Roberto trasteando a un toro de Miura en Pamplona en 1987

Roberto trasteando a un toro de Miura en Pamplona en 1987

Valladolid

Doce toreros de Valladolid. Roberto Domínguez (IX)

Capítulo IX

24 febrero, 2023 09:59

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En el capítulo anterior habíamos referido la retirada silenciosa de nuestro protagonista

1986. Londres... año sabático

Si los hebreos hacen “año sabático" cada siete años, Domínguez lo hizo a los catorce de su alternativa y decidió que fuera en Londres. Roberto lo explica con absoluta sinceridad en una magnífica entrevista realizada por Benlloch en la revista Aplausos tras el triunfo de Valencia: "Estaba convencido de que en aquellas circunstancias nunca podría lograr el éxito. Fue un tiempo en que dudé incluso de mí como persona. Había leído a Juan Belmonte y algunas de sus conclusiones se me quedaron grabadas. Ten en cuenta que Belmonte es una de esas figuras míticas que había idealizado y, además, él también lo había pasado mal mientras buscaba el éxito. En uno de los pasajes dice que se torea como se es y si yo en aquel momento no era persona que quería, cómo iba a ser el torero que deseaba ser. Así que decidí cortar de torear. Y lo hice sin saber si volvería".

Seis meses en Londres desconectado del mundo taurino, aprendiendo inglés, practicando deporte. "Por vez primera en mi vida entrenaba para nada: remo, squash, foting, aquello era mi válvula de escape. A mis treinta y tres años descubrí que podía ligar, tener amigos, relacionarme siendo solo Roberto Domínguez Díaz. Allí no era nadie y si alguien, pongo por caso, se reía con un chiste mío, sabía que lo había logrado yo, que no reía porque lo había contado el matador. Aquello fue todo un descubrimiento, me reconfortó y me permitió encontrarme conmigo mismo".

Roberto cuenta una anécdota curiosa de su estancia en Londres que le hizo concebir por unos momentos que él seguía siendo torero. "Ocurrió en uno de mis paseos por esos hermosos e inmensos prados ingleses. En un cercado estaban pastando esos hermosos e inmensos toros, creo que la raza "hereford", y se me ocurrió acercarme hasta ellos corriendo hacia atrás, como si estuviera entrenándome en plan torero. Y de pronto se me arrancó uno de ellos como queriendo jugar conmigo. Eso me hizo pensar de inmediato que tenía que volver a vestirme de luces".

Los rumores de la prensa rosa

De su estancia en Londres surgiría un rumor de novela rosa y fue aprovechado por las revistas del corazón cuando ambos alcanzaron la fama y la popularidad. Nos referimos a Carmen Posadas cuando la uruguaya contrajo matrimonio con el que fuera Gobernador del Banco de España, Mariano Rubio. Fue una auténtica persecución de los "paparazzis" en busca de la exclusiva del año. Pero todo fue inútil porque Roberto Domínguez es todo un caballero y si hubo o no hubo escarceos entre ambos, el torero se limitó a decir: "Conocí a Carmen Posadas en una fiesta en Londres y es una magnífica mujer, jamás ha habido nada entre nosotros".

Vuelta a España y en Madrid le tocan la moral

Domínguez volvió a España y lo hizo decidido a jugar su baza. Se lo explicaba con detalles a Benlloch en Aplausos. "A la vuelta de Londres fui a ver una corrida a Madrid. Y no es novela, a la salida me cogió del brazo un aficionado y me dijo:
"Usted no tiene perdón de Dios, pero no por usted sino por nosotros, que creíamos en usted".

Aquello me tocó al corazón y me hizo pensar. Cómo era posible que todavía hubiese gente que se acordase y creyese en mí. Me acordé de los consejos y máximas de mi tío, que me martilleaba constantemente. Yo, que ya me había demostrado mi valía personal, me sentí en la necesidad de demostrarme que valía para torero para poder, el día de mañana, ir con la cara alta. Así que me planteé la vuelta a los toros".

1986. Octubre. Zaragoza. Manolo Lozano

Para "matar el gusanillo" había accedido a actuar en dos festivales en la región. Uno fue en Béjar y otro en Medina del Campo junto a Antoñete y Manolo Blázquez. Fue, más que nada, un pasatiempo hasta decidirse definitivamente. Y todo ocurrió en Zaragoza con motivo de la feria del Pilar. Roberto acudió a saludar y a ver torear a uno de sus mejores amigos entre los toreros: Raúl Aranda.

Esa tarde, al final del festejo, se encontró en el hotel con Manolo Lozano. Hubo una conversación entre ambos y surgió el clásico apretón de manos. "Era el momento idóneo. Tenía treinta y cinco años y dos piernas como dos robles, conocía la técnica, tenía el sentimiento y hasta había recuperado la ilusión que me había faltado antes. Con todos esos planteamientos me presenté a Manolo Lozano y coincidimos perfectamente".

Brindis de Roberto a su apoderado Manolo Lozano (cedida)

Brindis de Roberto a su apoderado Manolo Lozano (cedida)

Intensa preparación en América y en España

La preparación la realizó en tierras americanas aprovechando la estancia de Manolo Lozano, quien le buscó numerosas ganaderías y festivales, incluso le contrató tres corridas de toros en ciudades de segunda fila. De regreso a España montaron la estrategia y Lozano firmó la tradicional corrida de San Pedro Regalado de Valladolid. Era televisada junto a Paula y Julio Robles. "La preparación fue tremenda -comentaría el torero a José Luis Benlloch en 1990- empecé a sentir que me faltaban vacas, que todo era poco”.

