La Guía Repsol define al Antiguo Merino como una “barra de vinos histórica y siempre bien concurrida” que “dispone de menús”. Explica que “se puede ir a comer a cualquier momento del día” y que “triunfan especialmente los días de cocido o arroz con bogavante”. La verdad es que no puede hace una descripción mejor de uno de los restaurantes más famosos y con más historia de Valladolid, ubicado en la calle Leopoldo Cano de la ciudad del Pisuerga.
Un establecimiento hostelero que está de enhorabuena. Precisamente la Guía Repsol otorgaba a este céntrico restaurante pucelano, la semana pasada, uno de los nuevos céntricos solete para dar el empujón que merecen los negocios que hacen bien las cosas. Esos que enamoran al comensal y le invitan a repetir.
De hecho, la guía otorgaba un total de 350 distinciones de este tipo. De ellas, 30 eran para restaurantes de Castilla y León y, por reducir más el circulo, seis aterrizaban en tierras pucelanas, una de las provincias de España con mayor tradición gastronómica, donde se pueden degustar las mejores tapas y también los platos más elaborados.
“La verdad es que me enteré por la prensa. Me informaron la semana pasada. En un primer momento no me lo creía y luego me puse a pensar cuándo habían podido venir a comer aquí representantes de la guía. La verdad es que no tenía ni idea, pero sí que lo hemos notado porque el pasado fin de semana vino gente nueva a disfrutar en nuestro restaurante”, asegura, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León, Esteban Oliveira Rodríguez, el dueño del Antiguo Merino.
Un lugar, de 89 metros cuadrados y que puede llegar a alimentar a 40 comensales, en el que trabajan un total de siete personas, y que ha sufrido un cambio tremendo desde que el actual propietario cogió las riendas.
Un despacho de vinos, allá por los años 40
“El Antiguo Merino lleva aquí, en la calle Leopoldo Cano número 4, desde los años 40. Antes era un despacho de vinos. Nosotros, desde que lo cogimos, le hemos dado un giro tremendo al negocio en todo”, confiesa nuestro entrevistado.
Esteban Oliveira, de 45 años, vive en Valladolid, aunque está empadronado en Geria. Lleva luchando en el mundo hostelero toda la vida. En el año 2016 decide coger las riendas de un lugar emblemático para Valladolid e imponer su impronta.
“Lo cambié todo. He ido modernizando el lugar. He cambiado puertas, paredes, lavavajillas… Le hemos dado un giro tremendo. Antes teníamos una clientela mayor, de chatillos de 80 céntimos, pero cuando adquirí el lugar, y también el bloque con siete apartamentos de arriba, todo ha cambiado”, asegura nuestro protagonista.
Ahora, se han introducido raciones, tapas, el famoso arroz con bogavante y se han añadido a la carta vinos de calidad. Ribera, crianzas y mucho más que la clientela agradece.
Un menú para chuparse los dedos con el arroz con bogavante como protagonista
“Tengo un menú cerrado que está compuesto por embutido, en primer lugar. También lleva torrezno, pulpo y, cómo no, el arroz con bogavante que pasa por se nuestro plato estrella. Además, incorporamos café y chupito. Todo, con productos de calidad y a un precio de 35 euros”, asegura el dueño del negocio.
Un arroz que se hace de forma totalmente natural. Con cazuela de barro de Pedreruela. Los comensales que disfrutan de esta exquisita elaboración suelen ser fotografiados en el lugar. Instantáneas que acaban en el Facebook del restaurante y que tienen una gran repercusión al ser muy comentadas.
“Todos los días tengo mucho jaleo. A la gente le gusta y paga por los platos de calidad que son por los que apostamos aquí. El fumé del arroz también es casero. Lo elaboramos con el mayor de los cariños para que nuestros comensales disfruten”, añade Esteban.
Un hombre cercano. Al que le gusta hablar con los que entran a su negocio sea del color político o de la clase que sea.
Un futuro más prometedor aún
El empresario afirma que con el solete Repsol su negocio “brilla más”. No le vale como un empujón para el establecimiento hostelero porque realmente funciona a las mil maravillas. No hay más que preguntar a los clientes que por allí pasan y que, en su amplia mayoría, repiten para degustar una vez más sus delicias. También se puede probar en el lugar los callos, la oreja, y los fines de semana las almejas, percebes o incluso la entraña y la picaña.
“El futuro lo veo bien. Hay trabajo y funcionamos bien. Hemos notado la subida de los precios de las materias primas y de la luz o el gas, también el que tenemos que pagar al personal, pero debemos asumirlo con el fin de seguir adelante de la mejor de las maneras”, finaliza nuestro protagonista.
Si es con un premio, como el conseguido por el Antiguo Merino, mejor que mejor.