Un hostelero de Valladolid está viviendo una nueva vida. La pandemia sacudió a un sector tan importante como es la hostelería. Tuvieron que bajar sus persianas sin saber si algún día volverían a abrir, y muchos se quedaron por el camino. Los negocios dependían de los dueños y una gran parte de ellos no tenían recursos suficientes para hacer frente a los gastos que se generaban.
El 2020 fue un año de muchos gastos y muy pocos ingresos. El tiempo iba pasando y la incertidumbre continuaba. Cuando lograron abrir, lo hicieron bajo cientos de medidas restrictivas que impedían ejercer su profesión al 100%. Todo ello unido a la desconfianza de la sociedad de acudir a este tipo de locales repletos de gente.
Covid, pocos ingresos y escasos empleados “de confianza” fue lo que le llevaron al dueño del Brahm Café, Pedro Ortega, a la ruina con una deuda de 100.000 euros. Abrió su negocio el 1 diciembre del 2015 y todo parecía ir viento en popa, pero la pandemia mundial lo complicó todo.
“Subió la materia prima, tuve que pedir un ICO, no llegaba a un acuerdo con el dueño del local y no me quedó otra que cerrar”, recuerda Ortega en declaraciones a EL ESPAÑOL- Noticias de Castilla y León. La persiana bajó el 1 de junio del 2022, casi siete años después. En ese momento, contaba con tres empleados.
Pero es que la historia no quedó ahí dado que meses antes de la pandemia se había aventurado a montar un segundo negocio, en el que daba desayunos, dado los buenos resultados que tenía. Este abrió el 2 de enero de 2020 y tuvo una vida muy corta ya que cerró el 16 de septiembre de 2020.
En mitad del Covid-19, este vallisoletano se vio envuelto en deudas. 100.000 euros le perseguían y no sabría si sería capaz de afrontar estos pagos. Pero ahora, tres años después, puede respirar gracias a la Ley de Segunda Oportunidad con la que ha logrado cancelar el 100% de su deuda.
Ahora, este joven de 35 años puede comenzar de cero y sin deudas tras la sentencia del Juzgado de lo Mercantil número 1 de Valladolid. “Siento una gran libertad porque la culpa no fue mía, sino que todo vino derivado de la pandemia y de no llegar a ningún acuerdo con el casero. Es una gran tranquilidad poder empezar de cero”, asegura.
Después de la situación vivida, ahora continúa vinculado a la hostelería, pero de una forma diferente. Su oficio es cortador de jamón y va a eventos con su stand para ofrecer este producto tan típico del país.
Reconoce que no volvería a montar un bar o restaurante y tiene claro los motivos: “La hostelería está muy explotada y sacrificada. No hay empleados dignos, la caja es muy golosa, te roban, se llevan alimentos y no quieren trabajar los fines de semana”.
Asegura que, cuando eres dueño de un bar, tus ganancias “se van por un agujero” cuando ocurren este tipo de situaciones. Hasta que “miras las cámaras o haces un recuento de inventarios”.
Ortega tiene claro que quiere montar su propio negocio en algún momento, pero será una tienda de alimentación dado el vínculo que tiene en la actualidad con el producto ibérico, que es “de lo que vivimos en España”. Además, desea continuar como cortador de jamón puesto que forma a otras personas y también compite.