Manolo todavía me pegó un espuelazo más fuerte. “Verás. Recuerdo que venía de tentar en Salamanca y, escuchando la radio, dijo Manolo: "Roberto lo tiene muy claro y sabe que si no tiene suerte en Valladolid, no volverá a torear". Aquello lo habíamos comentado, pero no me lo había creído. Ví que iba en serio y me pareció injusto. Todo lo que me estaba preparando no podía ser para un día. Me rebelé. Al día siguiente iba al sastre a hacerme un traje. Al llegar dije que uno no, tres. Había algo interior en mí que me decía que todo aquello no podía morir en una sola tarde".

El "zambombazo" en la televisada de Valladolid fue el inicio de una nueva etapa. Había nacido un nuevo Domínguez. El encuentro con Manolo Lozano en el hotel de Zaragoza fue providencial para ambos. Lozano, conocedor profundo de los toreros, tenía plena confianza en Roberto, y el vallisoletano había encontrado, al fin, al apoderado idóneo, con dosis de humanidad y, al mismo tiempo que le "leyera la cartilla" en los momentos precisos. "Manolo -diría el torero- ha sido clave en mi carrera. Es una persona humana que me entendió. También es duro, tan duro que no me firmó el contrato de apoderamiento hasta que no vio con certeza que podía funcionar".

Magnífico derechazo de Roberto una tarde en Valencia (cedida)

Magnífico derechazo de Roberto una tarde en Valencia (cedida)

1987. Se inicia la nueva etapa

Tuvo que ser la corrida televisada de Valladolid la que abriera las puertas de Las Ventas para, vía sustitución de Joselito, incluirlo en la feria isidril dos tardes. Chopera no había podido "meterlo" en San Isidro a la hora de confeccionar los carteles, a pesar del ruego del vallisoletano. Y es que el "año sabático" había hecho olvidar a Domínguez de las esferas taurinas. Roberto se había ido aburrido del toro y con las ideas un tanto confusas.

Hasta 1985, Roberto había sido un torero de apuntes, incompleto; catalogado como artista, pero sin suerte a la hora de lograr triunfos importantes. Sin embargo su personalísimo sello de torero de Madrid le permitió albergar esa esperanza de triunfar plenamente en la plaza más importante del mundo.
Jamás a ningún torero se le esperó tanto, Y al fin llegó. Pero no fue en San Isidro; hubo que esperar a la Feria de Otoño. Época, al parecer, favorable para los soñadores, poetas, artistas y gente con sensibilidad.

La vuelta a los ruedos del vallisoletano, iniciando la temporada en el coso del Paseo de Zorrilla, fue apoteósica, plena y con un vitalismo que jamás había tenido el torero. "Ahora soy un hombre distinto", declararía a Pilar Romero en La Revista de Toros en octubre de 1987. "No ha ocurrido nada especial. Lo único es que el torero, más que mandar, templar y parar, tiene que vivir, sentir y transmitir".

1987. Veintinueve corridas y 'Ojeroso' de Miura

Los contratos iban aumentando durante la temporada, Manolo Lozano supo maniobrar para colocarlo en algunas ferias importantes como Logroño y Pamplona, donde le cortó una oreja al toro 'Ojeroso' de Miura que midió casi un metro de pitón a pitón.

Toro “Ojeroso”, de Miura, lidiado en Pamplona en 1987 al que le cortó una oreja (cedida)

Toro “Ojeroso”, de Miura, lidiado en Pamplona en 1987 al que le cortó una oreja (cedida)

Esa temporada toreó cuatro tardes en Madrid, dos en Salamanca y tres en Valladolid, al margen de otras plazas, rematando el año en Lisboa, tras la brillante actuación venteña, con 29 corridas de toros.

La feria de otoño y la tercera oreja

Roberto Domínguez, que había estado preparando "oposiciones" en otros alberos para presentarse, con todo aprendido, en la plaza que más le han esperado de todo el mundo. Esa tarde tomaba antigüedad la ganadería del maestro Antonio Ordóñez, y el cartel tenía el atractivo necesario para la afición madrileña: Curro Vázquez junto a Domínguez y el mayor de los Campuzano. La corrida de toros que presentó Ordóñez fue una de las más serias, astifinas y espectaculares de toda la temporada madrileña.

Roberto ante el astifino toro de Ordóñez al que le cortó una oreja de ley (cedida)

Roberto ante el astifino toro de Ordóñez al que le cortó una oreja de ley (cedida)

Y salió el quinto de la tarde de nombre "Recatado", negro, bragado, playero. Era un sobrero de Ordóñez. Hasta ese momento la corrida había transcurrido con más pena que gloria; era una mansada general, bien presentada, pero mansos y difíciles que fueron pitados en el arrastre excepto el primero, incluso al tercero se le aplicó banderillas negras.

"Recatado" no fue un toro de "dulce", al contrario; salió escarbando, oliendo la arena y enterándose cómo un auténtico sobrero corraleado. De salida arrolló al subalterno Mateo y casi estuvo a punto de hacerlo con el matador al acudir al quite. A partir de ahí todo fue memorable para Domínguez.

La crónica de Juan Miguel Núñez, de EFE, decía en tre otros comentarios: "El vallisoletano se echó la muleta a la izquierda, citó con el medio pecho, y tras producirse la primera arrancada, aunque violenta, bajó la mano para obligar al toro a "romperse". Y se hizo el milagro de dibujar un pase, largo y profundo, alrededor del torero, que impávido aguantó otro y otro, sacando el trapo por debajo de la pala del pitón, y abrochando la corta serie con el de pecho. En los tendidos fue el entusiasmo desbordado. El torero quiso seguir por la derecha, pero el animal ya se había "orientado". Era la tercera oreja en Las Ventas.

Fuente: Libro “Roberto a secas” (Santos García Catalán 1992)