Hay pocas cosas más tradicionales en España y en Castilla y León que la caña y el buen vino con una buena tapa como fiel escudera. Pagando o gratis, es un elemento característico de nuestra gastronomía que nos lleva acompañando décadas y que se ha convertido en un imprescindible en nuestras salidas por los locales hosteleros.
De las cremosas y crujientes croquetas a la tapa de toda la vida, con jamón ibérico y un poquito de aceite de oliva virgen extra, pasando por innovaciones culinarias que nos evocan sensaciones diferentes y que muchas veces tratan de controlar nuestro cerebro con el aspecto y el sabor. Cosas de la nueva cocina.
Valladolid es un lugar donde la tapa está muy arraigada. Es epicentro de innumerables concursos a lo largo de todos los años, pero si hay uno que destaca es el Concurso Nacional y el Internacional de Tapas, que suele tener todos los años lugar en la Cúpula del Milenio, aunque empieza a quedarse pequeña por la relevancia que ha acogido.
Es ese arraigo lo que le ha llevado a la ciudad del Pisuerga a convertirse en un referente nacional e internacional de este producto tan característico. Ya no solo en el centro, sino que hay barrios en los que la hostelería ha optado por ofrecer la tapa como acompañamiento en sus consumiciones, como es el caso de Parquesol, donde hay unos cuantos bares que lo hacen.
Pero, el epicentro por excelencia, como no podía ser de otra manera, está en pleno corazón de la urbe. La mejor zona para tapear en Valladolid se encuentra en la calle Correos. Aquí está uno de los, posiblemente, bares más famosos para disfrutar de pequeños bocados en la ciudad pucelana. Se trata de El Corcho, conocido por sus inconfundibles croquetas. Cremosidad y sabor con un jamón exquisito que está para chuparse los dedos.
Todo ello acompañado de un buen ribera o de una caña bien servida. También ofrecen otros pequeños bocados, para que cambies si decides tomarte una segunda ronda. En esa misma vía nos encontramos el Bar Zamora, donde Alejandro y David Burgos deleitan a los visitantes con sus clásicas bravas. Fueron estos hermanos los que dieron una vuelta de tuerca al establecimiento, pues antes estaban más centrados en la zona del restaurante, pero con el cambio generacional apostaron por el 'tapeo'. Y acertaron, desde luego.
Sin salir de la calle Correos también nos encontramos con El Cortijo, otro de los más conocidos de la zona. El romerito de solomillo y roquefort. No pedirlo cuando vienes hasta aquí es pecado capital. Por supuesto, como buen local castellano, el embutido es otra de sus exquisiteces.
Otros de los que lideran la calle Correos es El Jero. Su especialidad es lo que ellos llaman canapés. Galáctico, Angelillo, Sisi, Matrix... etc. La lista es larga y sus sabores incomparables. Mouse de pato con pistachos y confitura, cecina con membrillo o jamón con queso y espárrago son algunos de los ingredientes que componen sus elaboraciones. Para chuparse los dedos, desde luego.
Nada más entrar en su web es lo primero que aparece: pinchos y tapas. Eso da buena cuenta de que este será un buen lugar para disfrutar de nuestra estancia en esta pequeña pero intensa ruta gastronómica. Hablamos del Restaurante Herbe, otro de los establecimientos de la calle. Setas con jamón, revuelto de gulas, cola de langostino o morcilla de Burgos encandilan el paladar de los que vienen hasta aquí.
Los romeritos son una de sus señas de identidad. Carrillera al vino tinto con cebolla morada, queso de cabra con mousse de pato y mermelada de higo o carne de cerdo con tomate encurtido. La Cartuja, de cocina andaluza, como su propio nombre hace indicar, es otro de los locales estrella de la calle Correos.
Ampliando un poco más la zona... en los alrededores también se sitúan otras calles o plazas en las que la tapa es la reina. Una de ellas es la calle Peso, limítrofe justo con la de Correos, donde el restaurante de mismo nombre es otra de las paradas obligatorias para dar un sabroso bocado.
Algo más adelante, pero cerca igualmente, está la Plaza de Martí y Monsó, donde el Villa Paramesa no solo es un lugar idóneo para sentarte a comer, sino también para disfrutar del tapeo en barra con un vino, una caña o lo que más te apetezca en cada momento. Aquí también está La Teja o la Cotorra en la calle Caridad, una de las bocacalles que unen esta plaza con la calle Pasión.
Valladolid es ciudad de tapas. Es un hecho irrefutable. Cada uno de sus rincones desprende aroma a buen comer y deleita con su olor a todos sus visitantes. La ciudad del Pisuerga se ha sabido, además, adaptar a las corrientes de los nuevos tiempos, combinando cocina tradicional con la innovación culinaria. En cualquier caso, siempre existirá un pequeño lugar que responderá a las expectativas de nuestro paladar, bien sea con bocados o un buen asado.