La Policía Nacional ha detenido a dos mujeres por prostituir a otras seis en clubes de alterne de la provincia de Valladolid, dentro de la denominada Operación Papaya. Están acusadas de un delito de trata de seres humanos con fines de explotación sexual.
Según fuentes de la investigación, las víctimas eran engañadas con un falso contrato de trabajo, y les facilitaban cocaína para “incentivarlas”. Además, residían en situación de absoluta insalubridad en el club, en habitaciones cerradas con candados para evitar su huida.
La investigación se inició el pasado mes de junio, gracias a que una de las víctimas logró huir del uno de los clubes, situado en la provincia, y allí contactó con la Unidad Contra las Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales de Valladolid. La mujer relató cómo fue captada y engañada con la falsa promesa de un puesto de trabajo como camarera en el club. Fue una de las dos proxenetas detenidas la que se encargó de organizar su traslado al local. Allí se dio cuenta de que el trabajo no existí, y fue obligada a ejercer la prostitución y a entregar a las explotadoras una cantidad fija de dinero por cada servicio sexual. Las captoras les facilitaban cocaína como “incentivo” cuando el número de clientes atendidos era “satisfactorio”, y así aumentaban su dependencia y control sobre las víctimas.
Trabajo hasta el amanecer "incentivadas" con cocaína
Las mujeres estaban obligadas a tener disponibilidad absoluta todos los días de la semana desde las 18.00 horas y en ocasiones hasta el amanecer, incluso aunque estuviesen enfermas o indispuestas. Además de la cantidad fija, tenían que pagar a las detenidas la mitad del importen de las consumiciones de cada cliente, y tenían restringidas las salidas del club. Según apunta la policía, la insalubridad se extendía a todo el club, y “las condiciones de habitabilidad eran denigrantes”: sin luz ni agua caliente, disponían de un generador y una estufa de leña que llenaba todo de humo, calentaban agua en cazos para lavarse y convivían incluso con plagas de insectos.
Cuando las proxenetas, la regente del club o su lugarteniente se ausentaban del club, las encerraban dentro de las habitaciones con cadenas y candados para que no huyeran. El resto del tiempo, solo podían salir el tiempo imprescindible para comprar comida.
Por si fuera poco, las amenazaban y coaccionaban continuamente, haciéndoles creer que tenían influencias entre las autoridades para perjudicarlas o deportarlas a su país, y también las agredían.