Hace más de una década surgía una panadería llena de vida y sabor. Su nombre es la Tahona de Chari y nació de una forma peculiar. Sus dueños son Charo Álvarez y Javier Ramos; él se quedó en el paro y decidieron continuar trabajando en la tienda donde ella se encontraba.
Charo se enfrentó a una enfermedad muy grave y él continuó a los mandos. Se dio cuenta de que el pan no era rentable y pensó: "Si mi abuela hacía pan, yo también seré capaz", afirma bromeando. Lo cierto es que se buscaron la vida y se encaminaron hacia una solución que hiciera viable crear este producto.
Encontraron ayuda en el camino y aprendieron a elaborar este producto que nunca falta en ninguna mesa. Desde entonces se dedican cada día a amasar con sus propias manos este manjar y a ofrecerlo a todos los que acuden a su tahona.
Actualmente, se ubican en un pueblo vallisoletano llamado Villanubla, aunque también lo ofrecen en diversos restaurantes de la capital, lo que provoca que muchas personas puedan saborearlo y acudan, posteriormente, a la panadería de manera frecuente.
Sin embargo, Ramos lamenta la situación que el sector atraviesa, que no es nada fácil. "Estalló la guerra de Ucrania. No hay productos competitivos y tenemos que traer los cereales de fuera, que se dispararon al cielo. La harina también subió notablemente", lamenta, Y lo peor es que continúa todo del mismo modo: "Seguimos en tiempos de guerra con una situación pésima, un drama".
La energía también les ahoga cada día, antes pagaban una media de 1.000 euros y ahora alcanzan los 3.000; y la mano de obra "es una tragedia". Por otro lado, reconoce que hacer un pan noble, con buena harina y sin mucha levadura es "un arte", además de que los precios "no suelen ser elevados". Pese a ello, lamenta que en los supermercados "hagan las típicas ofertas de tres barras por un euro o en las gasolineras lo regalen".
"La gente no se hace una idea de lo que se trabaja", matiza. Y es que en esta tahona realizan un producto de alta calidad. "No tardamos dos horas, le dedicamos mucho tiempo", apostilla. Pero les compensa porque venden la totalidad de los productos que elaboran.
Para solventar esta situación, el panadero vallisoletano cree que se necesita "más formación". Pone de ejemplo el vino y las riberas, "antes era desconocido y ahora todo el mundo habla de ello". Por este motivo, cree que en la formación "hay demasiada endogamia" y eso falla a la hora de formar profesionales. "El pan tiene más importancia que el vino, pero hay mucha menos formación", asevera.
Con este afan reivindicativo, vuelven a lanzar esta iniciativa que se trata de regalar una hogaza de pan a todos los recién nacidos en la semana del Día Mundial del Pan. El objetivo no es más que contribuir a recuperar un producto tradicional que cada vez está "más olvidado"