plaza que más veces le han visto actuar. Sin embargo... Fue el día 6 de junio en la penúltima corrida del ciclo isidril. Las cañas se tornaron lanzas y a Roberto no le perdonaron que se le fuera un toro con las "orejas puestas". Los titulares de los periódicos fueron elocuentes e inquietantes para Roberto, que, suponemos, pasaría los peores días de su vida. No era para menos después de tantas y tantas oportunidades en Las Ventas; una plaza que siempre le esperó sin desesperarse. Ya titulaba: "Como se pierden las oportunidades”. Diario16: "Los toros de Salamanca ganan la guerra". ABC: “El dolor de conformarse con la calderilla del éxito". Marca: "Los que pierden el tren".
1985. Dos destinos y un torero
El sentimiento de los espectadores quedó reflejado también en una columna que Diario 16 publicaba durante la Feria de San Isidro. El espacio diario se denominaba "El Espectador Taurino" y cada día lo firmaba un entendido de la materia. Ese día, 8 de junio de 1985, lo firmó Fernando Escardó con el título de: "Dos destinos y un torero".
Decía así: “La corrida de hoy, además de para ver, quizá, tres de los mejores toros de la feria, ha servido para confirmar el extraordinario destino del torero Roberto Domínguez. ¿Es claro el destino de un torero? Si no lo es, ¿Cómo en una corrida puede confirmarse el de un hombre que acaba de entrar en la treintena cuando otros matadores no alcanzaron su cenit, sino en los aledaños del medio siglo?
En la vida de un torero no hay más que dos trayectorias: la que conduce al triunfo o la que conduce al ostracismo. Roberto Domínguez, tras doce años de matador de toros, no ha triunfado, pero tampoco ha caído en el olvido. Sigue presente en los carteles de la mayoría de las ferias lindantes entre los Pirineos y la difícil y nunca bien ponderada aduana de Despeñaperros.
De ahí la singularidad de su destino.
Difícilmente se encontrará un ejemplo profesional tan claro de mantenimiento de una esperanza durante tan largo período de tiempo. La corrida de ayer no ha conseguido despejar tan anómala incógnita a pesar de haberle correspondiendo matar en ella dos toros extraordinarios: el primero, atribuido en sorteo, y el último, atribuido por la inesperada lesión de Tomás Campuzano.
Tuvo, además, que despachar el cuarto, que llegó a la muleta con dificultades. ¿Cuál ha sido su balance? El de siempre; unos tímidos pitos en el primero, donde, a pesar de sus buenas maneras, no estuvo a la altura del que para mí ha sido el mejor toro de la feria; en el segundo salió a saludar al tercio sin conseguir dar la vuelta al ruedo ante la falta de transmisión y las dificultades de su oponente; en el tercero, al que recibió con apretados y artísticos lances, cosechó unas tímidas palmas, que se repitieron en su desfile final.
Y sin embargo -remataba Escardó-, la esperanza sigue viva, porque todos seguimos creyendo que algún día, cuando por la puerta de chiqueros salga un toro con son similar al de su primero de hoy, a la salida de su magnífico primer muletazo, se quedará quieto en la cara del toro, con la muleta adelantada, para ligar ese segundo pase inicio del tránsito a la gloria o a la muerte".
1985: finalizó con 18 corridas
León, el festival de Rioseco, Pamplona (con Pabloromeros), Frejús con "eulogios", Santander, Bilbao (con Pabloromeros), Sonseca, Albacete y dos corridas en Valladolid, por citar los más importantes, completaron una temporada mediocre que finalizó con dieciocho corridas. Roberto Domínguez seguía siendo un "torero de media tabla" como el mismo se definía. Lejos quedaban aquellas temporadas de las cuarenta corridas de toros; eso debió hacer meditar al torero. Eso y otras cosas internas que le corroían por dentro, hizo que cundiera el desánimo y arrojara la toalla.
1986: y se fue del toreo
¡No te distraigas, no te aburras, piensa solo en el toro! Era el recuerdo de las palabras de su tío y maestro. Pero en esta ocasión hizo caso omiso. La decisión ya estaba tomada antes de cortar las tres últimas orejas de la temporada de 1985 en el coso del Paseo de Zorrilla a un encierro de los Molero. Roberto Domínguez se había ausentado del toreo al término de la temporada.
Fue silenciosa su ausencia, sin comentarios y sin publicidad en los papeles. Hay un artículo de Julio Cayón en el Diario de León fechado el día 19 de septiembre de ese mismo año y del que entresacamos estos párrafos:
"Lo de Roberto Domínguez es un entronque extraño y agridulce. El torero rompe cuando quiere y cose cuando no tiene hilo, diseña sin patrón alguno e hilvana los cortes sin aguja. Es un caso único. Quizás, sin saberlo, es el prototipo del espada guasón fundiéndose cada tarde en la solanera de los ruedos y congelándose frente a las localidades caras de la sombra. Lo de Roberto, el de Valladolid, raya en la temeridad de despachos en la fiesta. Se le exige y se le maltrata, se le admira o se le pierde, pero Roberto, el hombre que sabe vestirse de luces deja en el rincón más oscuro de su desván taurino, los consejos seniles de los que se creen auténticos, o la gramática parda, infectada en tópicos enrevesados, de los guaperas amadrileñados por obra y gracia de nadie sabe qué". Luego, prosigue Cayón:
"Lo malo de Domínguez es su tristeza de galería acristalada, de "ser yo y el toro" y los demás escaparate adornado. Esa es, precisamente, su grandeza galanuda de irreversible espada prodigioso en un arte que huye del calor amable y complaciente buscando la palabra fría y sin encuadres espectaculares".
Era la crónica de una retirada anunciada, captada, quizás, a través de alguna conversación íntima con el torero en momentos dubitativos. Lo cierto es que desapareció del mundo del toro sin dejar rastro alguno, sin ruido ni alharacas: se fue tal y como llegó en 1972.
Fuente: Libro “Roberto a secas” (Santos García Catalán 1992)