Es todo un símbolo de la ciudad del Pisuerga. No existe pucelano que no haya probado nunca un helado de este exquisito e histórico lugar. Cuentan con más de 100 años de historia y varias generaciones detrás de este negocio local. Allá por 1958 se inmiscuyeron en el mundo de este sabroso manjar y gracias a la persistencia, la calidad y el buen hacer se puede decir que son 'La heladería de Valladolid'.
Obviamente estamos hablando de Turrones y Helados Manuel Iborra, en la calle lencería, junto a un enclave incomparable de la ciudad como es la Plaza Mayor. La llegada del verano trae consigo siempre ese ya característico 'antojo' del helado, por lo que es una época perfecta para este negocio local, que vive sus meses de más alta actividad.
Chocolate, leche merengada, turrón, vainilla, fresa o nata, pero también más atrevidos como el dulce de leche, yogur con cereza, pistacho y uno que puede sonar raro, pero que es muy especial: queso azul con galleta oreo.
Sin duda alguna, Antonio, uno de los propietarios del negocio, explica a este periódico que los superventas suelen ser los "clásicos", como son el chocolate en primer lugar, la leche merengada en segundo y el turrón tercero. Eso sí, el artesano no sería capaz de quedarse con ninguno de ellos ni de los demás y por eso "recomendaría todos".
Algo que llama especialmente la atención entre vallisoletanos y visitantes, además de que están muy ricos, todo hay que decirlo, son las mezclas, ya que esta es una posibilidad que te dan en Iborra. Precisamente, Antonio recuerda una anécdota que le sucedió con un padre y un hijo, cuando el más pequeño le apuntó a su progenitor que quería una bola de chocolate y otra de limón.
Esto sorprendió al padre, que indicó a su hijo que, que mezclas "más raras" hacía, pero tras el apunte del artesano, que matizó que no lo era tanto, llevó al progenitor a darle una oportunidad y pedir el mismo helado de su hijo. "Para gustos los colores", recalca Antonio con una carcajada
Regresando al raro pero ya famoso queso azul con galletas de oreo, el comerciante vallisoletano reconoce que es un sabor "muy raro" y que por eso antes de que alguien se lo pida invita al cliente a que lo pruebe. "Me ha pasado que me diga gente que le gusta mucho el queso azul y luego no gustarle el helado y al revés", afirma.
Iborra, con el paso de los años, ha ido adaptándose a los tiempos, pues este es un secreto de la inmortalidad, como no podía ser de otra manera. Con el objetivo de poder dar un servicio de calidad, entre su amplia carta también incluyeron opciones sin lactosa, lights o con fructuosa para algunos diabéticos.
Esto ha permitido a la heladería posicionarse en el corazón de todos los vallisoletanos, ya que aquí no hay nadie discriminado y se abre las puertas a cualquiera. "Hace muchísimos años me preguntaban que si tenían harina los helados y claro, no pensabas en el cucurucho. Al final te vas informando. Muchos vienen porque les podemos dar ese servicio", echa la vista atrás.
Entre su amplia oferta, las opciones que ofrece Iborra son cuatro tamaños diferentes y también con la opción de escoger el clásico cucurucho o la tarrina, que parece que no pero está muy aceptada entre el público.
Son ya varias décadas al servicio de Valladolid, donde el secreto siempre ha sido el "trabajo" y ofrecer al público una atención "de la mejor manera posible". "Es un orgullo tener la clientela que tenemos y nos emociona", admite el artesano de Turrones y Helados Manuel Iborra.
Precisamente, eso se ve reflejado en otra de las anécdotas que nos cuenta Antonio, que relata como un día llegaron otro padre y su hijo y este primero le espetó lo siguiente: "Para mí hijo eres su ídolo". "Me hizo muchísima gracia", puntualiza en palabras a EL ESPAÑOL - Noticias de Castilla y León.
Además, si quieres ir un paso más allá y conocer más sobre la historia de este histórico negocio local, puedes hacerlo en este periódico pinchando en este enlace, un reportaje sobre como nació y fue la evolución de Turrones y Helados Manuel Iborra.